OPINIÓN: La gente de Londres sabe cómo responder al terrorismo
Nota del editor: Angela Pupino cursa el primer año en la Universidad Americana y actualmente estudia en Londres. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
(CNN) — Mientras regresaba a casa de mi clase de las 5 de la tarde en Londres, el miércoles 22 de marzo, esperaba ver una ciudad paralizada por el miedo y la incertidumbre. Esperaba que la calle por la que regreso a mi dormitorio, que usualmente está muy transitada, estuviera muy tranquila.
Después de todo, hacía apenas unas horas que había habido un ataque terrorista a apenas kilómetro y medio de mi centro para estudiantes extranjeros, cerca de Russell Square.
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Pero no vi una ciudad paralizada. La calle principal seguía llena de gente. Todo era normal: parejas comiendo, ancianos conviviendo en las tabernas, padres columpiando en sus brazos a un niño risueño, estudiantes saliendo de las cafeterías.
Los autobuses que pasaban por allí iban llenos de pasajeros y el tráfico era el usual para la hora pico. El único indicio de que había habido un ataque terrorista, nada más y nada menos que el más letal que la ciudad ha sufrido en 12 años, era una alerta en el tablero digital de un autobús sobre la suspensión del servicio a Westminster.
Honestamente, lo que vi me confundió. Nunca había estado en una ciudad en la que hubiera habido un ataque terrorista, mucho menos a unos pasos de donde ocurrió. Pasé toda la tarde recibiendo mensajes y llamadas de mis familiares y amigos en Estados Unidos.
nullTanto el programa de estudios en el extranjero como la oficina de estudios en el extranjero de mi universidad y el Departamento de Estado de Estados Unidos (estudio en el extranjero gracias a una beca administrada por esta dependencia) me enviaron mensajes pidiéndome que informara urgentemente mi ubicación y cómo estaba de salud, física y mental. Algunos estudiantes del programa estaban en el Parlamento o cerca de allí cuando ocurrió el ataque. Estaba nerviosa y perturbada.
Esperaba que la ciudad que me rodeaba reflejara mi nerviosismo y perturbación. No fue así.
Cuando me levanté, a la mañana siguiente, me sorprendió ver que los titulares describían la ira y el temor que reinaban en la ciudad. Me sorprendió ver que describían a la ciudad como una zona de guerra o "sacudida".
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Me preguntaba de qué Londres hablaban. La Londres que vi el miércoles y el jueves no estaba sacudida. Es descaradamente valiente. Se niega a que este día sea diferente a cualquier otro. Se niega a odiar a sus vecinos. Insiste en "seguir adelante", en regresar a la normalidad con la cabeza en alto.
Claro que hay ira, miedo, traumas y gran tristeza. Se perdieron vidas inocentes y hay docenas de heridos. El alguna parte de la ciudad hay víctimas hospitalizadas. Familiares, amigos y colegas que lloran sus pérdidas. Testigos que siguen tratando de entender lo que vieron. Personas para quienes levantarse esta mañana debió haber sido increíblemente difícil. Habrá homenajes y funerales. Es necesario tocar el tema de la seguridad nacional.
Pero me llama la atención de que muchas de las descripciones de Londres como ciudad hecha pedazos, muchas de las publicaciones más iracundas en redes sociales y muchos de los peores comentarios no surgieron de Londres.
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El más notorio de ellos fue el tuit de Donald Trump Jr. , quien escribió "¡Tienes que estar bromeando!" en respuesta al comentario que el alcalde de Londres, Sadiq Khan, hizo en 2016 al diario británico The Independent de que los atentados terroristas son inherentes a la vida en una ciudad importante.
Al día siguiente, cuando le preguntaron sobre el tuit, Khan respondió: "He estado haciendo cosas mucho más importantes durante las pasadas 24 horas". Y con toda razón.
Sin embargo, las discusiones acaloradas sobre la forma en la que Londres debería reaccionar a los ataques están a todo lo que dan. Ya se está hablando de migración , armas , musulmanes e incluso del brexit . En todo el mundo, la gente tiene mucho que decir sobre lo ocurrido. No estoy convencida de que los londinenses dirían lo mismo.
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La gente de la ciudad de Nueva York, de Arlington, Virginia, y del condado de Somerset, en Pennsylvania, supo mejor que ningún guerrero del teclado cómo reaccionar al 11 de septiembre. La gente de París supo mejor que nadie cómo responder a los ataques de 2015. La gente de Bruselas supo mejor que ningún experto cómo reaccionar a los ataques de hace un año. Y la gente de Londres sabe mejor que nadie en el mundo cómo reaccionar en este momento.
La gente de estas ciudades sabe cómo responder al terrorismo porque sus comunidades son las únicas que van a recoger los escombros. Son comunidades que deben solidarizarse, llorar y seguir con su vida una vez que las cámaras de los noticieros se hayan ido y las secciones de comentarios vuelvan a la calma.
Ciertamente soy solo una estudiante estadounidense en Londres. No nací ni crecí aquí. Soy simplemente una huésped temporal. Tal vez desconozco los lugares en los que la ciudad está rota y temblando de miedo o de ira. Tal vez estoy malinterpretando totalmente las reacciones de quienes me rodean.
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Ese es justamente el punto. Si no me creen, pregúntenle a alguien que viva en Londres. Pregúntenle a un británico. Pregúntenle a alguien que haya crecido en Londres. Pregúntenle a alguien que trabaje en Westminster. Pregúntenle a alguien que haya estado allí. La perspectiva de estas personas es la más importante.
La gente de Londres es inquebrantable. Todos deberíamos de estar poniendo atención.
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