Consejos para buscar las icónicas botellas con mensajes arrojadas al mar
Las probabilidades de encontrar un mensaje en una botella son casi las mismas que las de hallar un boleto dorado en un chocolate Wonka. La mayoría de la gente quedará asombrada si lo consigue al menos una vez.
Clint Buffington ya encontró 40.
El autoproclamado 'cazador' de mensajes en botellas hizo su primer hallazgo durante una excursión en la playa de las islas Turcas y Caicos en 2007. Una “intensa sensación de que algo muy importante iba a suceder”, se apoderó de él, cuenta, y entonces vio un papel naranja brillando dentro de una botella de vino color azul.
Recién desempacado de su cuarto viaje al archipiélago, Buffington tiene más mensajes del mar de los que muchos reciben por correo ordinario.
Su mensaje más viejo se envió al océano hace casi 50 años. “Regresarlo al 419 de Ocean Boulevard (ilegible) y resieve (sic) una recompensa de 150 dólares de Tina, propietaria de Beachcomber”, dice la nota de la fallecida dueña del motel Beachcomber en Hampton Beach, New Hampshire. La dueña murió, pero su hija, Paula Pierce, se sorprendió con el descubrimiento de Buffington.
Una gran cantidad de mensajes son notas de amor al estilo del escritor de novelas románticas Nicholas Sparks. Ninguno es una petición de auxilio. Buffington cree que uno de los mensajes recuperados tuvo su origen en el Pacífico y cruzó el Canal de Panamá, en Centroamérica, hasta llegar al Caribe.
Profesor en Kentucky, Buffington estima que sólo una de cada 300,000 botellas contienen un mensaje. Pero algo más que la suerte lo condujo a descubrirlos.
Las Islas Turcas y Caicos son un “imán de restos flotantes”, dice Curtis
Ebbesmeyer, oceanógrafo que estudia los patrones de movimiento del restos océanicos. “Muchos caminos (actuales) diferentes llegan allá”.
La habilidad también desempeñó un papel importante. Buffington le da crédito a su buena visión para reconocer las irregularidades en el suelo.
Cuando la búsqueda de mensajes termina, comienza su búsqueda del remitente: ya rastreó casi la mitad de los autores de los mensajes que descubrió.
Él y Janet Rockware realizaron una peregrinación al puente de New Hope, Pennsylvania, en dónde ella arrojó una botella al río Delaware justo después de su boda, hace 27 años. El viaje de esa botella desde Pennsylvania al Caribe es especialmente impresionante: New Hope está a 80 kilómetros dentro de la tierra. Ella escribió que esperaba recuperar la botella del océano en su luna de miel en Cabo Largo, Florida.
También viajó a Washington para conocer a Carol Meyers, quien escribió que incluía un pedazo del pastel de bodas con una pequeña nota arrojada desde Outer Banks en Carolina del Norte, en 1999. Las “migajas negras y quebradizas”, que encontró Buffington en la carta de hecho parecen trozos de pastel.
También viajó recientemente a Carolina del Norte para reunirse con Phil Freeland, cuyo padre arrojó a las olas una tarjeta de presentación junto con la promesa de un dólar a quien la encontrara, en algún momento entre 1977 y 1980. Buffington se negó a cobrar el monto, aunque si aceptó un almuerzo gratis.
Algunos mensajes requirieron un poco de trabajo de investigación para descifrar la identidad del autor. Al principio un mensaje parecía que sólo decía, “para”. Después de estudiarlo bajo la luz directa de la mañana, Buffington armó una declaración mucho más larga.
“A quien corresponda: (alto) Fui tomado prisionero por un anciano gruñón. Mi ubicación es 40 grados N, 042grados 39’037’’Oeste. No sé su pueda escapar al siguiente puerto, por favor contacte a mi mamá”, seguido de una dirección en Baltimore.
Resultó ser una broma de un adolescente en un viaje trasatlántico en barco con su padre a mediados de la década de 1990, le explicó por teléfono a Buffington la mamá del bromista.
Buffington siente una “profunda afinidad” con las personas cuyos mensajes terminan en sus manos. En algunos casos, le resulta sorprendente el parecido de sus vidas con la de él. Unos prestaron servicio en Vietnam al mismo tiempo que su padre. Otro vive a unos minutos de la casa de amigos cercanos en Long Island.
La oportunidad de crear más lazos con los autores de los mensajes, dice Buffington, es la principal razón por la que pasa “días enteros simplemente caminando con los ojos viendo hacia el suelo”.
Aún así, no a todo el mundo le gusta saber que su mensaje perdido desde hace mucho tiempo fue milagrosamente recuperado. Dos personas fueron bastante amables cuando Buffington los contactó por primera vez, después dejaron de tomar sus llamadas.
Otros autores siguen sin poder ser rastreados.
Hay una nota hecha jirones que tal vez esté en holandés . Un billete de un dólar cubierto con símbolos misteriosos. Un pedazo de papel color café dentro de una botella de medicina con dos nombres escritos con lápiz: Ramón Soler Deliz y Angela Guerra.
El mes pasado, Buffington comenzó un blog en donde invita a los lectores para que le ayuden a encontrar a los emisores. En una publicación reciente pide ayuda para encontrar al señor Gucialtar de Filipinas, cuyo nombre y nada más se garabateó en una pedazo de ropa dentro de una botella de ginebra Gordon.
La pila de misterios probablemente crezca. Siete mensajes siguen embotellados en su casa, en espera de que los saque a través de una serie de pequeños y cuidadosos golpes estratégicos: “La parte más aterradora del trabajo”.
Buffington no tiene un “consejo mágico” para los novatos cazadores de mensajes en botellas, pero hay algunas reglas generales que sigue.
Olvídate de nadar, en lugar de eso, encuentra una parte de la playa con escombros esparcidos. Camina lentamente, observa detenidamente. No hagas caso a los focos (normalmente son más numerosos que las botellas). Sigue caminando. Y observa por juegos de luz en vidrio: de vez en cuando, algunos de esos destellos serán una hoja de papel.