Veteranos de guerra denuncian nuevos experimentos con armas químicas
“Mi número MEDVOL es 6856. Estuve en Edgewood Arsenal de enero de 1975 a abril de 1975”.
Con esas palabras, Stephen Coffman contactó a CNN la semana pasada después de ver las historias acerca de Edgewood Arsenal, donde el Ejército de Estados Unidos realizó pruebas químicas y de fármacos ultrasecretas con soldados voluntarios.
Coffman tenía 22 años de edad cuando fue reclutado para las pruebas en Edgewood. Fue uno de los aproximadamente 7,000 soldados que participaron en el programa entre 1955 y 1975. El operador de computadora de campo del Ejército dice que en diciembre de 1974, los reclutadores de Edgewood Arsenal llegaron a Fort Campbell, Kentucky, donde estaba en servicio, y le dijeron que podría ayudar a diseñar la nueva artillería de campo del sistema informático.
En enero de 1975, se reportó en Edgewood. Su primera prueba fue de índole no química, simplemente para determinar qué tamaño de teclado se debería utilizar, dice. Una pantalla le mostraba una serie de números, y él intentaba ingresarlos usando el teclado de prueba y sus manos desnudas. Luego, repitió la tarea con guantes. Luego con mitones.
“Luego fue con una máscara de gas”, dijo Coffman. “Luego, con una máscara de gas en una cámara de gas. Luego, estaba tratando de introducir los números después de haber sido expuesto a algún gas. Mi tasa de precisión pasó de 99% con las manos desnudas a 57% con el gas”.
Las pruebas continuaron. Una en particular lo persigue hasta estos días: Recuerda haber estado en una “celda acolchada”, con sólo un tapete para ejercicios y una manta. La habitación era anaranjada, las paredes “fluían hacia el suelo como lava”.
“Recuerdo que puse el dedo en la lava y lo vi fluir alrededor de mi dedo”, dice. “Había una enfermera que entraba y tomaba muestras de sangre, de orina —tenía que esperar hasta que llegaran para evacuar—, y me daba agua. No sé cuántos días estuve allí. Perdí 3.2 kilos durante ese período perdido”.
Coffman dijo que después de esa prueba, le dijeron que se reportara al centro médico y se le mostró un pedazo de papel que él había firmado, ofreciéndose como voluntario para otros experimentos. Él no se acordaba de haberlo firmado, pero dice que era su firma.
“Me dijeron que si no hacía el experimento como había acordado, aparecería como UNSAT y sería enviado de regreso a Fort Campbell”.
UNSAT es un término militar que significa que el desempeño de la persona en servicio es insatisfactorio (unsatisfactory, en inglés). En otras palabras, el miembro en servicio no pudo completar su asignación. “No es una etiqueta que uno quiere aplicada a sí mismo”, dijo Coffman.
“Estábamos aislados y nos daban inyecciones. Escribí en secreto lo que las ampolletas decían, pero mis notas me fueron arrebatadas por un médico. Fui amenazado con castigos. Las pruebas continuaron”, dijo.
En un esfuerzo por averiguar qué fármacos le habían dado y lo que contenían sus archivos de salud, Coffman presentó una solicitud bajo la Ley de Libertad de Información estadounidense. Recibió sus registros en 1985. Demostraban que se le había dado un agente nervioso potencialmente mortal llamado gas sarín; y sus antídotos.
Según los registros, también había sido expuesto a los fármacos fisostigmina, escopalamina y 2-PAMC1, y estas fueron utilizadas “para tratar las sobredosis de inhibidores de la colinesterasa (un tóxico presente en insecticidas)”.
También se le dio una sustancia química llamada TAB. Aún no tiene idea de lo que era eso.
Coffman dice que antes de que la prueba comenzara, se le realizó un examen físico completo. Su electrocardiograma —una prueba que registra la actividad eléctrica del corazón— era perfecto, y fue calificado en perfecto estado de salud.
“De acuerdo con el acta de Libertad de Información, fue sometido dos veces a la misma sustancia química dentro de un rango de 25 días”, dijo Coffman. “La nota del médico... señaló que dos exposiciones tan cercanas provocaron una reacción negativa en el corazón del sujeto”.
Para la mayoría de los veteranos en el programa, la estancia fue de dos meses, pero la estancia de Coffman se amplió a cuatro. Cuando su estancia en Edgewood terminó, regresó a Fort Campbell.
“Me enviaron de vuelta con la amenaza de no le digas nada a nadie, y si alguien pregunta, diles que estás bien”.
Se retiró con honores del Ejército en 1977. Pasó un año con la Guardia Nacional y se unió a la Reserva de la Guardia Costera en 1988.
En 1995, otro electrocardiograma mostró anormalidades.
Comenzó a ver a un cardiólogo privado. Una resonancia magnética reveló una obstrucción de 98% en una de sus arterias, y el cardiólogo le preguntó si había tenido alguna vez una lesión en su corazón. “Él dijo que parecía que el corazón había sido dañado pero no debido a un ataque al corazón”.
En 2007, Coffman recibió un bypass cuádruple. Hasta ahora, se pregunta si el daño está relacionado con Edgewood.
Pero a final de cuentas, el esposo y padre de dos hijos dice que no se arrepiente de su servicio.
“Creo que pude haber ayudado a salvar las vidas de otros soldados en caso de ataques químicos. Recuerdo que (el médico) que realizó las pruebas fue decisivo en la ayuda a las víctimas del ataque terrorista al metro de Tokio”, dijo Coffman. “Supongo que es como cuando un miembro en servicio va a la guerra y cae herido, pero no se arrepiente de su decisión de ir a la guerra”.
'Bomba de tiempo'
Su única preocupación, dice, es hacia sus dos hijos.
“No hay nada en el expediente acerca de los experimentos en los que me mantuvieron en la celda acolchada. Eso es lo que me gustaría saber por el bien de mis hijos. Teniendo en cuenta que el Agente Naranja ha demostrado afectar a los hijos de los veteranos y posiblemente a la segunda generación, es como tener una bomba de tiempo que puede detonar o no”.
Esta es sólo una de las historias que CNN recibió de veteranos sometidos a pruebas en Edgewood Arsenal, en respuesta a investigaciones especiales acerca del programa de pruebas químicas ultrasecreto del Ejército estadounidense durante la Guerra Fría.
Buck Conder, de 70 años, dijo que se ofreció como voluntario en Edgewood en 1964. Recuerda que se puso una bata de hospital, se acostó en la cama y vio llegar a seis o siete médicos a su cabecera con máscaras de gas. Le pusieron una gota de líquido en el interior de su antebrazo.
“Lo que sea qué pasó, no tengo ni idea. Me desperté en la misma cama 24 horas más tarde", dijo Conder.
En 2000, Conder recibió una llamada notificándole que había sido expuesto al gas sarín.
Conder, quien dice que fue herido mientras sirvió durante dos estancias en Vietnam, tiene una enfermedad sanguínea y una condición cutánea relacionada que atribuye a la exposición química en Edgewood. Conder también dijo que era más nervioso e irritable después de sus dos meses de servicio temporal en la base de Maryland.
Jeff Jefferson fue a Edgewood en 1966 para estar más cerca de su casa en Reading, Pennsylvania. Recuerda haber recibido una inyección un lunes, y haber “despertado” el miércoles. En el último año o dos, dice Jefferson, solicitó sus registros y se enteró de que había sido expuesto al BZ, un agente incapacitante.
Jefferson dice que recuerda poco de lo que sucedió mientras se encontraba bajo la influencia del BZ, pero él cree que fueron a un campo de tiro, porque su pulgar estaba herido, al parecer por quedar atrapado en la culata de un rifle M1. Jefferson, ahora de 65 años, dice que su salud ha sido buena.
El médico James Ketchum, un exinvestigador de Edgewood, discrepó con el veterano Tim Josephs, quien dijo que fue obligado a tomar parte en las pruebas después de llegar a Edgewood.
“Nadie fue obligado a participar, ni se les dijo que iban a ser castigados o encarcelados si optaban por no participar”, comentó Ketchum en CNN. “Aquellos que participaron recibieron cartas de recomendación y todos recibieron evaluaciones médicas completas antes y después de estar en el programa”.
Gordon Erspamer, el abogado que presentó una demanda en búsqueda de atención médica para los veteranos de Edgewood, dijo que la historia de Josephs no es única. Varios veteranos de Edgewood le han dicho que sus superiores amenazaron con repercusiones a los soldados que se retiraban:
“Vas a tener una baja por mala conducta, o vamos a reportarte y enviarte de vuelta, y vamos a enviarte directo a Vietnam”, dijo Erspamer.
'Era fácilmente influenciable'
Michael Cooney, de 62 años, era todavía un adolescente cuando comenzó su periodo de dos meses en Edgewood.
“Desde que tenía sólo 19 años, era fácilmente influenciable, y quería cumplir con mi deber patriótico”, dice. "No tengo ni idea de lo que me inyectaron ya que no puedo recordar mucho de mis dos meses allí”.
Cooney dijo que desde que fue dado de baja del Ejército, recibe una encuesta entre cada cinco y 10 años preguntando qué tal está su estado de salud.
“Siempre he respondido, pidiéndoles un examen físico y una solicitud para saber lo que probaron en mí”, dijo Cooney. “Esas preguntas nunca fueron contestadas”.
Él sabe que fue inyectado con atropina y se le aplicó gas lacrimógeno. Dice que aunque no está en perfecto estado de salud, no culpa a Edgewood Arsenal, pero siente que el gobierno debe asumir la responsabilidad por los perjudicados.
Afirma que lo volvería a hacer.
“Soy patriota, pero no me envíes a una guerra sin armas, y si regreso herido, cuida de mí. Me ofrecería como voluntario en un momento si fuera necesario, pero es necesario que exista la responsabilidad del gobierno en el otro extremo”.