Del diario de un emprendedor: Bleisure por Vancouver
Por Gastón Lombardi
En incontables ocasiones un viaje comienza en el libro que te acompañó varias noches en el buró. Libros que te sugieren viajar para abrirte a nuevas experiencias, de esas que marcan tu desarrollo personal. Fue así como encontré justo lo que necesitaba en esta época: una nueva visión para inspirar mi siguiente fase de crecimiento en el negocio.
Con esa decisión empezó mi viaje. ¿Qué destino elegí? Vancouver. ¿Y por qué Vancouver? Porque hacía no mucho escuché que es considerada la ciudad con mejor calidad de vida de Canadá. Además, su mezcla étnica le da una riqueza cultural única, que podría nutrirme creativamente para desarrollar nuevas ideas para Espacios Lombardi, mi empresa de producción de eventos.
Sin perder más tiempo, reservé mi vuelo y el hospedaje. Comencé la travesía.
DÍA 1.
Desde el avión, la vista de Vancouver, ciudad portuaria, es sensacional. Ya con maletas en mano, me trasladé a Downtown Vancouver, que me habían sugerido por su ubicación, que conecta con toda la ciudad y también porque es el corazón de los restaurantes y tiendas de alto lujo que marcan tendencia en esta ala del país.
El trayecto del aeropuerto internacional de Vancouver al centro de la ciudad no dura más de 40 minutos. ¡Una gran ventaja para conocer la zona de mayor flujo turístico de la ciudad!
Ya instalado en el hotel, salí a dar mi primer recorrido. Fui a Grandville Island uno de los barrios más famosos de Vancouver, de tono artístico por todas las galerías de artes plásticas que alberga, y de notas bohemias en sus tiendas de arte, así como en el mercado con sus kioscos de alimentos, su colorida venta de víveres y de artesanías. Como gran fan del salmón, no podía dejar de probar de un salmón enchilado que venden en el mercado, en definitiva un snack que disfruté por completo. Al igual que el café, de gran cuerpo y exquisito sabor, cuyo aroma se percibe al recorrer los pasillos.
Aunque era apenas el primer día de viaje, compré varios souvenirs para llevar de regalo. Adquirí un cuadro increíble de diseño abstracto inspirado en la creencia de los animales espirituales e inspiración de los tótems, éste en específico era de un pingüino y lo que más amé del cuadro fue que enaltecía el valor del compromiso.
Regresé a mi hotel en ferry, para disfrutar del atardecer en la bahía. Utilicé el transporte público False Creek Ferries, que hace bastante ágil y rápido el movimiento de habitantes y turistas entre puntos de la ciudad; además de que permite conocer y recorrer algunos de los lugares más importantes de Vancouver como Canada Place, Granville Island, entre otros. El viaje de recorrido dura aproximadamente 45 minutos del primer al último punto y te permite admirar todas las maravillas de esta ciudad. Las salidas de los ferries están programados cada 15 minutos, pero están disponibles algunos en los docks por si llegan a ser necesarias más salidas.
Después, llegué directamente a descansar: demasiadas emociones después de un vuelo de seis horas, de la Ciudad de México a Vancouver.
DÍA 2.
Ser runner es una de las actividades que me fortalecen en todos los aspectos de la vida, pero correr en la mañana vancouverita será uno de mis mejores recuerdos, estoy seguro.
El aire limpio y los paisajes de Stanley Park se disfrutan a cada metro de sus 8.8 kilómetros de recorrido, pero la verdadera sorpresa es detenerse en los tótems que ahí se encuentran y contemplar esos testigos de las Primeras Naciones en esta costa de la Columbia Británica.
Me apresuré a regresar al hotel, para arreglarme y desayunar, pues ese día tuve una cita con mi amigo David, a quien encontraría en el área del Convention Centre. Y así fue: nos pusimos al día, le compartí las nuevas ideas que traigo en mente para Espacios Lombardi y David me dio estupendas sugerencias, a partir de las buenas prácticas de la ciudad y sus negocios.
Al salir de esta reunión, di un recorrido por el puerto cercano al Convention Centre. Mientras procesaba la información de negocios, disfruté de la vista de los cruceros y embarques que transitan aquí. No me faltaron las selfies junto a la escultura Digital Orca, de diseño modernista y un imán para los visitantes, pues su original estilo destaca desde lejos.
Para seguir con el ánimo marino, regresé al área de Stanley Park para visitar Vancouver Aquarium. Ya en el lugar, elegí un recorrido en el que nos permiten a los visitantes alimentar a las nutrias marinas, orgullo del acuario y uno de los símbolos de Canadá.
En el resto del tour conocí la diversidad de fauna marítima de la zona y de algunas otras zonas del mundo.
La inmersión total —nunca mejor dicho— me dejó hambriento, así que me acerqué a una zona ampliamente reconocida por su corredor de gastronomía: Canada Place cuenta con restaurantes que ofrecen lo mejor de la auténtica gastronomía canadiense.
De regreso al hotel, me fui directo al business center: después de la plática con David, y de todo lo novedoso que encontré en mi recorrido del día, tenía varias líneas por registrar… y además, debía responder varios correos electrónicos.
El cierre de la jornada fue en Robson Street, el mejor corredor para hacer compras de lujo en la ciudad. Encontré mis tiendas favoritas y aproveché para llevar, de una vez, mis regalos de Navidad y de aniversario de bodas: mañana me alcanza Paola, mi esposa, y quiero recibirla como se merece.
DÍA 3
Muy temprano en la mañana me fui al aeropuerto para recibir a Paola. Juntos al fin, regresamos a dejar su equipaje y a prepararnos para un día de convivencia y naturaleza.
Teníamos reservado un tour para visitar Squamish, a 60 minutos de Vancouver. En el camino encontramos vivas postales de la naturaleza regional: bosques extensos y, a lo lejos, las montañas nevadas.
En realidad, Squamish es un punto campestre para apreciar la naturaleza, y también un centro de atracción para los practicantes de senderismo o hiking, así como de ski y snowboarding. Su teleférico Sea to Sky Gondola es toda una celebridad, pues su recorrido de 10 minutos deja ver espectaculares panorámicas, en cualquier estación del año.
Aquí hay recorridos sobre raquetas de nieve o snowshoeing. Como nuestro viaje transcurre en plenas fiestas decembrinas, nos topamos con un camino decorado con elementos navideños: árboles con esferas, listones, luces e incluso marcos colgantes, con los lugares perfectos para las fotografías para el álbum y las redes sociales.
La cafetería que está a las faldas de la montaña tiene los mejores souvenirs posibles. Cómpralos cuando estés por abordar el viaje de regreso en el Sea to Sky Gondola.
Nos fuimos a la cafetería, a descansar y tomar un chocolate caliente. Luego nos preparamos para nuestro próximo recorrido: Capilano Suspension Bridge, a media hora en auto, desde Squamish.
Además de la belleza del lugar, se trata de un punto fundacional de Vancouver: sus árboles y el puente son vestigios de los primeros pobladores de la Columbia Británica.
Este sitio cuenta con una de las experiencias de viaje más sensacionales del planeta: un recorrido por las copas de sus árboles milenarios (Treetops), gracias a una extensa red de puentes colgantes.
Después de degustar una deliciosa comida en el Cliff House Restaurant—salmón en salsa agridulce y jengibre—, visitamos las pequeñas tiendas para comprar chocolates y dulces de miel maple.
Ya con energía recargada, nos lanzamos a Grouse Mountain, a 15 minutos de Capilano Suspension Bridge. Otro teleférico nos esperaba, esta vez con una cabina con capacidad para trasladar 50 personas. El ambiente era de lo más alegre: familias completas y fanáticos del ski nos movíamos para llegar a lo que parecía la Villa de Navidad: estaba nevando y había cabañas con actividades alusivas a esta temporada.
Paola se encontró, cara a cara, con el mismísimo Santa Claus: aprovechó para grabar un mensaje de él para sus pequeños sobrinos, y también para conocer a los renos de Santa. Dimos un paseo por la pista de patinaje en hielo e hicimos un pequeño recorrido por un túnel decorado con miles de luces, que resaltaban en medio del paisaje nevado.
Este parque es idóneo para disfrutar de noche, ya que permanece abierto hasta las 22:00 horas. Después de ocuparse el sol, la decoración navideña y sus luces se aprecian mejor. El restaurante del lugar tiene la mejor vista panorámica de la montaña.
Al concluir este recorrido, nos fuimos de regreso al hotel con la sensación de haber estado en la auténtica cima del mundo.
DÍA 4
Después de desayunar en el hotel, nos fuimos a visitar el barrio Gastown, famoso por su reloj de vapor, que cada 15 y 60 minutos, lanza columnas de vapor y silba. Nos recuerda el paso del tiempo en dos sentidos: por su marcha y porque fue toda una novedad hace más de un siglo, cuando se integró en este barrio histórico de Vancouver.
Luego de tomar las fotos obligadas, nos adentramos a Chinatown, casi contiguo a Gastown. Se trata del segundo barrio chino más importante y grande de todo Norteamérica. Alberga uno de los jardines más célebres de Canadá, el Dr. Sun Yat-Sen Chinese Garden.
Cada planta y cada piedra del lugar fueron traídas directamente desde China.
De camino al hotel decidimos visitar Yaletown, que junto con Stanley Park conforman un grupo de barrios urbanos que fueron rescatados por el gobierno local, en un programa de recuperación urbana. Hoy, es habitado y visitado por la gente más joven de Vancouver, atraída por los pubs y restaurantes con lo último en música y propuestas visuales. Lo mismo cuenta con nuevos desarrollos habitacionales de arquitectura vanguardista, que convive con las líneas de construcción de las zonas más antiguas de la ciudad, lo que le confiere una personalidad única.
Decidimos quedarnos a comer en la zona y fue la mejor elección: la variedad de platillos a base de mariscos resultó una deliciosa propuesta.
Esta capital canadiense ofrece por igual sofisticados establecimientos y servicios de una gran ciudad, así como espacios naturales y deportes al aire libre. Tiene las tiendas más exclusivas y también coloridos bazares de piezas artesanales únicas. Restaurantes con el tradicional menú vancouverita y las más exóticas propuestas de comida-fusión.
Traemos de Vancouver los mejores recuerdos, la certeza de haber hecho un viaje incomparable y un cargamento de regalos de Navidad.
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DÍA 5
Es nuestro último día de estancia en Vancouver, así que decidimos aprovecharlo al máximo levantándonos temprano para ir a desayunar a Downtown, concretamente al Café Medina, que nos habían recomendado mucho porque su menú incluye café latte y chocolate mezclados con lavanda.
Combinamos esas bebidas con waffles estilo belga, que también se sirven con miel de distintos sabores: maple, lavanda, lavanda con chocolate o de maracuyá, entre otras. Los sabores originales, así como la esmerada atención del personal hacen de esta cafetería uno de los puntos más visitados de la ciudad.
A unas cuadras del lugar está el mirador Vancouver Lookout, que ofrece una vista panorámica de 360° de toda la ciudad y sus alrededores. En la tienda del lugar pudimos comprar los últimos souvenirs que teníamos pendientes.
Si bien yo ya tenía completa mi jornada de compras, lo cierto es que Paola todavía no había organizado la suya. Así que nos dirigimos a McArthurGlen Designer Outlet, en donde encontramos decenas de establecimientos, incluyendo tiendas de ropa y accesorios para hombres, mujeres y niños, como Armani, Banana Republic, Guess, entre otras; así como tiendas de artículos de belleza como The Body Shop, joyerías como Michael Kors y muchas más. Aprovechamos para comprar los regalos navideños para la familia… y para renovar buena parte del guardarropa.
Después visitamos Richmond, en donde encontramos un tour gastronómico irresistible llamado Dumpling Trail. Consiste en visitar ¡20 establecimientos de comida asiática! En cada uno ofrecen a los visitantes una porción del mejor platillo de la casa, junto con alguna bebida de acompañamiento. De esta manera, terminas por degustar platillos de cada rincón de Asia.
Nuestra siguiente actividad fue un recorrido por Mount Pleasant, pues nos lo habían recomendado como uno de los barrios con la arquitectura más ecléctica de Vancouver y por sus originales boutiques de ropa, tiendas especializadas, desde deportes hasta artículos para mascotas y galerías totalmente disruptivas. No se equivocaron.
Regresamos al hotel, listos para preparar el equipaje y para descansar: al día siguiente regresaríamos a México, en un vuelo matutino.