"Empecé a enviar mi currículum a OCC, Computrabajo, y sobre todo en bolsas de trabajo a través de Facebook. Después de unos días, me enviaron un correo electrónico del remitente ‘Personas en busca de empleo”, cuenta, mientras busca el mail en su celular. Luego lee: “Me es grato informarle que ha sido seleccionado para una entrevista, que lleva por objetivo proporcionarle información, aclarar dudas y brindarle una respuesta. Le invito cordialmente a que se presente con su servidora Lic. Irene Amato, el martes 21 de enero a las 12:00. Av. Morelos 159, interior 002-C, colonia Paulino Navarro. A ocho minutos del metro la Viga”.
Estaba emocionada y nerviosa. Cuando llegó a aquel edificio café, vio que otros jóvenes también acudían con su CV y con el testigo impreso de haber sido citados para entrevista. Una chica de unos 25 años los recibió y les entregó un papel de cinco centímetros por cinco centímetros, que incluía el nombre de cada postulante y un recuadro para foto. El currículum no fue necesario. Lo único que pedían es que se presentaran al siguiente día a una evaluación de 9:00 am a 2:00 pm.
"Al llegar me recibió otra chica. Me percaté que todos los que atendían eran menores de 30 años. Me pasaron a un salón que parecía de clases. Nos sentaban conforme íbamos llegando, seis en cada fila. Conté que éramos 60. Entró una mujer de unos 38 años, la única más grande. Vestía de negro y usaba zapatillas. Con un tono prepotente, nos dijo que haríamos un examen psicométrico conformado por 40 preguntas. Bastaba con responder en una hoja sí o no, mientras ella leía cada pregunta muy rápido”, detalla María.
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Después de eso, la mujer suavizó su tono para dar una larga plática motivacional. Aseguró observarlos a todos con detalle, a fin de seleccionar quién se quedaría en un puesto administrativo y quién como asesor general, percibiendo al mes 10,000 y 8,000 pesos, respectivamente.
“Sacó del salón como a diez jóvenes. Tratábamos de poner la mejor cara porque, según ella, estaba evaluando todo. Después nos dieron los resultados del examen y nos iban llamado de cinco en cinco. Nos llevaron a una oficina para felicitarnos porque nos habíamos quedado como asesores generales. La sorpresa vino cuando nos pidieron 190 pesos para una credencial. En los días posteriores debíamos cubrir 25 horas de capacitación y colocar nuestra foto en el papel que nos dieron el primer día”, cuenta.
Algo no andaba bien. María se percató que el examen decía en la parte superior derecha ‘Comercializadora de productos de belleza’, en una tipografía informal de color azul. Después, como parte de la capacitación se les retó a vender cinco perfumes en la calle. Les pidieron una ‘inversión’ de 2,000 pesos más para sacar el producto de la bodega.
Y al final, con todo y la venta lograda, no hubo contrato, ni mucho menos los ingresos prometidos.