La alfabetización digital ya no se limita a mover íconos o descargar aplicaciones, sino que implica desarrollar habilidades críticas para aprender, resolver problemas y adaptarse a entornos cambiantes.
El informe El Futuro del Trabajo 2025 del Foro Económico Mundial advierte que los empleos emergentes estarán vinculados al análisis de datos, la inteligencia artificial, la automatización y otras habilidades digitales avanzadas. El organismo estima que decenas de millones de empleos tecnológicos serán creados en los próximos años, pero también alerta que quienes no desarrollen las competencias necesarias quedarán en desventaja crítica frente a los procesos de contratación y movilidad social.
La clave está en la educación
Parte del conflicto es que la formación de competencias tecnológicas llega tarde o mal. El propio informe de Salesforce evidencia que la brecha educativa se origina en la escuela y no en el mercado laboral, dando como resultado un sistema que confunde expansión con preparación.
“Integrar, desde los primeros años, cuadernos y recursos digitales con propósito es clave para cerrar brechas”, consideró Valentina Alvear Obregón, gestora de innovación y tecnologías educativas en Caligrafix, empresa dedicada a crear soluciones educativas.
Según la Royal Society of Chemistry, cuatro de cada 10 docentes ya se apoya en herramientas de IA para su labor educativa. Pero este avance no está acompañado por estructuras normativas o pedagógicas sólidas. Una encuesta global de la Unesco reveló que menos del 10% de las escuelas y universidades cuentan con políticas o guías institucionales para el uso de IA generativa en entornos académicos. La cifra expone que la tecnología ingresa a las aulas, pero los protocolos, reglas y formación docente no la acompañan.
El riesgo es evidente: la falta de lineamientos institucionales no solo genera incertidumbre entre los educadores, sino que limita el potencial formativo de estas herramientas. Organismos como la OCDE y el Banco Interamericano de Desarrollo advierten que la digitalización educativa sin políticas integrales tiende a replicar desigualdades preexistentes, beneficiando solo a quienes ya cuentan con entornos habilitantes desde sus hogares.
En última instancia, el desafío no es tecnológico, sino pedagógico e institucional. La sociedad, las escuelas y los gobiernos enfrentan la urgencia de redefinir la alfabetización digital, no como un acceso a dispositivos, sino como la capacidad de comprender, aplicar y producir con tecnología.
Solo así la promesa del “nativo digital” podrá traducirse en jóvenes verdaderamente preparados para los empleos del mañana, capaces de competir, adaptarse y crear en un entorno laboral donde la inteligencia artificial y la automatización marcarán la pauta.