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OPINIÓN: "La La Land" fracasa en el intento de hacer que EU vuelva a ser grande

En comparación con las cintas con las que compite en los premios Oscar, la película es justo lo que el título promete: una carta de amor ligera y levemente incoherente de Hollywood a sí mismo.
sáb 04 febrero 2017 06:05 AM

Nota del editor: Jeff Yang es columnista del periódico estadounidense The Wall Street Journal y colabora frecuentemente en programas de radio como The Takeaway de Public Radio International y The Brian Lehrer Show de la cadena WNYC. Es coautor del libro I Am Jackie Chan: My Life in Action y editor de las antologías de novela gráfica Secret Identities y Shattered. Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

(CNN) — El anuncio de que La La Land había recibido 14 nominaciones al Oscar (con lo que empató la marca de la cinta con más nominaciones) suscitó la resignación de quienes pensaron que el homenaje nostálgico de Damien Chazelle al musical clásico de Hollywood está sobrevaluado, es un cliché o simplemente es un poco aburrido.

Yo soy uno de ellos. La película de Chazelle es un despliegue de canciones y bailes con actores que no saben cantar ni bailar.

Es una película sobre la dedicación artística que en vez de mostrar el arduo proceso de crear arte, cuenta chistes visuales trillados (Ryan Gosling bailoteando al ritmo del clásico ochentero Take On Me con un teclado); es un romance que, en vez de dar una conclusión justa a la historia amorosa central, adhiere un epílogo fantástico pensado para que el público salga sonriente por un final feliz inmerecido.

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Es discretamente entretenido al estilo de un Baz Luhrmann universitario, pero no más que el interminable desfile de musicales en vivo que la televisión ha producido desde hace algunos años. No obstante, sus mayores defensores probablemente estarían de acuerdo en que, en vista de que arrasó con los Golden Globes, esto es una tragedia.

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Después de todo, este es un año en el que abundan obras y actuaciones más meritorias. Además, tras varios años en los que la poca presencia de personas de color entre los galardonados ha sido notoria (años que han desembocado en la eterna fama de la etiqueta #OscarsSoWhite de April Reign), dichas obras y actuaciones se hacen notar por la actuación de afroestadounidenses: la lírica y trascendente Moonlight de Barry Jenkins; la adaptación perfecta de Denzel Washington en Fences, la apasionada obra de August Wilson, y el importantísimo drama Figuras ocultas, basado en situaciones reales.

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Cada una de estas cintas tuvo éxito comercial y el aplauso de la crítica. Cada una aborda temas enormemente difíciles y relevantes: el racismo, la homofobia, el ciclo generacional de la violencia, la ausencia de las mujeres de color en la narrativa histórica de Estados Unidos.

Comparada con estas obras, La La Land es justo lo que el título promete: una carta de amor ligera y levemente incoherente de Hollywood a sí mismo… o, para decirlo más francamente, una franca autoadulación.
El hecho es que Hollywood no se lo merece. No se lo ha ganado. Si La La Land gana, servirá como testimonio de todo el trabajo que aún le queda por hacer.

nullEn el fondo, La La Land trata de la nostalgia por una época en la que las coreografías espectaculares y los colores saturados podían transformar los problemas sin importancia del primer mundo en una distracción épica, una distracción en la que, fuera de John Legend, solamente la gente blanca importa lo suficiente como para entablar un diálogo, una distracción en la que el Sebastian de Ryan Gosling llega, sin ironías, a salvar al jazz de los negros vendidos como el personaje de Legend.

El punto es que, en sí misma, la nostalgia efervescente de La La Land es inofensiva. Pero cuando se compara con el contexto de sus rivales, suscita dudas incómodas porque, en el Estados Unidos de Trump, el anhelo por una "época más simple" esconde unos colmillos bien afilados.

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Como escribió Alison Willmore en el sitio BuzzFeed, 2016 fue el año en el que la nostalgia nos emocionó: "Nos emocionó de formas sencillas, se usó cínica y desfavorablemente para permitir segundas partes (El bebé de Bridget Jones, Zoolander 2, El Día de la Independencia: Contraataque) que aparentemente nadie quería. Nos emocionó también en formas importantes y atemorizantes, con el grito de guerra de 'Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande' que provocó que nos preguntáramos cuándo el país había sido 'grande' por última vez y para quién".

Desde hace mucho, la idea de que solo la gente blanca puede vivir los viajes en el tiempo como una aventura emocionante y exótica ha sido corolario de la ciencia ficción ; los demás terminarán enfrentándose al infierno. Como hace notar Rufus, el viajero en el tiempo al que encarna Malcolm Barrett en la serie Timeless de la televisora estadounidense NBC, cuando eres negro, "literalmente no hay ningún momento de la historia estadounidense que haya sido grandioso".

Entonces ¿qué significa que este trozo de chiffon de colores brillantes cubra obras más sustanciales y significativas en la competencia por los Oscar, obras cuyos protagonistas casualmente son afroestadounidenses y que destacan inquietudes afroestadounidenses?

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Significará que Hollywood reveló simbólicamente su deseo de regresar en el tiempo, de revertir el avance arduamente logrado de los pasados 50 años, de los pasados ocho años o de los pasados 18 meses. Será algo equivalente a afirmar que la gente de color es demasiado ruidosa, exigente, complicada. Si tan solo salieran únicamente por la noche. Si tan solo pudiéramos ponerlos detrás de una barda. Si tan solo siguieran siendo figuras ocultas.

Si tan solo pudiéramos lograr que las películas estadounidenses volvieran a ser grandes.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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