OPINIÓN: Más allá de Aristegui, la libertad de prensa está amenazada
Nota del editor: Pablo Majluf es periodista y maestro en Comunicación por la Universidad de Sydney, Australia. Escribe sobre comunicación y cultura política. Es coordinador de información digital del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Las opiniones de Majluf son a título personal y no representan el criterio o los valores del CEEY. Síguelo en su cuenta de twitter @pablo_majluf
(CNNMéxico)— Al margen de juicios binarios y favoritismos tribales sobre la salida de Carmen Aristegui de MVS, aprovechemos el tema para hablar sobre libertad de prensa en México... así, en abstracto.
Más allá de las conjeturas que este caso suscite –sea un “vendaval autoritario” como ella lo calificó, o su propia soberbia y desmesura–, los datos demuestran que, sin demeritar los grandes avances logrados desde la transición, aún estamos en pañales… aunque no por las mismas razones del pasado. Veamos.
Hay tres grandes mediciones de la libertad de prensa en el mundo. Todas son esquemáticas y superficiales en mayor o menor medida, pero al final útiles para saber nuestras deficiencias en la materia, particularmente en relación con el resto de los países.
El primero lo elabora Reporteros Sin Fronteras (RSF) con base en “el número de periodistas asesinados, desahuciados o acosados, la existencia de monopolios estatales en la prensa, la cantidad de censura y autocensura, la independencia de los medios en general, y las dificultades que los corresponsales foráneos enfrentan en determinado país.”
En la última edición (2015), México ocupó el lugar 148 de 180 países , haciéndose acreedor de un fuerte apelativo: “el país más mortífero de las Américas.” Más letal que Afganistán, Sudán, Jordania, los Emiratos, Honduras y muy cerca de países abiertamente autoritarios como Rusia, Bielorrusia y Arabia Saudí.
Aquí algunas cifras: 80 periodistas asesinados y 17 desaparecidos en la última década... con sólo un enjuiciamiento exitoso, es decir, casi total impunidad. El reporte escrito recalca el papel del crimen organizado y culpa al deficiente “mecanismo para la protección de periodistas y defensores de los derechos humanos, [que] no posee la eficacia ni la rapidez que se requieren para responder a las necesidades de los periodistas que se encuentran en peligro.” El índice también denuncia la falta de pluralidad en televisión y radio, particularmente en radio comunitaria.
El segundo índice lo realiza el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) por medio de una red global de periodistas locales y extranjeros quienes, con las herramientas propias del periodismo –investigación de campo, reportaje directo, medición independiente– examinan y registran casos particulares para evaluar el contexto de libertad de prensa en cada país. No provee clasificaciones o rankings, sino estadísticas, por ejemplo un medidor actualizado de asesinatos y detenciones de periodistas.
La última edición (2015) revela el asesinato de 29 periodistas en México desde 1992... 26 aún impunes. Según el reporte, 83% de estos periodistas cubría crimen, 34% corrupción, 21% política, 14% cultura, 3% derechos humanos, y 3% deportes.
En casi todos los casos (73%), el principal sospechoso fue el crimen organizado, mientras que el gobierno lo fue en 10% de las ocasiones. El 83% eran reporteros de prensa escrita, 14% de Internet, 10% de radio y 3% de televisión. La gran mayoría (93%) eran hombres y la mitad de las veces fueron secuestrados y/o torturados antes de ser asesinados.
El tercer índice, el Índice de Libertad de Prensa, lo elabora la organización Freedom House con base en estudios más amplios sobre los panoramas político, económico y legal de cada país para determinar si éstos facilitan o perjudican el ejercicio de la libertad de prensa.
A juicio de esta organización, la libertad de prensa depende en gran medida de la relación que los medios tienen con estas esferas de la vida pública. El índice contiene un reporte escrito que emite algunas observaciones cualitativas.
La última entrega (2014) calificó a la prensa en México como “no libre” en general, con una puntuación de 61 (donde 0 es mejor y 100 es peor). El “panorama legal” obtuvo una puntuación de 16 (0 a 30); el “panorama político” 31 (0 a 40); y el “panorama económico” 14 (0 a 30).
En otras palabras, estas atmósferas no contribuyen y sí perjudican a la libertad de prensa. Según este índice, entre 2000 y 2013, 76 periodistas fueron asesinados y 16 no aparecen desde 2003. El reporte subraya que semejante clima se debe esencialmente al crimen organizado y a la debilidad del Estado para proteger a los periodistas.
Los datos ahí están... más allá de Aristegui, no hay espacio para la simulación: la libertad de prensa en México vive seriamente amenazada. Sin embargo y en antelación a los tiempos tan maniqueos que se avecinan, es vital repetir que los estudios atribuyen esta situación principalmente al crimen organizado, nuevo y primordial agente opresor.
Si bien mencionan el eterno contubernio entre gobierno y hampa –particularmente a nivel local y estatal, sin descartar ocasionalmente el federal–, reflejado a su vez en la vergonzosa impunidad que gozan los enemigos del periodismo, es evidente que ya no estamos frente a la antigua maquinaria autoritaria de la hegemonía priista.
No parece haber, como insinúan algunos –entre ellos Aristegui y seguidores –, un esfuerzo orquestado desde el Estado para limitar la libertad de prensa, sino una debilidad sistémica para protegerla. No por ello, hay que decirlo, estamos frente a un fenómeno de menor gravedad.