¿A punto de inscribirte? Qué tienes que exigirle a tu escuela
Cursar una carrera o cualquier programa académico implica una inversión. Se dedica tiempo, dinero, adquisición de materiales y otros aspectos al estudio. ¿Qué se podría esperar a cambio de esa inversión? Es una pregunta que las universidades no responden con precisión, afirma Alexandra Zapata, coordinadora de proyectos educativos en el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco).
Sólo 10% de las instituciones de educación superior en México cuenta con acreditación de calidad, de acuerdo con datos públicos del Consejo para la Acreditación de la Educación Superior (Copaes). Pero este organismo evalúa estándares de calidad en cuanto a funcionamiento de los programas, procesos de enseñanza y cómo se organizan estos planes.
Lo que se necesita es más información sobre empleabilidad de egresados, periodo en que consiguen trabajo y los lugares en los que comienzan a laborar. La investigadora del Imco considera que estos datos sí dan un mejor panorama a las personas para elegir y entender qué esperan a cambio de destinar recursos a un programa educativo.
“Hoy vemos un sector (público y privado) que ha sido renuente a publicar datos que den muestra de la calidad de la universidad y movilidad de sus egresados (…) Esto, quizá, por miedo a que los resultados mostrados no correspondan con la promesa hecha. Sin datos, cómo comparas”, advierte Zapata.
La especialista en análisis educativo advierte que un problema paralelo a esa poca o nula transparencia es la proliferación de oferta educativa privada ‘patito’, que promete a los jóvenes un lugar, pero no reparan con el estudiante sobre las oportunidades y cómo enrolarse al mercado laboral.
Las instituciones particulares de educación superior no requieren de autorización previa otorgada por una autoridad educativa para operar, pero pueden obtener el Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios (RVOE) para los planes y programas que deseen impartir, según se indica en el estudio ‘De la privatización a la mercantilización de la educación superior’, publicado por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM).
En 10 años, por cada nueva institución pública se crearon 3.5 escuelas particulares, refiere el estudio publicado por UAEM. Se trata de 2,000 programas de licenciatura nuevos cada año, cuando se revoca sólo 1,180 programas en promedio a través de la Secretaría de Educación Pública, según estimaciones del Colegio Jurista.
“Actualmente, por ejemplo, tenemos un exceso de oferta para ciertas carreras, eso es rentable para la universidad, no equivale a posibilidades de contratación, ahí no hay rentabilidad”, subraya Alexandra Zapata.
Más transparencia
El 90% de los estudiantes -entre una muestra de 2,000 personas- valoraría la elección de una universidad por la información y ejemplos recibidos respecto de cómo aplicarán lo adquirido tras varios años de trayectoria, arrojó una encuesta realizada por Barnes & Noble College y la publicación Money.
En la misma evaluación, 42% de los participantes dijo sentir haber pagado “más de lo esperado” por lo que recibió como formación al final del programa. Eso mismo fue referido por 31% de los padres de familia. Aunque en México no se encontró una encuesta similar, Zapata considera que la colocación de egresados es uno de los datos donde mayor transparencia se requiere y es un base para medir la rentabilidad de haber cursado cierto programa y en determinada escuela.
Esta es la información clave que las escuelas deberían transparentar, según los especialistas:
1.- ¿Qué pasa con sus estudiantes? Es importante que la institución ofrezca un panorama de la vida de sus egresados, es decir, grado de empleabilidad, en cuánto tiempo se contrató, en qué actividad y con qué percepción salarial. También es necesario saber el tipo de proyecto (informal o informal) donde se insertan y cómo se realiza su trayectoria.
“Parece demasiado, pero hoy con un cuestionario y la tecnología puedes agrupar estos datos en una base sin problema. Es un tema de recursos, ¿de quién lo hace? y de intención, pero puede desarrollarse", explica Alexandra Zapata.
2.- Perfil comprobable. La trayectoria de los docentes también necesita ser pública. Antes de elegir un programa se debe recibir información sobre quiénes son los facilitadores del conocimiento: ¿qué formación los avala?, ¿qué experiencia tiene esa persona en las competencias que se quieren desarrollar en el alumno, y con qué metodología las transmite?
“Formar un cerebro y desarrollar destrezas no es un programa que se trabaje exprés, las personas deben tener acceso a perfiles de docentes para entender qué podría obtener de una clase, y valorar qué elegir”, sugiere Oswaldo Vicenté, director general de la consultora Expandiendo.
3.- Vinculación con el mercado. Otra información de la que poco se habla, pero es necesario detallar a estudiantes y padres de familia es la vinculación entre escuela y el sector productivo. Hay que mostrar nombres de programas, con quién están firmados, resultados, ejemplos de otras iniciativas orientadas a dotar al estudiante de un conocimiento del mercado laboral.
4.- ¿Quién acredita? Para valorar la validez oficial expedida hacía una institución y programa de licenciatura se puede establecer contacto con la Secretaría de Educación Pública y con la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES). "Más no es suficiente, el estudiante necesita hacer una tarea “casi de investigación” con egresados y la escuela para reunir datos sobre movilidad del universitario, eso es la clave", puntualiza Zapata.