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¿Por qué ha habido tantos microsismos en la CDMX?

Estudios científicos demuestran que la ocurrencia de sismos grandes desencadenan microsismos en zonas aledañas.
mar 12 diciembre 2023 01:23 PM
simulacro de sismo en la ciudad de mexico
Un simulacro de sismo en la Ciudad de México.

Sismos, microsismos y simulacros intranquilizan la psique de los habitantes de la Ciudad de México (CDMX). La percepción es que, en esta triada, no solamente el primer elemento induce al segundo, sino también el tercero al primero.

Y la conjetura tiene cierta base experimental, pues poco antes o después de los simulacros realizados en 2017 y 2022, ambos el 19 de septiembre, y en 2023, el 18 de abril, se desataron sismos de verdad. De ahí que algunos habitantes de la capital del país crean que esos ensayos inducen el movimiento del subsuelo.

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¿Los simulacros invocan sismos?

Uno de los propagadores de dicha hipótesis es José Ron, actor, quien en su cuenta de Twitter escribió lo siguiente:

“... para mí no deberían hacer simulacros, atraen la energía. Somos energía."

¿Será cierto? ¿Acaso los seres humanos contamos con la capacidad de generar terremotos a través de un vínculo mental con la Tierra?

Luis Quintanar Robles, investigador del Instituto de Geofísica, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considera que no es así.

“No hay ninguna observación científica que diga que un simulacro atraiga un sismo. Las coincidencias del 19 de septiembre, por ejemplo, hacen pensar que es una fecha fatal para México, pero no existen razones técnicas que apunten a que esto tenga que ser así”.

¿Y es cierto que ha habido más microsismos que antes en la capital?

En cuanto a la percepción de que los microsismos han aumentado en la capital del país, conviene considerar un factor clave: cada vez hay más personas en ciertas regiones de la metrópoli.

“Por ejemplo, Milpa Alta, donde dicen que casi no había microsismos, ahora dicen que hay más, pero es porque se ha poblado más. Y también en otras zonas de la Ciudad de México pasa lo mismo: con el aumento de la población, evidentemente, hay más gente que los siente”.

Otro elemento a tener en cuenta es que la capacidad para detectar los microsismos se ha incrementado de unos años para acá.

“Baste considerar que, por ejemplo, hace 20 años solo había un par de estaciones sismológicas en la Ciudad de México, mientras que actualmente ya pasan de las 150. Esto hace que cuando ocurre un movimiento inmediatamente sea detectado, y si bien la percepción de la gente está restringida a pocas cuadras o kilómetros alrededor del epicentro, los equipos los detectan a mayor distancia”, platica Quintanar Robles.

Por otro lado, ha habido investigaciones recientes que dicen que un gran sismo puede disparar actividad en otro lado que no sea la región donde ocurrió, como Quintanar lo expone a continuación:

“Esto ocurre porque se libera la energía, la cual se transmite a zonas aledañas y, en consecuencia, puede reactivar pequeñas fallas, lo cual produce sismos de magnitud más pequeña (microsismos); es lo que ha ocurrido en la Ciudad de México. Los sismos grandes, sobre todo los costeros, aquellos que ocurren en Oaxaca o en Guerrero, pueden desencadenar la activación de esas pequeñas fallas”.

Quintanar agrega que hay literatura científica en la cual se lee que después del sismo de 1985 se dispararon pequeños sismos en el Valle de México, y lo mismo pasó con el sismo del 19 de septiembre de 2017. Siempre hay que ponderar efectos disparadores de sismicidad en el Valle de México por sismos de magnitud mayor de 6, dentro del territorio, en las zonas costeras.

“Mientras que el sismo del 19 de septiembre de 2022, qué ocurrió en las costas de Michoacán, disparó los pequeños eventos que sucedieron a finales de año y, posiblemente, también los de inicios de 2023”.

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¿Por qué tiembla tanto en la CDMX?

Primero es fundamental entender que la topografía del subsuelo de la Cuenca de México (Valle de México) no es llana (plana), sino que presenta altos (pilares) y bajos (cuencas) topográficos, de acuerdo con Óscar Campos Enríquez, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, quien precisa que en algunos casos la transición entre los pilares y las cuencas se da de manera abrupta a lo largo de fallas.

“A raíz del terremoto de 1985, Pemex realizó estudios encaminados a determinar la estructura del subsuelo por debajo de la zona metropolitana de la Ciudad de México. Incluyeron varias líneas sísmicas y la realización de varios pozos profundos (de alrededor de 2 kilómetros de profundidad). Finalmente, permitieron determinar los rasgos principales del subsuelo de la capital del país”, expresa este científico.

Así se estableció la existencia de la fosa de Mixhuca que se localiza en el occidente de la urbe, y se encuentra enmarcada por una falla en su límite oriental.

“Estudios más recientes han traído a la luz la existencia de un sistema de fallas que afecta la Sierra Chichinautzin que limita por el sur a la Cuenca de México. Se ha postulado que cruza la Cuenca de México desde la región de Apan (Hidalgo). También se ha propuesto que los volcanes de la Sierra de Santa Catarina se emplazaron a lo largo de una falla. Y no hay que olvidar que las subcuencas de Chalco y de Xochimilco están delimitadas por fallas. Es decir, el basamento geológico de la ciudad está afectado por muchas fallas”, explica Campos Enríquez.

Con base en estos y otros estudios, Campos cuenta que se ha establecido la existencia de una sismicidad relativamente alta en determinadas zonas como el área al occidente de la Ciudad de México (alrededor de Mixcoac) y en el área oriental de Milpa Alta y Juchitepec. Así se infiere que la sismicidad y la microsismicidad están ligadas con fallas (es decir, a reacomodos del subsuelo).

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La psique también tiembla

Sin embargo, todo este contexto científico pudiera tener un efecto nulo en quienes más que una explicación basada en elementos materiales buscan una manera de no dar rienda suelta a sus interpretaciones subjetivas de la naturaleza.

Mariana Azcárraga Quiza, psiquiatra egresada del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez, asevera que cuando vivimos experiencias que ponen en peligro nuestra vida (como un sismo) tendemos a desarrollar miedo incontrolable.

“Entonces pueden surgir alteraciones en la conducta como querer evitar aquellas situaciones que recuerden el evento traumático; por ejemplo, si alguien estaba en un edificio dañado por el sismo de 2017, puede que en otro momento evite subir a una inmueble de más de dos pisos; es así como se empiezan evitar las circunstancias (incluidos los simulacros) que recuerden el evento traumático”.

Mariana también enfatiza que cuando los humanos vivimos circunstancias de mucha angustia e incertidumbre tendemos a buscar respuestas: los simulacros invocan sismos, por ejemplo.

“Si una persona (como José Ron) o una comunidad piensa mucho en algo, no necesariamente lo va a atraer, no hay evidencia científica de ello; un caso muy conocido es que los mexicanos hemos pensado mucho en ganar el Mundial de futbol, pero eso no ha provocado que suceda”.

Así es la psique, se inclina a formular explicaciones poco sustentadas de situaciones de las que no tiene control alguno. De eso, en gran medida, se nutren las redes sociales.

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