Dos franceses viajan por el mundo haciendo acrobacias a bordo de un velero
Desde la punta de un mástil de 14 metros de altura, Delphine Lechifflart desciende hábilmente por un largo listón blanco mientras hace piruetas por el aire antes de posarse suavemente en los brazos de su pareja.
Los dos acróbatas franceses siguen girando y balanceándose; sus siluetas voladoras se oscurecen conforme el sol desciende en el horizonte a sus espaldas.
Es una imagen suntuosa que mantiene en silencio a la multitud que se reúne, no dentro de una carpa de circo, sino a las orillas de un muelle.
Sin duda, este no es un espectáculo de acrobacias común, sino que se efectúa totalmente a bordo de un yate de 12 metros que se bambolea en puertos de todo el mundo.
“Usan el barco como si fuera un enorme aparato de gimnasia”, dijo Dwight Jones, gerente de la marina de la Bahía Elliott en Seattle, en donde se llevó a cabo recientemente el encantador espectáculo a bordo del La Lupiote .
“No podría haber un escenario más dramático: la gente puede observar desde la costa o verlo desde el agua en su propia lancha”.
Un asunto de familia
Para la pareja de acróbatas Lechifflart, de 42 años, y Frank Rabilier, de 44, su notorio yate amarillo no es un simple escenario, sino que también es el hogar flotante que comparten con sus dos hijas: Loeva, de 13 años y Ondja, de cinco.
“La mayor ha hecho algunos espectáculos con nosotros: manejó una marioneta. Sin embargo, la pequeña aún es muy joven”, dijo Rabilier.
“Les damos clases en casa y al principio de cada año regresan a Francia a presentar exámenes”.
Desde que partieron de Bretaña, en el noreste de Francia, en 2004, la inconformista familia ha viajado de puerto en puerto alrededor del mundo, ejecutan su notable acto y viven solo de donativos.
“Al final solo piden una cooperación”, explicó Jones. “La gente no puede creer que están viendo gratis esta actuación fantástica, así que en verdad genera un sentimiento de generosidad”.
Hora del espectáculo
Los ágiles acróbatas saltan por cada centímetro del barco en dos rutinas diferentes de 20 minutos en las que descienden desde la punta del mástil, se balancean en la botavara y andan de puntillas a lo largo del barandal.
El primero es un acto cómico estilo El gordo y el flaco en el que protagonizan a dos marineros torpes que corren por todo el yate al ritmo de una frenética melodía de piano.
Conforme se pone el sol, la pareja ejecuta su segundo acto más romántico: los amantes retozan tiernamente en el aire al son de una estimulante pieza de música clásica.
“En el acto romántico, hay una luz entre anaranjada y rosada a sus espaldas mientras ejecutan este hermoso ballet en las jarcias”, dijo Jones.
“Realizan todo el acto sin una red de seguridad. Es algo que nunca has visto antes. La gente regresaba todos los días a verlos”.
Eleven anclas
El atrevido dúo empezó a tomar clases de arte circense cuando estudiaban la universidad en París y en 1999 fundaron su propia compañía de acrobacias, llamada La Lupiote, que en francés antiguo significa “lucecita”.
Actuaban en teatros y en las calles, pero soñaban con salir de gira, más precisamente con hacerse a la mar.
“Ambos navegamos con nuestros padres cuando éramos jóvenes”, explicó Lechifflart. “Ese era nuestro sueño, viajar por el mundo a bordo de un barco”.
En el 2000 compraron un yate a medio construir y dedicaron los siguientes cuatro años a alistarlo para navegar.
Una vez en el agua, la pareja pasó un año experimentando y refinando su singular acto inspirado en el agua.
“La primera vez que lo intentamos, me salieron muchos moretones”, dijo Lechifflart. “Es mucho más complicado que trabajar en tierra”.
“Tienes que trabajar con el clima, el viento, las olas… el bote se mueve constantemente”.
Circonavegación
El estilo de vida nómada de la familia los ha llevado a viajar por Europa, América y ahora Nueva Zelandia, en donde se presentarán durante el mes próximo.
Después de eso, ¿quién sabe? La despreocupada pareja tiende a surcar los mares en la dirección que desean y viven con cerca de 800 dólares al mes.
“No viven con lujos, pero aman lo que hacen”, dijo Jones.
“Tienen una perspectiva de la vida diferente a la de la gente que trabaja de 9 a 5… no saben dónde estarán al día siguiente y eso es digno de respeto”.
Además, al igual que las caravanas de circo de antaño, la familia de acróbatas orientará su “lucecita” hacia el horizonte en busca de su próxima aventura.