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Las cicatrices de los golpes a los niños permanecen cuando son adultos

Un video de una niña golpeada por su padre avivó el debate sobre el uso de métodos físicos y sus secuelas psicológicas
mar 08 noviembre 2011 11:35 AM
adolescente triste o deprimida
SXC- deprimida adolescente triste o deprimida

Tara creció pensando que las nalgadas o un golpe en el brazo eran castigos normales por romper un plato o poner su música a un volumen demasiado alto. Nunca sabía qué podría alterar a su padre, y su madre nunca intervino, por lo que ella hacía todo lo posible para evitarlo, caminando en silencio cuando él estaba cerca.

"No fue hasta que crecí y estuve fuera del techo de mis padres que supe que no era la norma", dijo Tara, una consultora en relaciones públicas de 34 años, de Phoenix. Ella pidió que su apellido no se use porque ya no habla con su padre y teme llamar su atención.

"Creo que a mi padre realmente no le importaba lo suficiente como para 'enseñarme' cómo ser, sino que trataba de evitar a base de golpes los comportamientos no deseados".

Mientras observaba el video de YouTube de la semana pasada de un juez de Texas golpeando a su hija , la mente de Tara vagó a una tarde hace más de una década, en su último año de preparatoria, cuando la idea de disciplina de su padre se convirtió en violencia.

Irrumpió en la habitación, gritando e insultando. Otro profesor de la escuela preparatoria East Tennessee, donde su padre trabajaba, le había dicho que los estudiantes estaban diciendo que ella había besado a un chico afroamericano. Maldijo a su hija mientras le daba una bofetada y le dio puñetazos por todo el cuerpo, y su gran anillo escolar le golpeaba la piel como un nudillo de bronce.

"Ver a esa chica me hizo pensar, oh, eso es lo que yo viví", dijo Tara. "Vi muchas cosas de mí misma en ese video; me estremezco al pensar en aquello otra vez".

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Entre los psicólogos, el flashback de Tara se considera un síntoma de trastorno de estrés postraumático por años de abuso físico y emocional, y es uno de los muchos posibles efectos duraderos cuando se cruza la línea entre la disciplina y el abuso.

Durante mucho tiempo, los padres han usado nalgadas, azotes, manotazos o palizas para "corregir" el comportamiento de un niño. Pero a medida que las normas sociales evolucionan y más investigación sale a la luz en apoyo de métodos alternativos, la línea entre el "castigo corporal" y el maltrato infantil es cada vez más borrosa.

La polémica salió a la luz la semana pasada, cuando el video de YouTube de un juez golpeando repetidamente a su hija adolescente se volvió viral. El video es una presentación cruda de una niña llorando en una habitación oscura rogando a su padre para que deje de azotarla con un cinturón, y causó indignación generalizada.

La hija, ahora de 23 años, dijo que publicó el video para hacer ver un aspecto a su padre, quien ella sentía que estaba en negación acerca de la forma en que la trataba hace años. William Adams, un juez local de Texas, enfrenta una investigación judicial por el incidente. No enfrentará cargos criminales debido a que el estatuto de limitaciones por el delito grave de lesión a un niño ya expiró.

La "corrección física"

Las nalgadas con el pretexto de la disciplina son todavía comunes en muchos países de América. Una parte equitativa de las reacciones ante el video de YouTube contenían el sentimiento de que la disciplina física refuerza la noción de las consecuencias de las acciones.

"Los padres gastan muchas palabras en los niños. Los niños quieren lo que quieren. Muchas veces, un buen azote en las nalgas comunica las palabras que tienes que comunicar", dijo Chad Smith, un entrenador personal, cuya madre lo golpeaba con un cinturón cada vez que se salía de la línea.

"Dicho esto, hay una diferencia entre disciplina y maltrato. La gente tiende a pensar en el abuso cuando piensan en la corrección manual, pero hay una línea ahí. Con ese video, lo que me afectó fue su edad, y el hecho de que continuó durante tanto tiempo".

A Tara, quien soportó casos prolongados o graves de violencia con el pretexto de la disciplina, el video le quitó el aliento. También la obligó a reflexionar sobre cómo su experiencia con la "corrección física" había alterado el curso de su vida.

" Sufro de ansiedad y en realidad nunca me siento segura . Me preocupo mucho por las cosas más triviales, y realmente creo que éste es el resultado de que nunca me sentía segura en mi propia casa", dijo. "Por suerte, tengo un buen terapeuta y un esposo increíble, que no tiene los mismos antecedentes que yo".

"Temía hacer lo mismo con mis hijos"

Es afortunada, porque ella, y muchos como ella, podrían buscar la familiaridad de una relación emocionalmente inestable o someter a sus propios hijos a un trato similar. Tara luchó con la perspectiva de tener hijos, temiendo que pudiera tratarlos como su padre a ella.

"No puedo decir que nunca les di una nalgada al principio, pero nunca en la misma medida que mi papá", dijo. "La terapia me ha ayudado a entender que cuando me enojo con ellos, depende de mí detenerme, y realmente pensar y poner las cosas en perspectiva. La mayoría de las veces, se basa en cosas que suceden en mi mundo que me estresan ".

Tan crucial como buscar tratamiento, era aprender a perdonar a sus padres; lo cual sigue siendo un trabajo en progreso, dijo. No se trata de excusar o absolverlos por lo que hicieron, sino comprender lo que motivó el comportamiento y empatizar con ellos.

Numerosos estudios se han realizado en los últimos años para apoyar la teoría de que las formas físicas de la disciplina hacen más daño que bien, dijo George Holden, un profesor de Psicología de la Southern Methodist University, quien ha publicado cinco libros sobre la crianza y desarrollo infantil.

"La línea entre la disciplina y el abuso es un área gris, y es también un poco fluida debido a que un padre puede comenzar usando lo que se considera que es una disciplina apropiada y razonable. Sin embargo, en el curso de segundos, puede escalar fácilmente con base en la reacción de un niño o en la rabia de los padres", dijo. "Es fácil cruzar inadvertidamente la línea, dondequiera que esté".

Lastimar a tu hijo también puede dañar la relación padre-hijo al infundir dolor y emociones negativas, dijo. Los niños que son golpeados son más propensos a ser agresivos hacia los demás, porque no conocen otra forma de comportarse.

Daño sin tocar

Cuando la fuerza física se combina con comentarios despectivos o emocionalmente abusivos, como los del video de YouTube, el daño puede ser aún mayor, dijo el psicólogo Gregory Jantz, autor de When Your Teenager Becomes the Stranger in Your House (Cuando tu adolescente se convierte en un extraño en tu casa).

"Estás degradando su personalidad, atacándolos como persona, a su carácter, su valor y valía", dijo.

Los estudios también han encontrado un riesgo elevado de enfermedad cardiaca relacionada con el trauma infantil, dijo la psicóloga Melanie Greenberg, que estudia los efectos del estrés y el trauma en la mente y el cuerpo.

"Hay evidencia de que el Adverse Childhood Experiences Study, una colaboración entre la institución Kaiser Permanentelos, y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades estadounidenses.

Tal desequilibrio puede distorsionar nuestra percepción de lucha o huida, provocando una tendencia a reaccionar de forma exagerada o magnificar las amenazas percibidas, dijo.

Denise Parker lo sabe de primera mano. Recuerda una vez que compró, para un novio, una botella de vino con una etiqueta linda que resultó saber terrible. Inmediatamente se paralizó de miedo, esperando que él le gritara o terminara con ellas.

Años de terapia le ayudaron a darse cuenta de que era la voz de su padre en su cabeza, diciéndole que era estúpida, que no era lo suficientemente buena, como cuando era joven.

"Él creía que era disciplina. Podía ser que hicimos algo mal, tiramos algo, rompimos algo, pero para mí, el castigo nunca se ajustó a lo que había pasado. Creo que todo el enojo que él tenía dentro salía en esos momentos. Cualquier cosa podía caer dentro de su necesidad de castigarnos ".

Otros patrones han sido más difíciles de romper. Su esposo, a quien golpeaban de pequeño, abusaba verbalmente de su nueva familia hasta hace algunos años, cuando ella empezó a acudir a terapia.

"Me sentía atraída hacia el asunto no resuelto con mi papá, hacia el nivel de confort con alguien que también tenía tantos problemas (pero) creía que, si me amaba lo suficiente, iría a terapia y estaría dispuesto a cambiar".

Pero él nunca lo hizo, dice Tara, agregando que aunque tienen una hija y una vida decente, no cree que dure para siempre.

"Su conducta no es para nada como la de mi papá, no hay abuso y él no le pega a mi hija, pero tampoco le da suficiente atención ", dijo. "Intento manejar la relación lo mejor que puedo, creando una vida para ella muy distinta de la infancia que tuve".

Explicar el enfado

Mantener el enojo fuera de la situación es la clave para efectivamente disciplinar a un niño, dijo la psicóloga clínica Marla Deibler, quien realiza evaluaciones ordenadas por la Corte sobre niños y familias en el sistema judicial familiar de Nueva Jersey.

"Castigas a los niños porque no quieres que lo hagan de nuevo, pero la fuerza física no les muestra lo que sí es correcto hacer , ni los educa sobre la mejor manera de enfrentar o resolver problemas", dijo. "Es crucial que entiendan por qué están siendo castigados y que el castigo se vea reforzado con emociones positivas".

Jonathan Holliday concuerda en que todo está en el enfoque. Él dice que los azotes que recibió de niño le enseñaron la diferencia entre el bien y el mal y lo hicieron sentir más respeto por sus padres.

"Después de que me daban nalgadas, pensaba dos veces antes de hacer algo", dijo el estudiante universitario, de 21 años. 

Su madre disciplinó a su hijo y su hija y siempre les explicó lo que habían hecho para provocar su uso del cinturón, dijo. Cuando los azotes terminaban, ella dejaba la habitación un momento y volvía a darles un abrazo y reiterar la lección que quería que aprendieran, explicó.

"Lo principal es que nunca nos gritó sin motivo y siempre lo respaldaba con amor", dijo. "Me daba cuenta de que odiaba hacerlo, pero nunca lo hizo por ira. Lo hizo por amor y por el hecho de que estaba preocupada por nuestras acciones. No lo hizo porque estaba enfadada, y nunca maldijo, y siempre tenía una explicación para ello".

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