Las monjas podrían beneficiarse de las píldoras anticonceptivas
Las monjas católicas hacen un voto de castidad, por lo que podría pensarse que ninguna de ellas tendría que usar pastillas para el control de la natalidad.
Sin embargo, las píldoras anticonceptivas orales tienen otros usos además de la prevención del embarazo; de hecho, expertos en bioética católica dicen que no hay conflictos inherentes en que las monjas (o cualquier otra católica) tome estas mismas sustancias por razones prescritas y terapéuticas, como por ejemplo, para tratar el sangrado menstrual abundante o la endometriosis.
Un nuevo artículo en la revista The Lancet va un paso más allá. Argumenta que las monjas “deben ser libres de usar la píldora anticonceptiva para protegerse contra los peligros de la nuliparidad”, es decir, el mayor riesgo de cáncer entre las mujeres que no tienen hijos.
Según los investigadores australianos Kara Britt y Roger Short, autores del estudio, hay cerca de 95,000 monjas en el mundo, y están pagando “un precio terrible por su castidad”: un aumento del riesgo de cáncer de mama, de ovario y uterino.
Las mujeres que nunca se embarazan tienen más ciclos menstruales ovulatorios, lo cual ha sido relacionado con el riesgo de cáncer, que aquellas que se embarazan. La investigación ha demostrado que las mujeres que dan a luz a su primer hijo a una edad temprana, que tienen más hijos y amamantan, reducen el riesgo de cáncer de mama, así como de cáncer de endometrio y de ovario. El artículo de The Lancet cita un estudio de 1969 sobre cerca de 32,000 monjas en Estados Unidos desde 1900 hasta 1954, que encontró que ellas tenían mayor probabilidad de morir de este tipo de cáncer que la población general.
Sin embargo, desglosada por edad, la tasa de mortalidad por cáncer de útero no es mayor entre las monjas que en las mujeres en general hasta los 70 años de edad; y para el cáncer de ovario, hasta los 80 años. Para el cáncer de ovario, las monjas de 80 años o más tenían una tasa de 3 por cada 10,000 muertes reportadas, y para el cáncer uterino, de alrededor de 13 por cada 10,000.
“Así que la pregunta necesaria es: ¿Vale la pena el gasto (y estos medicamentos son caros) para el tratamiento de todas las poblaciones de mayor riesgo (en este caso las monjas) con el reemplazo preventivo de hormonas para evitar 13 tipos de cáncer?”, dice Beatrice Hernández, una monja franciscana que es también una oncóloga retirada.
Britt y Short citaron dos grandes estudios, publicados en 2010, sobre los efectos de la píldora anticonceptiva oral, que muestran que reduce el riesgo de cáncer de ovario y de útero, y que no eleva el riesgo de cáncer de mama. Las mujeres que nunca habían tomado la píldora tenían un índice de mortalidad 12% mayor que aquellas que la utilizaban con regularidad.
La médico Lisa Flowers, del departamento de Obstetricia y Ginecología de la Escuela de Medicina de la Universidad Emory, dice que esta información del artículo de The Lancet merece mayor consideración. Las mujeres —incluidas las monjas— deben hablar con sus médicos acerca de este tema, con relación a su historia familiar de cáncer y su perfil médico, dijo.
“Todas las mujeres deben tener esta conversación con su médico para ver si serían candidatas potenciales, y si sería un beneficio para ellas”, dijo.
Señaló que la población de monjas podría no ser examinada con frecuencia en busca de signos de cáncer por parte de los médicos. Si las monjas ya están en un mayor riesgo, tal vez desearían considerar los posibles beneficios de los anticonceptivos orales, no sólo para la prevención del cáncer, sino también para aliviar las molestias premenstruales y menstruales.
Hernández no cree que los datos sean lo suficientemente convincentes como para recomendar que todas las monjas tomen la píldora de manera preventiva. Tampoco lo cree así John Brehany, director ejecutivo y especialista en ética de la Asociación Médica Católica. Él llamó a la píldora “una poderosa hormona que engaña al cuerpo de la mujer para pensar que está embarazada”, con efectos secundarios que incluyen náuseas, sensibilidad en los senos, cambios de apetito y dolores de cabeza.
Flowers no iría tan lejos como para decir que todas las mujeres (o todas las monjas) deben tomar la píldora. Algunas mujeres no pueden tolerar los efectos secundarios, y hay ciertas condiciones médicas, tales como presión arterial alta, que harían inadecuado el uso de los anticonceptivos orales.
Las pacientes suelen tener una prueba de tres meses de anticonceptivos orales para ver si es lo correcto para ellas, dijo.
“Probablemente necesitamos cambiar nuestra forma de pensar acerca de la píldora anticonceptiva oral, no pensar en ella sólo como una herramienta eficaz para prevenir el embarazo, sino también en su capacidad para proteger del cáncer y proteger a las mujeres de algunas de las incomodidades y los problemas médicos que se han asociado con la menstruación”, dijo.
Sin embargo, existen ciertos riesgos de cáncer al tomar la píldora también. Según el Instituto Nacional del Cáncer estadounidense, ha habido pruebas contradictorias acerca de si la píldora aumenta el riesgo de cáncer de mama. Varios estudios han encontrado que aumenta el riesgo de cáncer de hígado en poblaciones de bajo riesgo; un estudio de 2003 encontró un riesgo aumentado de cáncer cervical en las mujeres que tomaron la píldora durante largos periodos de tiempo.
Y la Dirección de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) está escuchando evidencias por preocupaciones sobre un posible aumento del riesgo de coágulos de sangre por las pastillas anticonceptivas YAZ, en comparación con otros anticonceptivos orales.