Así, como da a conocer BlackRock, la combinación de enfoques tradicionales de inversión con perspectivas medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG por sus siglas en inglés) se ven representadas en las inversiones sostenibles, las cuales están cobrando relevancia a pasos agigantados.
Las cifras lo demuestran. Según la firma MSCI, 64% de las mujeres y 87% de los millennials eligen invertir de manera sostenible y la transferencia de recursos hacia esta generación, en las décadas sucesivas, se estima en 30 billones de dólares.
Sin duda, la evidencia con relación al riesgo climático está convenciendo a los inversionistas para reevaluar los supuestos básicos sobre las finanzas actuales.
Investigaciones realizadas por una amplia y diversa gama de organizaciones –incluyendo al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, el BlackRock Investment Institute y muchos otros, junto con nuevos estudios de McKinsey respecto a las consecuencias socioeconómicas del riesgo climático– están profundizando la comprensión de cómo el riesgo climático impactará tanto el mundo físico como al sistema global que financia el crecimiento económico.
Por consiguiente, la conversación sobre las estrategias de inversión sostenibles debe desmitificarse para terminar con las preconcepciones que existen y que los asesores financieros puedan guiar a los inversionistas hacia el futuro.
Invertir en índices sostenibles implica sacrificar retornos
Esto es falso, pues incluso durante la crisis derivada de la emergencia sanitaria, los instrumentos de inversiones sostenibles han demostrado su resiliencia. Incluso, el 94% de los índices sostenibles han tenido un retorno superior a los tradicionales y el potencial a largo plazo es mayor, derivado de los flujos y del impacto del riesgo climático.
De esta forma, las compañías que están integrando consideraciones ambientales a su modelo de negocio, ciertamente, estarán mejor preparadas para el futuro; mientras que las organizaciones con un gobierno corporativo sólido tienen prácticas y políticas que las hacen menos susceptibles a impactos de reputación que las pongan en riesgo.