Betabox convierte contenedores en laboratorios tecnológicos móviles
Desde niño, la pasión de Sean Maroni es modificar cosas. Esa característica infantil persistió a través de su adolescencia e hizo que aparcara por un tiempo sus estudios universitarios en ingeniería mecánica para lanzar su startup Betabox en 2014.
Maroni, de 24 años, es el fundador y CEO de Betabox, una empresa emergente con sede en Raleigh cuya premisa es inspirar la innovación, especialmente entre los niños.
La mayoría de las escuelas públicas en Estados Unidos carecen de fondos para ofrecer a los estudiantes un laboratorio a tiempo completo equipado con herramientas costosas como impresoras 3D, cortadoras láser, escáneres y aparatos electrónicos para diseñar y construir prototipos.
Betabox ataja esa deficiencia. "Es como si tronaras los dedos y apareciera un laboratorio completamente equipado", explica.
Los laboratorios móviles de Betabox están en el interior de contenedores restaurados que han sido modificados para incluir cosas como pizarras, ordenadores portátiles y máquinas fresadoras CNC.
Vienen en dos modelos. Uno tiene ruedas, alimentación por batería, paneles solares en su techo y 200 pies cuadrados de espacio, con capacidad para 8 a 15 estudiantes. "Podemos llevarla a los clientes y montarla en cualquier sitio fuera", señaló Maroni, añadiendo que sólo necesita que le avisen con una semana de antelación.
La otra versión no tiene rueda ni otros lujos. El costo de los laboratorios móviles oscila entre 800 a 4,000 dólares por día, dependiendo de lo que pida la gente.
En este momento cuenta con tres laboratorios y Maroni planea añadir dos más para fines del año. También tiene una lista de 100 expertos - diseñadores, ingenieros, educadores - que trabajan con los clientes. Además de los aparatos tecnológicos estándar como impresoras y cortadoras, Maroni dijo que añadirá la impresión de alimentos en 3D, realidad virtual y un laboratorio ‘húmedo’ como otras opciones.
En menos de dos años, Betabox ha crecido a 110 clientes, tiene seis empleados y está por superar el millón de dólares en ingresos totales.
Cerca del 70% de sus clientes son escuelas de primaria a secundaria y el resto son empresas como Texas Instruments, que han alquilado un laboratorio Betabox para llevar a cabo sesiones de lluvia de ideas o ‘hackatones’ efímeros. (Betabox da a las escuelas un descuento).
Maroni ha estado haciendo las cosas desde que tenía tres años. "Incluso traté de vender bolas de nieve que jalaba en una carretilla de juguete", cuenta.
Era un adolescente apasionado de la tecnología que no tenía un laboratorio en la escuela para fomentar a sus intereses. "Cuando salía de la escuela me iba directamente a mi taller en casa y trabajaba en mi proyecto de cohetes".
En la universidad, era de los pocos estudiantes en el club de los creadores (makers club), lo que lo inspiró para llevar a las escuelas los laboratorios de innovación.
El primer modelo de Betabox consistía en convertir los espacios no utilizados en las universidades en laboratorios de colaboración.
"Acondicionábamos el espacio disponible en un Makerspace para los estudiantes", cuenta, añadiendo que arrancó la idea de negocio con fondos personales y 75,000 dólares en subvenciones.
"Me podría haber quedado con ese modelo, pero quería llegar a las escuelas y darles a los estudiantes más jóvenes esta oportunidad", dijo. Así apareció el actual Betabox.
En la actualidad, la mayoría de los clientes de Betabox están en el sureste, pero Maroni quiere que Betabox esté disponible en todo Estados Unidos.
Para el año próximo, Maroni quisiera poder montar un laboratorio Betabox bajo demanda en cualquier lugar del país. También está explorando la opción de vender los laboratorios.
"No se trata sólo de promover la importancia y el valor de la tecnología y la educación STEM", indicó Maroni. "Cuando los niños tienen un lugar para descubrir e inventar, les ayuda a construir confianza en sí mismos".