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Una mujer, originaria de Veracruz, fue esclavizada durante 30 años

Durante tres décadas, Guadalupe Pérez Castillo realizó trabajo doméstico para una familia que la tenía cautiva y abusaba de ella.
lun 01 mayo 2017 09:00 AM

Para ser una mujer de 43 años, Guadalupe Pérez Castillo parece extremadamente tímida. Conocer gente nueva sigue siendo un reto para ella, tiene la tendencia a mirar hacia abajo cuando habla con los demás y constantemente se frota las manos mientras habla, como si estuviera nerviosa.

Su terapeuta y su abogada dicen que todo esto se debe a que Pérez apenas está aprendiendo a vivir en libertad luego de pasar 30 años en cautiverio, trabajando como esclava.

“Me quitaron mi inocencia y la esperanza de ser una persona segura”, dice Pérez acerca de las décadas que pasó realizado trabajo forzado.

nullSu historia comienza en Las Agujas, una pequeña localidad del municipio de Tantoyuca, en el estado de Veracruz. Las Agujas era una comunidad indígena empobrecida, donde Pérez vendía fruta en una plaza para ayudar en los gastos del hogar.

Un día, una mujer fue a la casa de la familia de Pérez, como la familia solo hablaba huasteco, el dialecto indígena local, la mujer se presentó acompañada de un traductor local que hablaba español.

Según Pérez, la mujer dijo que buscaba una niñera para sus hijos, a cambio le pagaría por sus servicios y la enviaría a una buena escuela en la ciudad. También enviaría a la empobrecida familia una suma mensual.

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“Al principio me emocionó porque iba a poder ayudar a mi familia sin tener que vender fruta, quería estudiar, mi sueño era tener una carrera un día”, dijo Pérez.

La madre de Pérez aceptó que su hija se fuera. La mujer le dio algo de dinero y se llevó a Pérez.

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Una vez que llegó a casa de la familia, Pérez dice que notó las verdaderas intenciones de la mujer. Pérez se vio obligada a hacer todo el trabajo doméstico y a cuidar a los niños.

Pagarle estaba fuera de discusión, dijo la señora de la casa. También recuerda que la señora de la casa sólo le daba sobras para comer, tampoco había una cama para ella, así que tenía que dormir en el suelo.

“Ella decía que nosotros, los indígenas, estábamos acostumbrados a dormir en el suelo, como animales. Tenía un sofá, pero no me dejaba usarlo porque decía que iba a echarlo a perder”, dijo Pérez.

Ella escapó varias veces, pero nadie en la ciudad entendía su dialecto y era devuelta a la familia. También era castigada cada vez que escapaba, las palizas eran rudas, pero ella testificó en la corte que también fue agredida sexualmente por el esposo de la señora como parte de su castigo.

“Después me dijeron que si volvía a escapar, iban a matarme, a cortarme en pedacitos y a arrojarlos al río para que mi madre no me encontrara”, dijo.

Cuando era adolescente, dejó de intentar escapar; pero dice que el abuso no se detuvo.

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“Me jalaban el cabello, a veces, cuando tenía que sacar la carne congelada del congelador, me golpeaban con ella en la cabeza”, dijo Pérez.

El trabajo forzoso, las palizas, los abusos sexuales, la falta de comida, el dormir en el suelo y el abuso verbal, finalmente hicieron que Pérez se bloqueara, dijo.

“Perdí la noción del tiempo, no sabía qué día de la semana era, ni siquiera si era el atardecer o el amanecer, tampoco sabía cuándo era mi cumpleaños”, recordó.

Fue hasta que tenía casi 40 años y la señora de la casa se había convertido en una mujer de edad avanzada, que tuvo la oportunidad de finalmente liberarse.

“Esa noche, el hijo de la señora, el menor, el que yo cuidaba, tuvo un accidente, ella fue al hospital y ahí me escapé”, dijo Pérez.

Su captora fue condenada por cargos de esclavitud y trabajo doméstico forzado.

Pero la transición a una vida normal está resultando difícil para Pérez, incluso a tres años de haber recuperado su libertad.

María Teresa Paredes, abogada de Pérez, dice que en un reciente viaje que realizaron juntas fue cuando notó que su clienta todavía estaba atrapada en su antiguo yo.

“Ella no podía parar, si íbamos a un restaurante, quería lavar los platos, si viajábamos y nos quedamos en un hotel, quería hacer las camas, quería hacer las tareas”, dijo Paredes. “Realmente le robaron 30 años de su vida”.

Pérez ha estado en terapia desde hace algún tiempo, debido a que estuvo retenida en cautiverio durante casi tres décadas. Nunca aprendió a tomar sus propias decisiones, a manejar su propio dinero y a tener un sentido de autoestima.

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