OPINIÓN: La segunda decisión de Trump que sacude al gobierno de Estados Unidos
Nota del editor: Julian Zelizer es profesor de Historia y Asuntos Públicos en la Universidad de Princeton, además de miembro numerario de New America. Escribió los libros Jimmy Carter y The Fierce Urgency of Now: Lyndon Johnson, Congress, and the Battle for the Great Society. También es conductor del podcast Politics & Polls. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — Donald Trump, presidente de Estados Unidos, dejó caer una bomba el martes 9 de mayo al anunciar que había despedido al director del FBI, James Comey, unos días después de que rindiera declaración ante la Comisión Judicial del Senado sobre, entre otras cosas, la investigación de la dependencia sobre la intervención de Rusia en las elecciones que llevaron a Trump a la presidencia.
Trump sorprendió al mundo político una vez más al ordenar que se retirara del cargo a una de las personas más importantes de esta investigación.
Irónicamente, la exsecretaria de Estado de Estados Unidos y candidata demócrata a la presidencia, Hillary Clinton, ha estado diciendo a la opinión pública que Comey había sido un factor clave en su derrota en noviembre.
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Su infame anuncio a finales de octubre, respecto a que el FBI estaba analizando nuevos correos electrónicos, volvió a despertar el interés sobre la primera investigación sobre los correos electrónicos de Clinton justo antes de que los electores salieran a las urnas. Muchos expertos coinciden en que ese anuncio le costó puntos con los electores.
Pero entonces, Comey se volvió un problema para Donald Trump. La investigación sobre Rusia ha seguido a Trump como una nube oscura desde los primeros días de su presidencia. A pesar de que las comisiones legislativas se han topado con obstáculos partidistas en sus propias investigaciones sobre la interferencia de Rusia, parece que el FBI ha avanzado a un ritmo agresivo y sigue habiendo indicios sólidos de que hay pruebas de que los funcionarios de la campaña de Trump estuvieron en contacto con funcionarios rusos durante la cotienda.
Aunque Trump ha negado continuamente toda colusión y ha proferido sus propias acusaciones, parece que el FBI no pierde de vista la pelota.
nullEl despido de Comey es la segunda decisión de Trump que sacude al gobierno estadounidense. Cuando Trump anunció en enero que la fiscal general interina, Sally Yates, renunciaría por negarse a implementar el decreto antirrefugiados, los titulares se iluminaron al instante con comparaciones con la "masacre del sábado por la noche" de Richard Nixon.
En ese acontecimiento de 1973, Nixon despidió al fiscal independiente Archibald Cox porque estaba investigando agresivamente el escándalo del Watergate. Eso no fue nada comparado con el despido de Comey en plena investigación. Es un golpe desconcertante a cualquier intento de obtener información legítima y apartidista sobre lo que salió mal en la campaña y por qué.
La justificación que el gobierno dio en su memorando sobre el despido (que Comey había manejado mal la investigación sobre Clinton) no convence a nadie.
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Aunque es cierto que cuando era candidato, Trump se quejó de que Comey había dejado que Clinton se "saliera con la suya" al no promover acción penal en su contra, Trump y sus subalternos aprovecharon esa investigación más que cualquier otra persona. Trump se había negado a tomar medidas en ese frente hasta ahora. Actualmente, esto no se trata de Hillary Clinton.
No hay razón para que la gente confíe en que las comisiones legislativas puedan encargarse de esta labor. La investigación que se llevaba a cabo en la Cámara de Representantes se derrumbó por completo cuando quedó en claro que el presidente de la comisión, el diputado Devin Nunes, demostró más lealtad al partido y al presidente que interés por revelar la verdad.
Luego, la comisión del Senado dio largas hasta que las críticas la obligaron a hacer su trabajo. Pero el poder del partidismo sigue siendo grande y muchos observadores dudan de que los republicanos del Senado , tales como Ted Cruz, de Texas, estén dispuestos a ir hacia donde los hechos los lleven.
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Desde el principio, Donald Trump ha mostrado poco interés en descubrir qué pasó durante las elecciones. Este ha sido uno de los aspectos más sospechosos de su reacción. Atacó a Barack Obama con acusaciones falsas sobre intervención de comunicaciones; ignoró todas las pruebas y acusaciones sobre los funcionarios de su campaña, y ha adoptado una postura estridente en contra de todas las instituciones que muestran cualquier indicio de resistencia.
La razón por la cual la "masacre del sábado por la noche" perjudicó tanto a Nixon fue que al despedir a Cox le demostró a la opinión pública que tenía miedo de que se supiera la verdad. No estaba dispuesto a dejar que las instituciones gubernamentales hicieran su trabajo y deshacerse de Archibald Cox demostró que el presidente haría cualquier cosa para proteger sus intereses. Esta parte del encubrimiento del escándalo del Watergate y, peor aún, el esfuerzo por resistirse activamente a la investigación, puso a la opinión pública en su contra.
La pregunta ahora es si a los simpatizantes de Trump todo esto les resbala lo suficiente como para impedir que le perjudique. Sus índices de aprobación son bajos y no está claro qué tanto más pueden bajar. Pero es vulnerable de muchas otras formas.
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Despedir a Comey podría mellar el fuerte apoyo que los republicanos le han brindado hasta ahora; reconocerán que este es un esfuerzo descarado por dar la vuelta a la ley y ocultar la verdad. También el Congreso (ambos partidos) se darán cuenta de que este presidente hará casi cualquier cosa para protegerse. Lo ocurrido podría incitar a los líderes de ambos partidos a redoblar esfuerzos en sus investigaciones.
Más que nada, esto aviva la percepción de que Trump tiene miedo de algo. No había una razón evidente para que el gobierno diera este paso y es difícil no dudar de los motivos por los que lo dieron en este momento.
Desde el día en el que entró a la Casa Blanca ha habido inquietudes respecto a que Donald Trump no respeta adecuadamente los límites del poder. Ha restado importancia a las inquietudes sobre los conflictos de intereses con su negocio familiar, ha dicho abiertamente que los jueces y el Congreso son ilegítimos y ha intentado usar su poder ejecutivo agresivamente.
Despedir a James Comey en pleno debate sobre Rusia parece la opción nuclear de Trump para lidiar con una investigación sobre los cimientos mismos de su poder.
El Senado tiene un gran trabajo por delante y los republicanos tendrán que insistir, a través del poder de la confirmación, en que Trump designe a alguien de muy buena reputación que reemplace a James Comey y que se encargue de que esta investigación pueda llegar a donde tenga que llegar.
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Los republicanos del Senado tienen que demostrar que son más leales al país que a su partido. Los demócratas, quienes no quieren mucho a Comey porque se pronunció en contra de Clinton antes de las elecciones, tienen que demostrar que pueden trabajar con los republicanos para resolver esta situación y para asegurarse de que un personaje fuerte ocupe el cargo. Sería aún mejor que adoptaran el plan del senador Chuck Schumer sobre designar un fiscal especial, que actualmente sería la única manera de avanzar con una investigación seria.
Si no se toman estas medidas, la legitimidad de las elecciones de 2016 y la legitimidad de este presidente seguirán en duda. El Congreso debe rectificar este acto imperial… o la salud de la democracia estadounidense seguirá pendiendo en la balanza.
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