Travesía por la vida, la carrera con causa de una mujer por todo el mundo
Norma Bastida cree que nada es imposible. Víctima de violencia desde muy pequeña, dice que por miedo y vergüenza ocultó el abuso hasta que pudo “romper con el silencio” y atravesar corriendo medio continente y mostrar, a quienes han perdido la esperanza, que pueden seguir adelante.
Ultramaratonista y escaladora desde hace más de cinco años, Norma decidió en abril pasado emprender una nueva aventura deportiva, esta vez con el propósito de contribuir al fin de la violencia contra las mujeres.
“Cuando empecé a competir, algunas personas me preguntaron de qué huía. Lo que no sabían es que yo estaba corriendo hacia algo. Estaba lista para enfrentar mi pasado”, escribe en un fragmento de lo que será su primer libro, que planea publicar en los próximos meses.
Esta madre soltera de 44 años vive en Vancouver, Canadá, y desde que empezó su carrera atlética ha conquistado varias metas deportivas , entre ellas el Maratón de Boston, el ultramaratón Sinster Seven (correr 148 kilómetros en 7 días) y el ultramaratón Sahara Race (250 kilómetros también en 7 días). Estos triunfos, alcanzados en 2008, le ayudaron a darse cuenta de que podía ser “lo que quisiera” y enfrentarse con su pasado como víctima de la violencia.
Hija de un padre alcohólico, Norma dice que padeció violencia familiar. “Tenía que enfrentar” su situación, y la única manera de hacerlo “era hablar al respecto. Quería decirles a otras víctimas de violencia, que yo también lo fui, pero aún así vencí hasta las cumbres más altas. No hay razón para perder la esperanza".
De ahí nació el proyecto Running home (Corriendo a casa): una ruta desde Vancouver hasta su natal, en Sinaloa, al noroeste de México, a donde llegó este domingo. Cada día se levantaba a las cuatro de la mañana y a las cinco empezaba a correr. En Canadá y Estados Unidos, corría alrededor de 50 kilómetros al día. En México, dice, ha corrido por lo menos lo equivalente a un maratón, es decir, unos 42 kilómetros diarios.
Cuenta que decenas de personas se le unían en algún tramo del trayecto, para apoyarla, felicitarla, o para compartir su propia historia de violencia; “me he encontrado con muchos héroes silenciosos, que aunque no están al frente o no han dado la cara, luchan todos los días para acabar con este problema”.
El punto de quiebre
La historia de Norma como deportista inició en 2007, cuando a su hijo Karl, de 12 años entonces, le detectaron distrofia de conos y bastones, una enfermedad ocular degenerativa incurable que podía hacer que su hijo se quedara ciego. “Estaba desesperada porque veía a mi hijo sufrir y no sabía cómo ayudarlo. Como no podía dormir, me salía a la calle. Correr fue lo que hice para llegar al límite cuando sentí que el dolor se volvía insoportable. Pero cuando regresaba, lo hacía con una mentalidad diferente; pensaba que sí lo iba a poder hacer”.
Cansada de que la gente le dijera que la enfermedad de su hijo no tenía solución, decidió inscribirse a una competencia de 125 kilómetros, llamada Carrera de la Muerte, que se realiza cada año en Alberta, Canadá, en donde los participantes corren sin parar a través de las montañas rocosas canadienses. Alrededor de 200 corredores élite de todo el mundo participan en esta carrera, una de las más difíciles. Norma pidió a sus amigos que por cada kilómetro que completara, la apoyaran con algo de dinero. Logró correr 94 kilómetros y el dinero recabado lo donó a la Foundation Fighting Blindness (Fundación de lucha contra la ceguera), en Canadá, que busca encontrar la cura para enfermedades de los ojos.
“Me di cuenta que (correr) era algo positivo”, explica la ultramaratonista a quien Oprah Winfrey eligió para su programa como una de las siete “Madres Extraordinarias”, al lado de la Secretaria de Estado Hillary Clinton y la periodista Christiane Amanpour, en mayo de 2011.
En 2009 Norma completó el reto 777 Run for Sight (777 Carrera por la vista): siete ultramaratones, en siete países, en siete meses; corriendo a través de desiertos y selvas. Recorrió 1,272 kilómetros con 14 pares de tenis, y a cambio obtuvo 150 mil dólares en apoyo a las personas con enfermedades oculares. También completó el reto de ascender las cumbres más alta de cada continente, entre ellas, el Everest, el Kilimanjaro y el Aconcagua.
Cuando le diagnosticaron la enfermedad a su hijo, correr se convirtió en un escape. Ahora, con su travesía, Norma trata de transmitir a las víctimas de la violencia que “con los años he comprendido que nada ni nadie, a excepción de mi actitud, me puede salvar o terminar conmigo. No tengo ningún control sobre las cosas o las personas. La única cosa que puedo manejar es mi actitud y las decisiones que tomo”.
En México, Norma está apoyando a la Red Binacional de Corazones , una organización de la sociedad civil para prevenir y atender la trata de personas.
Problema de todos
La trata de personas “es la captación, transporte, traslado, hospedaje o recepción de una persona por medio de la fuerza, amenaza o fraude, con fines de explotación comercial sexual o laboral”, explica la Red Binacional de Corazones, la cual la considera la esclavitud moderna.
La trata de personas ocupa el tercer lugar como actividad lucrativa en delitos internacionales en el mundo, sólo después del narcotráfico y la venta de armas, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
27 millones de personas en todo el mundo han sido víctimas de explotación laboral, sexual o comercial en los últimos años, de acuerdo con el Reporte sobre Trata de Personas (TIP) elaborado por el Departamento de Estado de Estados Unidos.
Entre 600,000 y 800,000 personas en el mundo son objeto de trata y movilizadas cada año a través de fronteras internacionales, según un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos de 2007.
79% de la trata de personas en el mundo tiene fines de explotación sexual, según el Departamento de Drogas y Crimen de la ONU.