Para los adictos a juegos en línea, las relaciones están en dos mundos
Al pensar en la adicción a los videojuegos en línea, lo que probablemente venga a la mente es un adolescente socialmente torpe. Pero los adolescentes no son los únicos que se vuelven adictos .
Zach Elliot, de casi 50 años, juega un videojuego de rol en línea. Hace cerca de tres años, dice “gente que estaba en mi vida real de repente se sumergió en este juego, y yo los seguí”.
Ahora pasa tres horas al día jugando en una computadora en su sótano.“No podría haber anticipado la fuerza de atracción que el juego ejerce sobre mí y lo involucrado que estoy”, dice. “Aún me sorprende”.
Las relaciones que formó dentro del juego son una clave de esa atracción. Mientras por momentos el juego requiere de una gran concentración, en otros ratos menos agitados puede chatear vía texto sobre política, religión y otros temas con jugadores de todo el mundo. Se forman algunas amistades y también enemistades.
Él utiliza la función de blacklist (lista negra) para bloquear a cualquiera que lo hace enojar. “Es algo que quisiera tener en la vida real”, dice. “Hay personas en este juego que me irritan de forma increíble”.
Por otro lado, algunas de sus mejores relaciones de juego han cruzado hasta su vida real, o “RL”. La principal es una pareja que vive en Canadá, con quienes intercambia regalos de Navidad, aunque no los conoce personalmente.
¿Pero qué pasa con las otras relaciones en su vida? Es una pregunta que cada vez tocan más los terapeutas que se centran en la adicción a los juegos en línea.
“Estamos viendo a más y más adolescentes y adultos batallando con relaciones en el mundo real debido a las relaciones que han creado en el mundo virtual”, dice Eric Zehr, vicepresidente de Servicios para las Adicciones y de la Conducta en el hospital Proctor. Miembros de su equipo han consultado a terapeutas en Corea del Sur, donde desde principios de la década del 2000 existen campos de entrenamiento para tratar la adicción a los juegos en línea.
Hace tres años, Elliott era un padre que se quedaba en casa (no trabajaba), con hijos en la escuela y una esposa exitosa que generaba el ingreso del hogar. Esto le dejaba el suficiente tiempo libre no sólo para Final Fantasy, sino también para otras actividades, como participar en el club de escritura local, con quienes se reúne regularmente en un café.
Otros gamers viven de manera más precaria. Libby Smith, una entrenadora del instituto, ayudó a un adicto a World of Warcraft a la mitad de sus veintes que dejó la universidad, perdió varios empleos, perdió a su novia y estaba al borde de quedar desamparado. “Seguía diciendo que no tenía ningún problema”, dice Smith. Su familia finalmente intervino y lo llevó a rehabilitación.
De acuerdo con Smith, la compulsión por el juego probablemente está ocultando otros problemas subyacentes como ansiedad, depresión o baja autoestima.
Uno de los síntomas de un jugador patológico, dice Smith, es la incapacidad o falta de disponibilidad para examinar el propio comportamiento de una forma abierta y honesta.
“Esta adicción es real, y como tal se convierte en la relación más importante —sin excepción— en la vida de una persona. Como tal, la adicción resistirá cualquier intento por controlarla”.
Smith sugiere que la familia o amigos comuniquen sus preocupaciones con ejemplos específicos, en lugar de mencionar cosas como “pasas todo el tiempo en la computadora”, lo cual probablemente aumente la posición defensiva. Palabras como 'siempre' y 'nunca' deben evitarse.
Asumiendo que un gamer no vive solo, la especialista también sugiere que la computadora sea colocada en un lugar centralizado dentro de la casa. De esta manera, es más difícil permanecer aislado, jugar en secreto o esconder el problema.
“Recuperar el control sobre la vida de uno significa aprender nuevas habilidades y una nueva forma de existir en esta sociedad basada en la tecnología ”, dice Smith. “No es sencillo, no es rápido, pero es posible”.
Cuando el servicio de internet sufre alguna interrupción, para Elliott es un recordatorio ocasional de cómo lo absorbe el juego. “Me siento muy molesto”, dice.
Pero al mismo tiempo, sabe que el juego debe terminar.
“Es gracioso, porque cuando imagino no volver a jugar nunca más … lo pienso como si fuera una especie de muerte”, dice. “Sé que suena muy dramático, pero para mí es un tipo de vida, así que terminarlo es como un tipo de muerte”.