Cómo influye nuestro cerebro para definir qué es arte y belleza
Pablo Picasso dijo alguna vez: "Sabemos que el arte no es verdad. El arte es una mentira que nos hace percatarnos de la verdad, al menos la verdad que se nos da a entender. El artista debe conocer la manera en la que convence a otros de la verdad de sus mentiras".
Si no creyéramos la "mentira" del arte, obviamente no habría galerías o exhibiciones, no habría libros de texto de historia del arte o curadores; no habría pinturas en las cuevas o estatuas egipcias ni Picasso. Sin embargo, como especie estamos de acuerdo en que es posible reconocer cosas familiares en el arte y que el arte puede ser placentero.
Para explicar por qué, no debes ver más allá de tu cerebro.
El cerebro humano está conectado para que podamos darle sentido a las líneas, colores y patrones en un lienzo. A lo largo de la historia humana, los artistas han descifrado formas para crear ilusiones como la profundidad y el brillo, que en realidad no están allí, pero hacen que las obras de arte parezcan más reales.
Y aunque los gustos individuales son variados y tienen influencias culturales, el cerebro también parece responder fuertemente a ciertas convenciones artísticas que simulan a lo que vemos en la naturaleza.
Lo que reconocemos en el arte
No hace falta decir que la mayoría de los dibujos y pinturas, desde un punto de vista objetivo, son de dos dimensiones. Sin embargo, nuestras mentes reconocen inmediatamente si hay una representación clara de aspectos familiares de la vida diaria, como personas, animales, plantas, comida o lugares. Y varios elementos del arte que damos por sentado engañan a nuestros cerebros a interpretar un significado de lo arbitrario.
Líneas
Por ejemplo, cuando ves la habitación donde estás, no hay líneas negras que tracen todos los objetos a la vista; sin embargo, si alguien representara con un dibujo en líneas tus alrededores, probablemente podrías identificarlas.
Este concepto de dibujos de líneas probablemente provenga de un antepasado humano que al dibujar líneas en la arena se percató que parecían un animal, dijo Patrick Cavanagh , profesor en la Universite Paris Descartes, en Francia.
"Para la ciencia, simplemente estamos fascinados por este proceso: por qué las cosas que no son reales, como las líneas, tendrían ese efecto", dijo Cavanagh. "Los artistas hacen los descubrimientos y nosotros desciframos por qué funcionan esos trucos".
Que el dibujo de líneas de un rostro sea reconocido como un rostro no se limita una cultura. Los niños y los monos pueden hacerlo. Las personas de la Edad de Piedra hicieron dibujos con líneas; los egipcios también esbozaron sus figuras también.
Resulta que estos bosquejos aprovechan los mismos procesos neuronales que los bordes de los objetos que observamos en el mundo real. Las células individuales en el sistema visual que recogen bordes oscuros también responden a las líneas, dijo Cavanagh. Nunca sabremos quién fue la primera persona en crear el primer "bosquejo", pero él o ella abrió el camino para nuestra cultura visual entera.
Rostros
Esto nos lleva a los emoticones modernos.
Todos concuerdan con que esto :-) es una cara feliz de lado, incluso aunque no parezca ninguna persona en particular y tenga solo las mínimas características faciales. Nuestros cerebros tienen una afinidad especial para los rostros y para encontrar representaciones de ellos (algunos dicen que ven a un hombre en la Luna, por ejemplo). Incluso, según varios estudios, los niños prefieren patrones parecidos a los rostros que aquellos sin forma.
Esto tiene sentido desde una perspectiva evolutiva: beneficia a los bebés a establecer un lazo con sus cuidadores desde el principio, explicó Mark H. Johnson en un artículo de 2001 en Nature Reviews Neuroscience .
Nuestros ancestros humanos primitivos necesitaban estar a tono con los animales a su alrededor; aquellos que estaban más conscientes de potenciales predadores serían más propensos a sobrevivir y pasar sus genes.
Así que nuestros cerebros fácilmente encuentran rostros en el arte, incluidas pinturas impresionistas donde éstos son construidos con líneas coloreadas o manchas discretas de color. Esta "información ordinaria" puede generar respuestas emocionales, incluso sin estar consciente de ello, escribieron Cavanagh y David Melcher en el ensayo Pictorial Clues in Art and in Visual Perception.
Patrik Vuilleumier, de la Universidad de Ginebra, y sus colegas descubrieron que la amígdala, una parte del cerebro involucrada en las emociones y en la "reacción de lucha o huída", responde más a fotografías borrosas o rostros que demuestran miedo que a imágenes sin alterar o claramente detalladas. Al mismo tiempo, la parte de nuestro cerebro que reconoce los rostros está menos activa cuando las caras son borrosas.
Cavanagh explica que esto puede significar que estamos más activos emocionalmente cuando la parte orientada a los detalles de nuestros sistema visual está distraída, como en las obras impresionistas donde los rostros son irrealmente coloridos o manchados.
Color vs. luminancia
Los artistas también juegan con la diferencia entre el color y la luminancia.
La mayoría de las personas tiene tres tipos de conos en la retina del ojo: rojo, azul y verde. Sabes qué color estás viendo debido a que tu cerebro compara las actividades en dos o tres conos. Un fenómeno diferente, llamado luminancia, integra las actividades de los conos juntos como una medida de cuánta luz parece pasar a través de un área determinada.
Generalmente, cuando hay contraste en el color, también hay contraste en la luminancia, pero no siempre. Margaret Livingstone , profesora de Neurobiología en la Universidad Harvard, en Estados Unidos, exploró la pintura Impression Sunrise, de Claude Monet, que presenta un sol brillante sobre el agua. Aunque el sol naranja parece brillante, objetivamente tiene la misma luminancia que el fondo, encontró Livingstone.
Entonces, ¿por qué parece tan brillante para el ojo humano?
En una conferencia de 2009 en la Universidad de Michigan, Livingstone explicó que hay dos corrientes de procesamiento importantes para nuestro sistema visual, a los cuales llama las corrientes del “qué” y el “dónde”.
La del “qué” nos permite ver en color y reconocer rostros y objetos. La del “dónde” es una más rápida y menos orientada a los detalles, pero nos ayuda a navegar en nuestro ambiente, pero es insensible al color.
Cuando nuestros cerebros reconocen un contraste de color pero no un contraste de luz, a eso se le llama “luminancia igual” y crea un aspecto de calidad brillante, dijo Livingston. Y eso es lo que ocurre en la pintura de Monet.
A menudo, los artistas juegan con la luminancia para dar la ilusión de tres dimensiones, debido a que el rango de luminancia en la vida real es mucho más grande de lo que puede ser retratado en una pintura, indicó Livingstone. Al colocar sombras y luces que no estarían presentes en la vida real, las pinturas pueden engañar al ojo para que perciba profundidad.
Por ejemplo, las pinturas medievales retrataron a la Virgen María en un vestido azul oscuro, por lo que se ve plana. Sin embargo, Leonardo da Vinci revolucionó su apariencia al añadir luces extra para contrastar con los oscuros.
El resultado final: para engañar al cerebro a que piense que algo es tridimensional y parecido a la realidad, los artistas añaden elementos (luces y sombras) que no estarían representados en la vida real pero que aprovechan nuestras sensibilidades visuales conectadas.
La sonrisa de Mona Lisa
La Mona Lisa es sin duda una de las obras de arte más famosas del mundo: el rostro de la mujer en la pintura es icónico.
Da Vinci dio a su expresión facial una cualidad dinámica jugando con una discrepancia que existe en nuestros sistemas de visión centrales y periféricos, explicó Livingstone.
El sistema visual humano está organizado para que el centro de la mirada esté especializado para cosas pequeñas y detalladas, y la visión periférica tiene una resolución más baja; es mejor en cosas grandes y borrosas.
Por eso, a medida que tus ojos se mueven alrededor del rostro de la Mona Lisa, su expresión parece cambiar, dijo Livingstone. La mujer fue pintada para que al ver directamente a la boca pareciera sonreír menos que cuando la ves a los ojos. Cuando te apartas de su boca, tu sistema de visión periférica recoge las sombras de sus mejillas que parecen extender su sonrisa.
Las fotografías de mosaicos también toman ventaja de esta diferencia entre los sistemas visuales: con tu sistema visual periférico puedes ver una imagen de un gato que está compuesta de fotografías individuales de gatos que son completamente diferentes.
Sombras y espejos
Desde un punto de vista científico, es posible determinar exactamente cómo se supone deben verse las sombras basándose en la colocación de las luces y cómo los reflejos aparecen en ciertos ángulos. Pero el cerebro no hace esos cálculos naturalmente.
Resulta que realmente no nos percatamos cuando las sombras en las pinturas son colocadas irrealmente, a menos que sea obvio, o cuando los espejos no funcionan exactamente de la misma forma que en la vida real, explicó Cavanagh en un artículo de 2005 en Nature .
Las sombras son coloreadas con tonos más oscuros que lo que está a su alrededor; no es notorio si la dirección de la luz es inconsistente. Incluso pueden tener la forma equivocada; siempre y cuando no parezcan opacas, ayudan a convencernos de una figura tridimensional.
Los estudios han mostrado que las personas generalmente no tienen un buen conocimiento de cómo los reflejos deben aparecer, o donde, en relación con el objeto original, dijo Cavanagh. Las pinturas con personas que ven a los espejos o con pájaros reflejados en estanque nos han engañado durante siglos.
Por qué nos gusta el arte
Hay ciertos aspectos del arte que parecen universalmente atractivos, sin importar el ambiente o la cultura en la que creciste, según V.S. Ramachandran , un neurocientífico en la Universidad de California, San Diego, Estados Unidos. Discute estas ideas en su reciente libro The Tell Tale Brain.
El hecho de que la simetría sea considerada como bella tiene una explicación evolutiva, dijo. En el mundo natural, por lo general cualquier cosa simétrica está viva. Por ejemplo, los animales tienen formas simétricas.
El atractivo en la simetría probablemente se basa en un sistema de conexión que pretende alertarnos sobre la posibilidad de una cosa viva, explicó Ramachandran.
Y luego está lo que Ramachandran llama el "principio de intensidad máxima". La idea básica es que los animales atraídos a una forma en particular estarán aún más atraídos a una versión exagerada de esa forma.
Esto fue mostrado en un experimento de Niko Tinbergen que involucraba polluelos de gaviota. En un ambiente natural, el polluelo reconoce a su madre por su pico. Los picos de la gaviota mamá son amarillos con una mancha roja al final. Así que si ondeas un pico aislado frente a un polluelo, creerá que éste es su madre y lo golpeará como una forma de pedirle de comer.
Peor incluso más sorprendente, si tienes un palo amarillo con una raya roja en él, el polluelo seguirá pidiéndole comida. El punto rojo es el detonante que le señala a su madre.
Y aquí está la parte loca: el polluelo está más emocionado si el palo tiene múltiples rayas rojas.
El punto del experimento de la gaviota es que aunque el pico real de la madre es atractivo para un polluelo, un “súper pico” que exagera al original hiperactiva su sistema neural.
“Creo que ves lo mismo en todos los tipos de arte abstracto”, dijo Ramachandran. “Parece distorsionado a la vista, pero placentero al centro emocional del cerebro”.
En otras palabras, los rostros distorsionados de artistas famosos como Pablo Picasso y Gustav Klimt pueden hiperactivar nuestras neuronas y atraernos, por así decirlo. El impresionismo, con sus pinceladas suaves, es otra forma de distorsión de formas humanas familiares y naturales.
Investigación futura: ¿podemos saber qué es el arte?
Ahora hay un campo completamente nuevo llamado neuroestética, dedicado a la base neurológica de por qué y cómo las personas aprecian el arte y la música y qué es belleza.
Semir Zeki, de la Universidad College London y a quien se le atribuye la creación de esta disciplina, dice que está multiplicándose. Muchos científicos que estudian las emociones colaboran en esta área.
Zeki explora por qué las personas prefieren ciertos patrones de puntos de movimiento sobre otros.
Sin embargo, hay varias críticas a la neuroestética como campo. El filósofo Alva Noe escribió en The New York Times el año pasado que esta rama de la ciencia no ha producido ninguna idea interesante o sorprendente, quizá por la naturaleza del arte en sí: ¿Cómo puede decir alguien definitivamente qué es?
Zeki dijo que muchos retos contra su campo están basados en la suposición falsa de que él y sus colegas tratan de explicar obras de arte.
“No intentamos explicar ninguna obra de arte”, dijo. “Tratamos de utilizar obras de arte para entender el cerebro”.
Los neurocientíficos también podemos crear arte.
Zeki tiene obras en una exhibición que abrió el año pasado en Italia llamada White on White: Beyond Malevich. La serie incluye esculturas blancas en paredes blancas, iluminadas por luz blanca y proyección de colores. Con luz roja y blanca, la sombra del objeto aparece en el color complementario (cian) y las sombras cambian a medida que tu ángulo de visión cambia.
La base biológica para este efecto de color complementario no es bien entendida, ni la profundidad de la sombra, que también es una ilusión.
¿Picasso estaba bien; el arte es una mentira? La descripción de la exhibición de Zeki en Italia puede destacar la verdad:
“Nuestro propósito es mostrar cómo la realidad del cerebro incluso prevalece a la realidad objetiva”.