Antes de bajar 131 kilos, "cada latido de mi corazón dolía"
Una imagen vale más que mil palabras; pero para Christie Morgan, no valía la pena recordar esas palabras.
Cuando fue forzada a posar para fotografías en la fiesta de cumpleaños número 16 de su sobrina en 2008, se percató de cuánto sobrepeso tenía. Si no hacía un cambio drástico, s abía que no viviría para ver los hitos familiares futuros .
En ese momento, pesaba 182.7 kilogramos.
Debido a su talla, luchaba con actividades comunes en su vida diaria. No podía caminar más que algunos pasos en su propia casa, no podía salir de un automóvil y no cabía en los asientos de los aviones.
“Lo juro, cada latido del corazón dolía”, dice Morgan. “Cualquier momento podía ser el último, y sentía que una mañana simplemente no despertaría”.
Morgan creció en una familia grande en la que cada ocasión se centraba en la comida. Cada cumpleaños, aniversario, graduación o logro era una excusa para consumir auténtica comida italiana.
Quería ser un modelo a seguir para su hija Brielle, quien ahora tiene 18 años, pero dice que era difícil forzar una dieta saludable cuando no seguía una ella misma . Cuando Brielle tenía días de padres y maestros en su escuela, Morgan se negaba a asistir porque no quería avergonzar a su hija al ser “la mamá con sobrepeso”.
“Cuando eres tan grande y tan miserable en tu cuerpo, te sientes como un fracaso para tus hijos, tus padres y la sociedad”, dice Morgan.
Los médicos le dijeron que la única forma de perder suficiente peso para tener un IMC saludable era a través de una cirugía de bypass gástrico.
Sus amigos constantemente le decían que no tendría tanto éxito si no recibía ayuda profesional.
Morgan dice que consideró ambas cosas, pero al final quiso perder los kilogramos por su propia cuenta naturalmente.
“Tenía la percepción de que al ver a las personas que se hacían la cirugía, sus cuerpos cambiaban, pero no eran del todo saludables”, dice Morgan. “Podían comer la comida chatarra, solo que no tanto”.
En el pasado, había intentado casi toda dieta que conocía.
“O fallaba las dietas, o estas me fallaban a mí, simplemente no lo sé”, dice Morgan.
Así que decidió ver la pérdida de peso como un reto para sus médicos y para ella, no como un castigo. Días después de ver imágenes de la fiesta de cumpleaños, Morgan se sentó y estableció un plan de alimentación.
Tomó elementos de otras dietas y su conocimiento de las clases de nutrición que tomó en la universidad y creó su propio plan de dieta. Carnes magras y pescado, frutas y vegetales frescos, barras KIND y agua ilimitada son esenciales durante el día.
Morgan dice que no quería sentirse privada como se sintió con otras dietas; quería una forma de comer más sanamente y sentirse llena al mismo tiempo.
“Amo cocinar y entretener”, dice Morgan. “Necesitaba encontrar una forma de cocinar mis comidas favoritas más saludablemente, no eliminarlas completamente”.
Dice que el ejercicio fue un reto al principio, pero comenzar lentamente le permitió mantener metas realistas.
“El primer día de ejercicio rompió una máquina Total Gym porque excedí el límite de peso”, dice Morgan. Así que se mantuvo alejada del gimnasio para evitar ser ridiculizada por extraños.
“No se trata de invertir en suplementos, membresías de gimnasio, programas o planes de dieta”, dice. “Para mí se trató de invertir en mí misma, mi salud, mi mente y mi cuerpo”.
En dos años, Morgan perdió un total de 131 kilogramos. Ahora pesa 52.
Dice que al ver las fotografías, puede ver la tristeza en sus ojos. La sonrisa en su rostro era una fachada para ocultar cómo se sentía realmente sobre su cuerpo.
“La perfección es saber que soy lo mejor que puedo ser en todos los sentidos”, dice. “Y ahora ya no soy una observadora de la vida, sino una participante”.