OPINIÓN: ¿Nos estamos equivocando respecto a la relación entre Putin y Trump?
Nota del editor: David A. Andelman, editor emérito de la revista World Policy Journal y miembro del consejo de colaboradores del diario estadounidense USA Today, escribió el libro A Shattered Peace: Versailles 1919 and the Price We Pay Today. Síguelo en Twitter como @DavidAndelman . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — No es imposible que Estados Unidos, gran parte del mundo, o incluso el Kremlin, hayan estado viendo la cariñosa relación entre Trump y Putin a través de la lupa equivocada. ¿Por qué no examinamos simplemente las formas en las que Donald Trump podría aprovecharse de Vladimir Putin?
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Todo el mundo asume que el presidente de Rusia ha sido y seguirá siendo el que ponga la pauta en la relación con Trump. Como se señaló en la Evaluación de la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos, que se publicó el viernes 6 de enero, ciertamente "Putin y el gobierno ruso han mostrado una preferencia clara por el presidente electo (de Estados Unidos) Trump".
Eso podría significar que Putin tiene todas las cartas… y que podría haber influido en gran medida para que Donald Trump resultara electo.
nullPero si Trump y su nuevo equipo son inteligentes, le voltearán el juego y Putin quedará en desventaja por sí solo. Vale la pena explorar cómo ocurriría eso.
Putin, quien tiene temple de acero gracias a su trabajo en la KGB y es uno de los agentes más duros que los servicios mundiales de inteligencia hayan visto, tiene ciertas debilidades muy reales y muy explotables… en las manos adecuadas.
A lo largo de los 17 meses que han pasado desde que Trump anunció su candidatura, hemos visto pocos políticos más aptos para descubrir y explotar las debilidades que el presidente electo de Estados Unidos.
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Putin tiene debilidades en el extranjero y en Rusia, pero estas últimas (aunque son menos evidentes, pero seguramente existen) son esenciales para entender cómo atacar al líder del Kremlin.
La primera debilidad es que, al menos por el momento, Putin tiene que buscar la reelección, cosa que ocurrirá el año próximo. Lo que no quiere es que se repitan las manifestaciones en el centro de Moscú, en las que decenas de miles de manifestantes rechazaron su victoria arrasadora y su coronación como líder indiscutible de Rusia.
De hecho, una de las razones clave por las que aceptó a Trump, como se destaca en el reporte de los servicios de inteligencia estadounidenses que se publicó el viernes 6 de enero, fue que cree que Hillary Clinton fue la responsable de "incitar las protestas masivas contra su régimen a finales de 2011 y en 2012".
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Putin también quiere obtener cuando menos el 64% de los votos (casi cuatro veces los que obtuvo su contendiente más cercano) de los que obtuvo en las elecciones de 2012.
Hasta ahora, una de las amenazas reales para Rusia, procedentes del exterior, ha sido que Putin quiere situarse como la única persona que puede mantener a salvo a la Madre Patria a toda costa. Ciertamente, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha ayudado a ello, al menos desde el "borrón y cuenta nueva" con Rusia y la breve época de bienestar que se derrumbó a principios del primer mandato de Obama.
En este sentido, el "romance" con la administración de Trump difícilmente sería de utilidad. Pero incluso en este caso hay otra forma de ver las cosas.
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Imagina por un momento que pasa lo contrario: el mundo se dirige al Kremlin a rendirle homenaje al nuevo amo del universo. Los rusos han anhelado ver esa clase de respeto hacia su líder desde la época de los zares.
A lo largo del año próximo habrá elecciones en varios países de Europa Occidental, particularmente en Francia, Alemania y Holanda, sin mencionar a Albania, la República Checa, Hungría, Noruega, Serbia y tal vez Italia.
Esas elecciones podrían llevar al poder a líderes considerablemente más amigables e incluso serviles ante el Kremlin, especialmente si Rusia puede influir en muchos de esos comicios a través de la clase de influencia cibernética que tuvo en las elecciones en Estados Unidos.
nullDe hecho, en el reporte de los servicios de inteligencia estadounidenses se insinuó que "el gobierno ruso aplicará las lecciones aprendidas en su campaña dirigida a las elecciones presidenciales de Estados Unidos con la intención de influir en las maniobras en Estados Unidos y en otras partes, e incluso en contra de los aliados de Estados Unidos". Tener relaciones amistosas con Trump y con Estados Unidos solo sería la cereza del pastel y ciertamente podría servir para influir en muchos comicios.
¿Qué podría pedir el hábil Trump a cambio de ejercer esa función para Putin y para las fuerzas del populismo que avanzan en toda Europa?
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La economía nacional de Rusia es un punto de presión importante. Putin necesita desesperadamente tener una economía que le sirva a todo su pueblo y, particularmente, una fuente de ingresos garantizada que pueda afianzar la lealtad de sus diversos partidarios.
La economía de Rusia iba viento en popa hasta que los precios del petróleo cayeron de 140 dólares a menos de 40 dólares por barril en 2008. Los oligarcas que componían los cimientos más firmes y leales a Putin se embolsaron millones de dólares. La gran mayoría de los electores se encontraron con una economía de consumo más activa que la que ellos, sus padres o sus abuelos podrían haber imaginado.
Desde entonces las cosas han sido difíciles. Fuera del petróleo, Rusia no tiene una fuente de ingresos viable. La última vez que Putin compitió por la reelección, en 2012, el precio del petróleo había regresado a poco más de 100 dólares por barril , pero actualmente oscila en apenas la mitad de ese nivel .
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El acuerdo de la OPEP , al que Rusia se adhirió a regañadientes, tiene como objetivo elevar dichos precios. Pero si el gobierno de Trump decide abrir la llave a la producción de petróleo estadounidense, cosa que pondría más presión sobre los precios, su sueño podría volar en pedazos.
De hecho, los programas contra la fractura hidráulica que transmite la televisora RT, que cuenta con el respaldo del Kremlin, demuestran lo mucho que el gobierno ruso quiere frenar la producción de petróleo estadounidense, según el reporte de los servicios de inteligencia estadounidenses.
No obstante, el sueño de Putin consiste en más que simplemente asegurar sus posibilidades electorales. Cada vez es más claro que el objetivo final de Putin es restaurar la condición de superpotencia de la que Rusia gozó en el apogeo de la era soviética, competir con Estados Unidos en igualdad de circunstancias.
Esto significa que Rusia debe demostrar que es esencial en las regiones delicadas del mundo, tales como Medio Oriente, el Cáucaso y el Báltico. Putin ya se ha mostrado a favor de hacer que Estados Unidos salga poco a poco de Medio Oriente y de establecerse como pacificador en Siria, como enemigo eficaz de ISIS y como aliado de Turquía, país que sigue siendo miembro de la OTAN y que ha surgido como potencia esencial aunque metaestable en ambos conflictos.
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El objetivo de Putin ha sido (y tal vez siga siendo) mantener al margen a Estados Unidos, que no podrá más que ver los sucesos desde la distancia. Pero si Trump se muestra hábil, puede aprovechar que entiende que lo que más desea Putin es volver a involucrarse en las regiones en las que Estados Unidos ha quedado marginado.
Ciertamente Estados Unidos debe encontrar la forma de volver a asumir su función perdida, particularmente si quiere poder ayudar a apoyar a Israel, su único amigo auténtico en la región. Difícilmente puede hacerlo desde la banca, que es a donde Turquía y Rusia lo han relegado en los meses recientes.
De igual forma, Estados Unidos necesita que Rusia al menos esté de acuerdo si ha de enfrentarse a China en el sentido económico o militar, tal como Trump ha indicado que lo hará; si ha de implementar las restricciones al programa nuclear de Irán; si ha de mantener el desarme nuclear tanto en Estados Unidos como en Rusia, y si ha de mantener a raya a Corea del Norte y sus misiles.
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El veto de Rusia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas podría ser un arma decisiva.
En la era comunista, la Unión Soviética conservó a la mayoría de sus aliados a través de la fuerza o de la amenaza de la guerra. Su riqueza surgió del empobrecimiento de la mayoría de sus ciudadanos. Su valía se derivó de su arsenal nuclear. Es evidente que Putin entiende los riesgos de adoptar dichas políticas y lo destructivas que fueron para el control del poder por parte del Kremlin.
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Pero resulta que Trump y Putin tienen algunas cosas en común. Ambos definen su propia realidad. Hasta ahora, Trump se ha mostrado perfectamente dispuesto a dar a Putin el reconocimiento que anhela a cambio de cierto apoyo retórico.
No obstante, Trump tiene que entender hasta dónde está dispuesto a llegar Putin para alcanzar sus metas. Si Trump se muestra hábil y demuestra que entiende las necesidades y los deseos de Putin, podría encontrar una forma de aprovechar las debilidades más álgidas de su adversario para favorecer los intereses de Estados Unidos en vez de que ocurra lo contrario.
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