‘Stand up comedy’, el negocio de hacer reír
A las nueve y media de la noche, todos los sábados desde hace cuatro años, un vaso con whisky, agua mineral y hielo, un micrófono encendido y las luces que iluminan el escenario del Fat Crow en Polanco esperan a Jesús Guzmán para que ofrezca un show de 60 minutos continuos de stand up comedy. Un negocio que le permite percibir en promedio 25,000 pesos por espectáculo.
Nadie sabe con exactitud cuándo los comediantes mexicanos comenzaron a presentarse en restaurantes, bares y centros nocturnos para reírse de sí mismos, de la política, de la religión, de los conflictos sociales o de las cosas de la vida cotidiana.
Algunos dicen que este género llegó a México hace seis o siete años proveniente de Estados Unidos –donde se practicaba desde los años 60 y 80--, lo cierto es que desde hace cuatro años el stand-up comedy se ha vuelto una fuente de ingresos para muchos.
“En México lo que está de moda ser dj, community manager y standopero, lo malo es que hay muchos improvisados”, comenta Guzmán ya relajado desde su camerino.
Según Héctor López “El Cojo Feliz”, quien también tiene cuatro años de experiencia en los escenarios de la comedia, ya hay tantos nuevos talentos que “podemos matar a la gallina de los huevos de oro”, asegura, pues tan solo en el Distrito Federal hay entre 150 y 200 comediantes.
Pese a la oferta, provocar risas y sobrevivir económicamente de ellas no es tan fácil, reconocen los entrevistados.
Para ser standopero se necesita valor, sentido del humor, gracia, creatividad, y carisma. Además de haber tomado cursos de improvisación, expresión verbal y no verbal, haber visto shows en vivo y grabados, así como practicar en micrófonos abiertos o abrir espectáculos de otros comediantes.
“Para lograr una rutina de 10 minutos ‘sólidos’ deben pasar al menos seis meses de práctica; mientras que en Estados Unidos, la preparación mínima para un standopero es de dos años”, dice ‘El Cojo Feliz’.
Algunos de los comediantes que hoy pueden verse en teatros , bares y en televisión de paga tienen antecedentes como locutores, guionistas, actores, modelos o conductores; otros, los más arriesgados, decidieron dejar sus trabajos de oficina y contagiar de humor no solo a sus familiares, amigos, sino a desconocidos.
Kathia Yamanaka es abogada, hace siete meses que comenzó a hacer stand up comedy porque quería burlarse de ella misma. Tomó un curso de un mes que le costó 5,000 pesos. Junto con un grupo de amigos, también comediantes, pidió permiso en bares para presentar rutinas de cinco o 10 minutos. Con su corta experiencia ya se presentó en el Teatro Bataclán, el Foro Shakespeare, el Foro Standopados, la Mezcalería La Malvada y La Casa de los Comediantes, todos en la ciudad de México. La paga que recibe va entre 1,000 y 3,000 pesos por show.
Una entrada a este tipo de espectáculos ronda los 300 pesos. Los comediantes y los dueños de bares y restaurantes han llegado a acuerdos para repartir las ganancias. En su mayoría los locales se quedan con el 30% de los covers o el consumo, explica Jesús Guzmán.
Para los inversionistas y aceleradoras de negocios es complicado o casi nulo pensar en la posibilidad de invertir y desarrollar la industria del stand up comedy, sin embargo no desestiman su valor y crecimiento.
“Sería algo que tendríamos que evaluar, porque en una industria como ésta, el valor te lo genera la persona que se para enfrente y hace reír, no te lo genera la estrategia del negocio, ni la marca. La marca es el comediante”, reflexiona Ricardo Elizondo, socio director y fundador del fondo de capital privado Ideas&Capital que invertirá 35 millones de dólares en 15 emprendedores los próximos tres años.
Otro de los inconvenientes es que los emprendedores en el sector, se tienen que relacionar con bares y restaurantes para ofrecer su espectáculo. El inconveniente está en que se trata de un sector “tradicional, súper lineal, de poca innovación y escalabilidad”, describe Gustavo Huerta, fundador de BlueBox Ventures, desarrollador de la aceleradora de Cinépolis.
Y aunque la inversión en el stand up comedy no es mucha, sólo se necesita de un micrófono, luces, un estrado y el talento humano. El reto está en la profesionalización.
“Tenemos muy pocos gastos, cada espectáculo se debe pagar solo, lo ideal es que haya un patrocinador que pague la publicidad del show o los gastos si es que el comediante se presenta en alguna ciudad o estado”, explicó la directora general de la casa productora De Comedia Producciones, Mariana Egloff Weil, empresa venezolana que en septiembre del 2014 llegó a México para probar suerte con el show “La Culpa es de Colón” y “Bobby Comedia”.
Para Comedy Central, el canal de televisión de paga a cargo de la casa productora Viacom México, el stand up comedy sí es negocio. Pues representa la programación principal y ha hecho que su rating se triplique en el último año.
“En México, el género que más busca la gente y que consume es la comedia, que en preferencia está 20% arriba de otros géneros”, asegura Eduardo Lebrija, vicepresidente senior y director general de Viacom México, Centroamérica y el Caribe.
En 2015, Comedy Central grabó 53 programas de media hora y planea en marzo y abrir de 2016 transmitir una nueva temporada con otros 50 programas. Colocando un estreno semanal. Además en febrero sacará una aplicación móvil para que los programas del canal también puedan verse a través de multiplataformas con un costo.
Otras vías que han encontrado los standoperos para sacarle jugo a su talento es ofrecer shows privados en empresas y fiestas privadas, cursos de motivación para empelados o enfocarlos a las estrategia de integración en las empresas, además de ofrecer talleres de capacitación para los jóvenes talentos.
Hasta el momento no existe una asociación o sindicato que agrupe a los standoperos del país y que los distinga de los demás comediantes, que les ayude a profesionalizarse y no malbaratar su trabajo.
Este reportaje fue publicado en la edición 1183 de Expansión. Adquiere esta revista o suscríbete a nuestra edición digital en iOS o Android .