¿Héroe o villano? Ben Johnson y la carrera más sucia de la historia
Ben Johnson fue el último hombre en acomodarse sobre su carril para iniciar la carrera en el Estadio Olímpico de Seúl.
Era el 24 de septiembre de 1988, estaba por comenzar la final de los 100 metros, una carrera que mancharía la historia olímpica.
En la competencia reinaban estrellas como Carl Lewis, Calvin Smith —exposeedor del récord mundial— y Lindford Christie, futuro medallista de oro.
Sonó el disparo de salida y Johnson, literalmente, brincó de su posición para tomar la delantera, misma que nunca abandonó.
Solo 9.79 segundos después, destrozó el récord mundial con una demostración de poder y asombro nunca antes visto en la pista.
"Nadie", confiesa Johnson entre risas en una entrevista para CNN, "nadie pudo igualar mi inicio".
Lo que pasó después quedó grabado en la memoria colectiva de los Juegos Olímpicos.
La imagen de la ceremonia de la medalla, la incredulidad de Carl Lewis y los reporteros atónitos ante el hecho.
"Me gustaría decir que mi nombre es Benjamin Sinclair Johnson Jr, y que este récord durará 50 años, a lo mejor 100", le dijo a la prensa. "Una medalla de oro, eso es algo que nadie te puede quitar", agregó.
Pero solo pasaron 24 horas para que las autoridades del Comité Olímpico Internacional (COI) descubrieran que Johnson había usado estanozol, un esteroide prohibido.
El velocista devolvió la medalla a los oficiales del COI.
"Es algo que no puedo ver por lo que me pasó, ¿sabes?", comenta acerca de sus emociones hacia la carrera de 100 metros que se disputará en Londres con uno de los hombres más rápidos del planeta, Usain Bolt.
Sin embargo Benjamin no sería el único.
Seis de ocho finalistas en la misma justa no pasaron las pruebas de dopaje o se vieron involucrados con el uso de drogas , como Lewis e incluso Christie.
Richard Moore describe la final de los 100 metros en Seúl como la "Carrera más sucia de la historia". Así lo consigna en su nuevo libro.
La lucha contra de las drogas
"Había un gran problema con la lucha en contra de las drogas", dice Moore acerca de las acciones en contra del dopaje antes de los Juegos Olímpicos de Seúl.
"Claramente no le interesaba al deporte exponer las trampas". Al entonces presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, no le importaba. Él era ambivalente en el tema.
"Hubo una o dos personas en el COI que tenían la intención de combatirlo. Pero estaba muy limitado".
Johnson empezó su carrera en una época de controles de dopaje rudimentarios a los que Moore se refiere como "el viejo oeste".
Nacido en Jamaica en 1961 dentro de una familia de clase trabajadora en Falmouth, Ben se mudó a Canadá con su madre cuando tenía 15 años.
Encontró consuelo en la pista y pronto descubrió su talento en las pruebas de velocidad.
Conoció al hombre que cambiaría su vida para siempre en el distrito de Scarborough, en Toronto, el entrenador Charlie Francis.
Francis guió al velocista jamaiquino al mundo de los estereoides en 1981, con la firme convicción de que era la única forma para competir en el deporte de alto rendimiento.
"Como dijo Charlie Francis: 'Puedes poner tus obstáculos un metro detrás de la línea de salida o puedes estar igual'. Y creo que estaba en lo cierto. Si hablas con quien sea de esa época te dirá que estaba en lo correcto".
Las técnicas de Francis ayudaron a Johnson a alcanzar un nuevo nivel.
"Pasó de ser un joven escuálido a un fenómeno lleno de músculos en pocos años", apunta Moore.
Ganó el bronce en la final de los 100 metros en los juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, al igual que el bronce en los relevos de 4 x 100 metros. Pero aún estaba lejos de su rival Lewis, el niño de oro estadounidense que reinó en en esa justa olímpica.
El lapso de tiempo que pasó entre los juegos de Los Ángeles y los de Seúl resultó lucrativo para el atleta. Llegó a ser el mejor velocista canadiense de la época.
Ben inició una rivalidad con Lewis, quien también estaba involucrado en el mundo de las drogas.
"Fue algo que yo mismo vi; los perfiles de las personas estaban cambiando muy, muy rápido”, dice Johnson acerca de cómo veía a otros atletas de la pista en ese tiempo.
"Por lo general no preguntabas qué era lo que tomaban porque había que concentrarse en uno mismo".
El preludio del escándalo olímpico de Seúl fueron los Campeonatos Mundiales de Roma, en 1987, en donde de acuerdo con Moore, las catacumbas que rodeaban la arena de práctica a un lado del Coliseo eran "una guarida de drogas, llenas de agujas y jeringas".
Para entonces Johnson era el número uno mundial y había impuesto un nuevo récord. Era la quinta vez consecutiva que vencía a Lewis.
La carrera más sucia de la historia
La escena se preparó para que fuera la final de 100 metros más grandiosa de la historia en Seúl.
"Independientemente de lo que piense el COI, es la mejor carrera que se ha llevado a cabo", explica.
"Yo sabía lo que otras personas hacían en la pista. Simplemente lo hice mejor que los demás. No te hace un corredor más rápido… mi régimen de entrenamiento era el mejor que el del resto del mundo. Mi entrenamiento estaba hecho a la medida de Ben Johnson y mi entrenador era un genio. Ahora todos usan mi programa".
Johnson regresó de Seúl a un molesto Canadá que lo había aceptado como su hijo adoptivo solo para sentirse avergonzado ante los ojos del mundo.
Ya no era el atleta canadiense, sino alguien nacido en Jamaica.
"Creo que fue racista la manera en la que se habló de eso. Y duele un poco", dice al recordar su retorno a Canadá después de los Juegos.
"No me dieron el beneficio de la duda. No me protegieron. En cualquier otro país, el gobierno hubiera intervenido y hubiera protegido a los atletas".
En cambio él y su entrenador fueron citados a un interrogatorio planeado por el gobierno canadiense para descubrir hasta dónde llegaba el uso de drogas en el deporte.
"Absolutamente nada cambió después de 1988, nada", dice Moore. Pasaron 12 años completos antes de que se formara la Agencia Mundial Antidopaje (WADA por sus siglas en inglés). ¿Cuál fue la razón de esta espera?
"Ellos (los del COI) fueron muy indiferentes al respecto. No era una pelea que querían. ¿No eran exactamente buenas noticias para el atletismo o para los Juegos Olímpicos o si?", dice Moore.
No fue sino hasta el escándalo de dopaje Festina que estalló en el Tour de Francia de 1998 que las cosas empezaron a cambiar.
Tiempo después, Samaranch, entonces presidente del COI, hizo comentarios controversiales en el periódico español EL Mundo, lo que dio pie a una intensa investigación en el uso de drogas.
"Traicionó lo que realmente pensaba y debilitó sus esfuerzos antidopaje. Tenía que hacer algo dramático e implementaron la WADA … Si esas palabras no hubieran salido a la luz tal vez todo seguiría igual", afirma Dick Pound, ex jefe de la WADA.
El regreso a la vida ordinaria
Una prueba de drogas que dio positivo en 1993 detuvo de por vida el regreso de Johnson a las pistas.
Se pasó unos años de un trabajo a otro, incluso llegó a ser entrenador personal en Libia para el coronel Gadhafi, quien quería convertirse en jugador profesional de fútbol.
Parece que hoy Johnson encontró un hogar y algo de estabilidad. Ahora es entrenador en la Escuela Internacional de Futbol de Génova en Italia.
Aún se molesta con lo que él llama una injusticia por parte del COI, al sacrificarlo, mientras que a otros los protegieron a pesar de estar igualmente involucrados.
Su teoría más reciente es que él fue sacrificado por la rivalidad entre patrocinadores de zapatos. En el libro "Speed Trap" del difunto Charlie Francis declara que no había manera en la que Johnson no pasara una prueba de estanozolol. ¿La razón? Le suministraba otra droga.
Johnson siempre estará sumido en el desprestigio, pero esto no le impide creer que aún se merece un lugar junto a los grandes corredores.
"Los atletas de hoy no se pueden comparar con lo que yo corría hace 25 años", dice. Él cree que si hoy corriera podría romper la barrera de los 9.5 segundos.
"Ningún velocista de hoy podría levantar 180 kilogramos con el pecho. De 1987 a 1988, gané 25 finales contra los mejores velocistas y eso no ha pasado en estos días. Es un registro imbatible".
"Sé que los atletas siguen tomando muchas drogas diferentes al mismo tiempo", aclama entre risas.
"Y aún así, corren más lento que yo".