El 'amor' de mamá, una de las caras de la obesidad infantil
A los 10 años, Antonio pesaba 75 kilos y medía aproximadamente 1.50 metros. "Mis papás creían que darme comida sin límites era sano, y que un niño gordo era la persona más saludable del planeta", dice. Recuerda que cuando era su turno de ir a la tortillería, compraba kilo y medio, porque de regreso a casa se comía 500 gramos.
Pasaba las tardes viendo televisión y comiendo cereal con salsa catsup. "Para mis papás yo era un niño feliz, mientras yo estaba endemoniadamente angustiado. Comer calmaba mi ansiedad, pero era niño obeso y me la pasaba jalándome la camisa para que no se me vieran las chichis (mamas)", dice Antonio, quien pidió no ser identificado con su verdadero nombre.
En México, el 9.7% de los niños menores de 5 años y el 34.4% de los niños de 5 a 11 años de edad tienen sobrepeso u obesidad, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 .
El problema del sobrepeso infantil es multifactorial e intervienen las emociones, la genética, la cultura y la familia, según especialistas. "Pero el problema central es que el niño cada vez más aumenta su consumo de alimentos calóricos y se mueve menos", dice Edgar Manuel Vázquez Garibay, director del Instituto de Nutrición Humana de la Universidad de Guadalajara (UdeG).
Los problemas alimentarios tienen sus raíces en casa, particularmente en la mesa, dice Irma Gabriela Navarro Machuca, psiquiatra infantil del Hospital Civil de Guadalajara.
Antonio recuerda: "Mis padres querían darme amor, y me daban comida, pero no un abrazo".
"Las madres para premiar a sus hijos los sobrealimentan como una forma de sustituir las carencias que ellas tuvieron", dice Navarro.
La psiquiatra explica que en ocasiones las emociones se proyectan en la comida: la mesa se vuelve el campo de batalla donde la madre exige a los niños comer todo lo que les sirve. "A veces se cree que el niño que come bien es el que le agradece a la madre el esfuerzo de haberle hecho de comer".
Pero eso puede generar sobrepeso, según un estudio publicado por la Universidad de Minnesota. “La presión parental a la hora de comer elimina la capacidad de un niño para responder naturalmente a su propia hambre (...) En su lugar, los alienta a responder a las señales de su entorno ”, según el estudio.
Lo recomendable es ofrecerle un menú equilibrado al niño , según los especialistas, y darle la oportunidad de tener más actividad física.
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Un segundo factor es el ambiente social donde se desarrollan los niños . "El crecimiento urbano en ciudades como México, Monterrey y Guadalajara ha obligado a que las familias vivan en pequeños condominios con nula actividad física, especialmente para los niños que no salen a la calle por los problemas de inseguridad o porque sencillamente no hay espacios (públicos) para ellos", dice Vázquez Garibay, postdoctor en pediatría por la Universidad de Iowa, Estados Unidos.
Ello, aunado "a la sobreoferta de alimentos de alta cantidad energética sobre todo ricos en hidratos de carbono, grasas saturadas y el consumo en exceso de refrescos embotellados, son algunas de las causas que dan como resultado altos índices de sobrepeso y obesidad infantil", agrega.
Seis de cada 10 hogares mexicanos consumen refrescos , los cuales constituyen el tercer alimento en el que más se gasta, tan solo por debajo de las tortillas y la leche, según la Procuraduría Federal del Consumidor.
" La solución es invertir la ecuación : consumir menos refrescos y alimentos calóricos y hacer más ejercicio", comenta Edgar Manuel Vázquez Garibay, director del Instituto de Nutrición Humana de la Universidad de Guadalajara.
Y así lo hizo Antonio, quien después de padecer obesidad a los 12 años comenzó a jugar voleibol por lo menos 4 horas al día.
"Fue un cambio total en mi mente, en mi cuerpo, en mi autoestima. En dos meses bajé 20 kilogramos. Una vez que me vi delgado jamás quise estar obeso. Mis papás me llevaron al doctor porque pensaron que estaba enfermo y yo por primera vez estaba sano", dice Antonio, de 38 años, quien actualmente es instructor personal de un gimnasio.
La mesa es un campo de batalla
"Mi mamá me amarraba a la silla con un fajo. No podía levantarme de la mesa hasta que me terminará el último chícharo. Comenzaba a comer a las 2 de la tarde y ya a las 8 de la noche la comida se me juntaba con la cena. Eran cerros de comida que me daba", recuerda Silvia, que también prefirió ocultar su nombre real y padece bulimia.
La anorexia y bulimia son trastornos de la conducta alimentaria. "Sus causas son multifactoriales e intervienen elementos biológicos, psicológicos, sociales, culturales y familiares. Todos entran al juego para que se gesten", describe David Luna, psiquiatra del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz.
Una de los orígenes de estos trastornos es "la internalización de un ideal de delgadez", ya que "en la infancia o preadolescencia se dan cuenta de su propio cuerpo sobre los demás, y de manera equivocada empiezan a internalizar que un cuerpo delgado está asociado al éxito o la belleza", y uno obeso lo asocian con tristeza y angustia, explica Luna, especialista en trastornos de la conducta alimentaria del Instituto Prado .
Otro factor de la anorexia y la bulimia es el sobreinvolucramiento de los miembros de la familia, explica. "La expresión de las emociones tiene que ver cómo nosotros nos integramos como individuos y concebimos nuestro cuerpo. Si hay una alta emoción expresada o demasiada agresión y violencia dentro de la casa, tiene que ver con la manera como veo mi propio cuerpo. O si hay una emoción inhibida, también termina repercutiendo en la manera en que me comporto frente a los alimentos y concibo mi figura", comenta David Luna.
Silvia recuerda que cuando era una niña odiaba el momento de la comida. Explica que dejó de comer poco a poco, pero sus padres eran tan insistentes que, para evitar regaños, comía y luego vomitaba. "Era una forma de controlar algo de mi vida, ellos todo querían controlar, todo mi mundo", dice.
Navarro, especialista en psiquiatría infantil por el Hospital Juan N. Navarro dice que "las mamás muy controladoras (...) los hostigan con la ingesta de alimentos. El alimento es una manera que los niños tienen de controlar o desquitarse de esas situaciones que sienten con la relación materna. Porque nadie puede controlar lo que entra a nuestra boca".
Luna indica que el tratamiento para estos trastornos es multidisciplinario, ya que se requiere apoyo nutricional, psiquiátrico y psicológico y terapia conductual.
Aproximadamente 1.6% de las personas entre 18 y 65 años padece bulimia nerviosa, según los datos más recientes presentados en el estudio Prevalencia de Trastornos Mentales y Uso de Servicios: resultados de la encuesta nacional de epidemiología psiquiátrica en México, 2000.
La falta de alimento también 'engorda'
La desnutrición crónica infantil en niños menores de 5 años es otra de las alteraciones de la salud que a la larga provoca obesidad, comenta Vázquez Garibay.
En México el 18% de los menores de 5 años presenta bajo peso, baja talla o desnutrición aguda, según Ensanut. La gran mayoría de ellos pasará por el fenómeno llamado "transición nutricia", dice Vázquez Garibay.
"Son niños que tuvieron problemas de insuficiencia alimentaria en los primeras 5 años de vida y a partir de la etapa escolar comienzan a aumentar de peso por el consumo excesivo de hidratos de carbono, frituras, grasas y azúcares. Fácilmente desarrollarán desórdenes metabólicos, resistencia a la insulina, diabetes , hipertensión y enfermedades coronarias", dice. "Son candidatos potenciales a ser obesos cuando pasen a otras edades".