La muerte es la oportunidad de renacer para los mayas
Los mayas creían en la vida después de la muerte, pues la vida era un tiempo sin fin.
“Para los mayas la vida y la muerte son complementos indispensables". La doctora dice Vera Tiesler, investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán, explica que para los mayas, la muerte no era un destino final, sino que "tienen la noción del devenir constante, por ello, hay fases de destrucción y fases de creación”.
Para ellos, cada persona tenía un corazón sagrado formado por una serie de componentes anímicos que transitaban por los espacios del cosmos, dice la especialista en cultura maya y antropología esquelética.
El corazón sagrado contiene emociones, entendimiento, estados de ánimo, valores personales, memoria y voluntad, indica el estudio Las entidades anímicas en el pensamiento maya , de Roberto Martínez González, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Estos componentes anímicos son independientes del cuerpo, no son cuantificables y se localizan en el cuerpo entero y en el aliento. "El corazón no es un elemento unitario, sino un flujo anímico capaz de difundirse por diversas partes del cuerpo".
En la muerte, algunos de estos componentes anímicos se destruyen con el cuerpo, algunos regresan el día de los fieles difuntos y otros más viajan al inframundo junto con el cuerpo físico, donde son limpiados de toda transgresión e historia personal y reinsertados en un elemento o individuo diferente para el inicio de una nueva vida, según el estudio de Martínez González, galardonado con el Premio de Investigación 2011 en Ciencias Sociales, que otorga la Academia Mexicana de Ciencias.
Roberto Romero Sandoval, maestro de estudios mesoamericanos de la UNAM, explica que para los mayas, “la muerte no significa la aniquilación”.
“En la cultura maya el hombre se concibe con un naturaleza dual, es decir, la unión del cuerpo y la identidad anímica, que se separan en el momento de la muerte para habitar en los sitios del cosmos, entre ellos el inframundo, llamado Xibalbá, que se traduce como ‘el lugar donde se desvanecen’”, dice Sandoval.
El descenso al inframundo
La vida cíclica de los mayas existe en un espacio cósmico sostenido por las ramas, tronco y raíces de una monumental ceiba o árbol sagrado, considerado por esta cultura el eje del mundo, explica Tiesler.
La ceiba es el puente de comunicación entre tres niveles de existencia: cielo, tierra e inframundo.
"El cielo es concebido como una pirámide de 13 niveles, la tierra como una plancha cuadrangular y el inframundo como una pirámide invertida de nueve cuerpos", describe Roberto Romero Sandoval, investigador del Centro de Estudios Mayas, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.
"El cielo está destinado para los que morían en la guerra y en el sacrificio y, posiblemente, a las mujeres que morían en el parto. Otro espacio era una especie de paraíso terrenal, un lugar donde había abundancia de comida y bebida, y en el centro estaba una ceiba", explica.
El Popol Vuh o libro sagrado de los mayas, describe el descenso al inframundo como un camino de pruebas a sortear, indica Romero Sandoval. Para llegar ahí, es necesario bajar por unas escaleras muy inclinadas, atravesar ríos rápidos, de sangre y de agua, y pasar por unos jícaros espinosos.
Atravesar el agua representa la destrucción, retorno a un estado original y renacimiento. Bajar al inframundo significa adquirir conocimiento, porque el inframundo un lugar fértil y acuático. Lo sacerdotes y chamanes llegaban al inframundo a través de los ríos, los ojos de agua, los cenotes , cuevas rocosas, cavernas y volcanes, precisa Romero Sandoval.
"En el último nivel del inframundo el cuerpo se desvanece y se convierte en esqueleto. Uno se vuelve como el señor del Xibalbá, como el Dios de la Muerte. El Dios de la Muerte tiene rasgos vitales, si bien es un esqueleto, tiene ojos, por lo que puede ver, conoce el mundo que habita". Contrario a los cristianos, para los mayas, lo sagrado está en interior de la tierra, donde surge la vida, y no en el cielo.
Los dioses que traen las enfermedades y muerte
Los mayas creían que el día de su muerte estaba determinado por los dioses del Xibalbá ( inframundo ). El Popol Vuh explica que incluso eran estas divinidades quienes enviaban las enfermedades que matan a los hombres, dice el investigador de la UNAM, Roberto Romero Sandoval.
Sandoval y la doctora Ana Cecilia Rodríguez Romo, experta en historia de la medicina, identificaron algunas condiciones médicas con las descripciones de las enfermedades que provocaban los dioses: “Ahalpuh y Ahalganá hinchaban a los hombres —seguramente era cuando enviaban la enfermedad de hidropesía—; les hacían brotar pus de las piernas —várices—, o les teñían de amarillo las caras —hepatitis—.
Chamiabac y Chamiaholom hacían adelgazar a los hombres, es decir, padecer anemia. Ahalmez y Ahaltocob provocaban los accidentes cuando los hombres regresaban a sus casas, y Xic y Patán causaban una muerte repentina, oprimiéndoles el pecho a los hombres hasta que vomitaban sangre —infarto al miocardio—.
El entierro
Los entierros para los mayas significaba honrar a la tierra y llevar al difunto al inframundo, para que regresará con los dioses que le dieron vida, dice Héctor Camilo Sánchez Beltrán doctor en psicología y especialista en antropología de la Universidad de Guadalajara (UdeG).
"En el entierro era el proceso donde la persona deja la vida material y regresa a la identidad anímica. A la gente común se le enterraba normalmente en el suelo de sus casas, mientras que a los jerarcas se les hacían tumbas especiales", comenta el experto de la UdeG.
Las pompas fúnebres de los jerarcas eran públicas y duraban dos o tres días. "A sus cuerpos solían sepultarlos amortajados y cubrirlos con pigmento rojo antes de ponerlos en sus tumbas. Ahí se les agregaba una abundante cantidad de objetos suntuarios, incluyendo cuerpos de personas sacrificadas".
El sacrificio humano era concebido como la máxima expresión religiosa, que permitía la intervención de los dioses y garantizar el bienestar colectivo, mientras que las ofrendas le facilitaban su tránsito al más allá y ostentaban el poder del jerarca", comenta Vera Tiesler.
Para los mayas, los huesos simbolizan firmeza, fuerza y origen, dice Romero Sandoval, por ello, los antiguos mayas realizaron diversos rituales en torno a la muerte". Uno de estos rituales, que todavía se realizar en algunas poblaciones, como Pomuch, en Campeche, es exhumar el cadáver, limpiar los huesos de sus antepasados y colocarles polvo de cinabrio. El cinabrio es un mineral hallado en la tierra que los mayas utilizan como colorante rojo. Este color representa el renacimiento, ya que se le relaciona con el Este, el lugar por donde nace el sol. Este ritual representa "la vida en el más allá, o sea, la inmortalidad”, señala el experto.