Enfrentar las fake news desde el justo medio
Basados en esta enseñanza, Miguel Alcubierre, físico teórico; Chantal Chalita, ingeniera ambiental; y Leonora Milán, bióloga y filósofa de la ciencia, coincidieron en que no se trata de creer a pie juntillas, pero tampoco de negar completamente la información que pulula en internet, sino de leerla desde el enfoque de la duda razonable. Esto durante Creadores de contenidos, la ciencia y la desinformación en México, diálogo auspiciado por 3M, en la Ciudad de México.
Esta conclusión es crucial sobre todo en una época, la actual, en que hay una gran inclinación por compartir noticias sobre productos milagro para curar enfermedades, avistamientos de seres de otros planetas o predicciones precisas de terremotos, por mencionar algunos ejemplos del tipo de información sin respaldo científico que circula en las redes sociales.
“Una regla de oro para el discernimiento es que si algo suena completamente fantástico, muy probablemente es fantástico. Entonces es conveniente tener cierto nivel de escepticismo y cuidado con las noticias cuando son muy exageradas”, expresó Alcubierre.
Cuando uno lee una noticia de ciencia, siempre hay que preguntarse de dónde viene y cuál es la evidencia que la respalda, de acuerdo con este experto, quien precisó lo siguiente:
“Ser escéptico no es ser negacionista; ser escéptico es más bien no aceptar las cosas si no hay evidencia; mientras que ser negacionista es no aceptar nada, aunque haya evidencia”.
He ahí la sutil diferencia por la que se considera negacionista al terraplanista que no acepta la redondez de la Tierra y simplemente escéptico a quien no cree que se puedan aprender idiomas a través de métodos de hipnosis.
Respecto a temas ambientales, las fake news también están a la orden del día. Por ejemplo, es común leer noticias sobre proyectos 100 % ecológicos, aunque ese porcentaje no se aclare a qué se refiere.
Para alcanzar el rango de sustentable un producto debe ser ambiental, económica y socialmente viable. Con fundamento en este principio, Chantal Chalita aconsejó ejercer el escepticismo para no caer en el “greenwashing”, término derivado de “brainwashing” (lavado de cerebro), el cual alude a los embustes verdes.
“Hay que preguntarse si el material es renovable, si detrás de la manufactura no hay esclavitud moderna y, finalmente, si hay algún subsidio de respaldo”, contó esta ingeniera ambiental. Así se puede tener una primera aproximación de si en realidad el producto en cuestión es sustentable.
Chalita también sugirió que lo más conveniente es difundir noticias de proyectos ecológicos ya en marcha más que de prototipos cargados de buenas intenciones, pero sin haber sido aplicados en la vida real.
“Si la acción se está llevando a cabo, por mínima que sea, ya es algo tangible que dice mucho más que si nada más se trata de metas que supuestamente se van a alcanzar en el futuro”.