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Para que los enfrentamientos familiares y la culpa no arruinen tu Navidad

Para muchas personas, reunirse con la familia despierta sentimientos de enojo y vergüenza por discusiones pasadas
sáb 22 diciembre 2012 01:10 PM

Nota del editor: Amanda Enayati, colaboradora de CNN, escribe sobre la búsqueda de serenidad: el reto de encontrar el bienestar y el equilibrio en tiempos de tensión. Síguela en Twitter o Facebook .

(CNN) — En mi experiencia, desde Oriente a Occidente las fiestas decembrinas son universales en ciertos aspectos. 

En todas partes está la alegría, la generosidad. Los olores, sonidos, comida, el regreso a casa. Las discusiones, a veces pasivas, a veces agresivas y a veces ambas.

También los ataques de culpa.

La culpa en las fiestas se presenta de formas diferentes, desde la competitiva (“¿Por qué celebras todos los mejores días con ellos?”) hasta la personal (“No pagamos una colegiatura universitaria equivalente al costo de un castillo francés para que terminaras siendo una columnista de salud desempleada”), pasando por lo extraño (“¿Por qué tu bebé llora cada vez que me ve? ¿Qué cosas malas le dices de mí?”).

Algunos de nosotros sentimos que la culpa está presente en la mayoría de nuestras interacciones familiares durante las fiestas.

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No te preocupes: Las investigaciones demuestran que la culpa en sí puede no ser tan mala; claro, si lo que sientes en realidad es culpa.

¿Culpa o vergüenza?

Espera, ¿acaso la culpa y la vergüenza no son lo mismo?

Para nada, dice June Tangney, profesora de Psicología en la Universidad George Mason. Tagney estudia “las emociones autoconscientes”, un grupo al que pertenecen la culpa y la vergüenza junto con el orgullo y el ridículo.

Cuando la gente se siente culpable, se sienten mal acerca de un comportamiento en específico. Sin embargo, cuando sienten vergüenza, normalmente se sienten mal acerca de sí mismos, no solo creen que han hecho algo malo, sino que son malas personas y tienen algún defecto fundamental.

Cuando la gente se siente indigna, existe una sensación de encogimiento, una sensación de carecer de valor y de poder, señala Tangney en una fascinante presentación en video titulada Shame and Guilt: The Good, the Bad, and the Ugly (Vergüenza y culpa: El bueno, el malo y el feo).

La gente que siente culpa no solo se siente expuesta, sino que cree firmemente que otras personas podrían estar juzgándolos. Por eso tiende a negar, tratar de esconder y escapar de la situación.

La culpa, aunque también es un sentimiento desagradable , no es tan abrumadora como la vergüenza.

La investigación de Tangney demuestra que la gente que se siente culpable a menudo padece tensión, remordimientos y arrepentimiento y están mucho más concentrados en confesar, ofrecer una disculpa y enmendar el daño. La gente avergonzada se siente mal acerca de sí misma, dice Tangney, pero es más probable que la gente que se siente culpable piense en el efecto que tienen sus acciones en los demás.

Los estudios demuestran que la gente que es propensa a sentir culpa es más indulgente. Maneja la ira de forma más constructiva, experimenta más la empatía y tiene una mayor capacidad de tomar en cuenta la perspectiva de los demás.

Por otro lado, es más probable que quienes son propensos a la vergüenza sean rencorosos y perdonen con menos facilidad cuando se sienten ofendidos. La vergüenza también tiene una conexión especial con los sentimientos de ira y agresión y la tendencia a culpar a los demás.

La culpa

La culpa es útil si se usa sabia y cuidadosamente, señaló Tangney, “pero la cuestión aquí es: ¿de qué forma quieres que la gente se sienta mal y qué tan mal quieres que se sientan?”.

Los padres –y todos los miembros de la familia, en realidad— deberían resistir el impulso de hacer fuertes reclamos o de insinuar a sus hijos que son malas personas por algo que hicieron.

En lugar de eso, hay que dirigir la atención sobre los actos específicos, señalar las consecuencias de estos actos y concentrarse en los sentimientos de empatía hacia las personas que fueron afectadas, dijo Tangney. Dedica tiempo a lo constructivo: ¿Cómo puedes desarrollar un plan para arreglar la situación o enmendar las cosas?

¿Qué pasa si la culpa no está justificada? Por ejemplo, cuando tienes que trabajar el día después de Navidad para no provocar la ira de tu jefe gruñón.

“¡Ellos no se sienten culpables!”, advirtió Tangney. “Razona para deshacerte de la culpa. Ya hay suficientes cosas de las que debemos sentirnos culpables en realidad, errores que en verdad cometimos. Para eso es la culpa. No es para que nos sintamos culpables por las cosas por las que en realidad no somos responsables”.

Los propensos a la vergüenza

¿Por qué algunas personas son adaptables respecto de la culpa mientras que otras reaccionan con vergüenza?

“No lo sabemos con certeza, pero sabemos que la culpa y la vergüenza tienen una profunda influencia en la gente desde la primera infancia y hasta la adultez”, señaló Tangney, quien actualmente estudia las implicaciones de los sentimientos morales y la cognición en unos estudios longitudinales relacionados con la rehabilitación de los delincuentes.

Si eres propenso a sentir vergüenza, Tangney ofrece este consejo: “Gracias a mis trabajos clínicos y a mi labor docente he descubierto que a veces el solo hecho de mostrar a la gente la diferencia entre la culpa y la vergüenza y enseñarles a reconocer cuándo sienten vergüenza puede ser la diferencia. Si sientes vergüenza, reevalúa los hechos racionalmente y concéntrate en trazar un plan para arreglar las cosas”.

Tangney dice que lo que sabemos es que hay formas buenas y malas de sentirse mal. Asumiendo que esté justificada y que hayas hecho algo por lo que debas sentirte mal, entonces esa culpa que sientes puede estar perfectamente bien.

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