Cinco consejos que salvarán tu boda (y tu salud mental)
Nota del editor: Kat Kinsman es editora del blog culinario de CNN, Eatocracy. Tras planear su boda en menos de tres meses, tiene mucha sabiduría nupcial para compartir.
(CNN)— Cuando te casas, idealmente, es para siempre. Es un acto de todo corazón y maravilloso, pero también te deja con una amplia y extraña base de conocimientos que (esperemos) no volverás a usar.
Mi esposo y yo planeamos nuestra boda en un lapso de 83 días y todos coinciden en que las cosas salieron bastante bien, tanto para nosotros como para los invitados. Se entablaron amistades, se degustaron alimentos y bebidas, se concibió un bebé (no el nuestro) y todos quedaron agotados de bailar, con resaca y tan felices que nos preguntaron si seríamos tan amables de considerar organizar una reunión para conmemorar la boda al año siguiente.
También recibí un curso relámpago para manejar el estrés, templar mis expectativas, apoyarme en la gente que nos quiere y en toda suerte de cuestiones sentimentales que las lustrosas revistas de novias no necesariamente contemplan. Seis años y medio más tarde (¡y seguimos con paso firme!), estos consejos tal vez sean una adición útil al baúl de deseos de una futura novia o novio.
1. Cede ante el caos
Tal vez se derrita el cisne de hielo, el equipo de sonido podría fallar, quizá lluevan sapos… pero pase lo que pase estarás tan casada como si todo hubiera salido como lo planeaste.
Pasé incontables horas dándole demasiada importancia a unas pequeñas tarjetas escritas a mano para las mesas, decorando candeleros, investigando sobre tamaños de guantes y repasando todos los desastres naturales que podían evitar que nuestros seres queridos asistieran a nuestra boda. Eso solo sirvió para estresarme y distraerme del verdadero propósito del día: casarme con el hombre que amo, en compañía de nuestros amigos y familiares.
Entonces, una amiga sabia y amable me dio su opinión. Me dijo que podríamos servir Tic-Tacs y té helado en el estacionamiento de un 7-Eleven y todos estarían igualmente contentos porque estarían allí para celebrar la unión de dos personas a las que aman. Aunque me seguí preocupando durante algunas horas, eso me ayudó a ver que la boda tenía más que ver con la celebración y no con la perfección.
2. Recuerda que todos están allí para apoyarte
Digamos que algo sale mal: te tropiezas con tu dobladillo y caes de cara en el pastel, te equivocas con el nombre de tu amado como le ocurrió a la princesa Diana . Si la gente se ríe, se debe a que todo es parte de la gran historia que se está desarrollando, no porque estén felices de que hayas metido la pata. Están allí porque están de tu lado y agradecen el ser parte de esta ocasión memorable; si no es así, ¿qué rayos hacen en tu boda? En serio, estudia bien esa lista de invitados y depura, depura, depura.
3. Deja que tus seres queridos te ayuden… bajo tus condiciones
Mi esposo y yo tuvimos una boda “hágalo usted mismo”, tanto para reducir costos como para darle nuestro sello a la ceremonia que marcaría el inicio de nuestra vida conyugal. Tampoco hicimos una fiesta porque era un evento un tanto íntimo y no queríamos que la gente se sintiera excluida.
Entonces, preguntamos a la gente si querían ayudarnos con cosas que no les costaran nada, celebramos sus talentos para que se sintieran felices de compartirlos y les brindamos los medios y las reglas generales para hacerlo. Dos amigos que son músicos cantaron mientras caminábamos hacia el altar, un amigo artista talló unas calabazas para decorar el exterior, mi cuñada reclutó a los invitados que estaban dispuestos a acomodar las flores que nosotros habíamos comprado y elegido y unos escritores crearon un ritual para celebrar nuestro amor compartido por la comida.
Mi mejor amiga de la universidad cuidó de nuestro amado perro y otra me sorprendió con unos versos de mi poeta favorito (Frank O'Hara). El mejor amigo de mi esposo ofició la ceremonia y dejamos que nuestros amigos con inclinaciones musicales eligieran las canciones para el baile. La gente estaba en libertad de comer, beber y estar felices.
En consecuencia, nuestros seres queridos sintieron que habían participado en nuestra boda —y en nuestro matrimonio— y eso se sigue sintiendo hasta el día de hoy.
4. Mantente despierta y pon atención
Me gustaba llamar a esto “la fuga de la novia”. Pregúntale a casi cualquier persona casada si recuerda cada detalle de su boda y recepción y es probable que su memoria esté llena de grandes fragmentos borrosos. Es un día gozoso y a menudo abrumador… y solo ocurrirá una vez.
Seguí el consejo de una querida amiga y leí el libro The Conscious Bride (la novia consciente) de Sheryl Paul. La escritora es una terapeuta que se especializa en la transición de soltería a matrimonio, de no tener hijos a ser padre y cosas por el estilo. Paul sugiere que te prepares para detenerte a tomar instantáneas mentales de lo que ocurre a tu alrededor y de cómo te sientes en ese momento para que estés extremadamente presente en tu boda.
Gracias a esto, aunque en mi mente no se reproduce cada segundo del día de nuestra boda en una repetición infinita, tengo recuerdos muy vívidos de haber pronunciado los votos, de observar el salón y ver a tanta gente que adoro reunida en un solo sitio, de las sorpresas graciosas de mis amigos y familiares, de haber bailado hasta que sentía que mis pies estaban en llamas. Aunque perdiéramos todas las fotos de ese día, esas imágenes y sentimientos estarían atrapados en mi corazón para siempre.
5. Te decepcionarás… y está bien
Después del brunch, al día siguiente de la boda, me senté en un vestidor y lloré. No tenía nada que ver con el arrepentimiento, con las dudas ni con la tristeza; me acababa de casar con mi hombre favorito en el mundo y estaba más feliz de lo que nunca había estado en mi vida.
Sin embargo, durante los meses previos pasamos la mayor parte del tiempo concentrando nuestra energía en la planeación del gozoso evento y los últimos invitados se habían despedido. Todos esos invitados a los que adoramos nunca volverán a estar al mismo tiempo en el mismo lugar; yo ya no era el centro de atención y ya no era una mujer soltera, novia o futura esposa. Era la esposa de alguien… un rol maravilloso pero ligeramente aterrador. Y era hora de asumirlo.
Lloré un poco más y dediqué un momento a despedirme de la persona soltera que conocía. Luego, respiré profundamente, me levanté, salí del vestidor y fui a buscar a mi nuevo esposo.
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