El PIB, ¿suficiente para medir la salud de la economía?
Los retos para el producto interno bruto (PIB) como indicador, y la medición del bienestar no son menores. Estadistas y economistas han cuestionado la conveniencia de usar este indicador como única guía para diseñar políticas públicas, por sus limitantes para brindar una radiografía clara de la salud de una economía y sus habitantes.
De ahí que, desde hace unos años las oficinas de contabilidad nacional de varios países, incluido México, trabajen en el diseño para mejorar el indicador con otras mediciones que incluyan la prosperidad y la desigualdad, además del valor que generan para una economía nuevos servicios, como el comercio eletrónico, las ventas de música en línea o la publicidad de redes sociales.
“El gran éxito del PIB es también una gran limitación. Su éxito es que con un solo número habla de muchísimas cosas y da un resumen de lo que ocurre en una economía, pero tener tanta información comprimida en un indicador es algo limitante”, dice el director general adjunto de Investigación del INEGI, Gerardo Leyva.
Nigeria es un claro ejemplo. En 2014, su PIB creció 89% más de lo previsto luego de que sus economistas cambiaron la medición del indicador, sumaron 13 nuevas industrias y modificaron el peso que tenían varios sectores.
Y aunque Nigeria es una de las economías más importantes del continente africano, cerca de 50% de su población vive en situación de pobreza, mientras que su esperanza de vida es de 53 años, según el Banco Mundial.
Con este ejemplo, la medición del bienestar y la igualdad cobra cada día más relevancia , ya que permite tener una visión más clara del resultado de las políticas públicas en la población así como de los cambios que éstas requieren para ser mejoradas.
Cuando se creó el PIB, se buscó desarrollar un sistema de cuentas nacionales para ayudar a diseñar políticas para combatir la Gran Depresión.
La medición del bienestar en un país se antoja más complicada e incluye factores como el entorno social, las emociones positivas y negativas de las personas, entre otros.
“Es una medida tremendamente compleja y la reducción a un solo número siempre tiene limitaciones, es una forma que intenta conseguir más simplicidad para poder comparar las diferentes economías, pero a cambio de esto, se pierde información, es inevitable”, explica Ansgar Sey-fferth , director de la filial española de STAT-UP, una firma alemana de consultoría y servicios estadístico s.
En febrero de 2008, el entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, pidió a los economistas Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi crear “la Comisión de la Medición del Comportamiento Económico y el Progreso Social”. Su misión era identificar las limitaciones del PIB como indicador del comportamiento de la economía y qué información adicional podría requerirse para producir indicadores más relevantes del progreso social.
Las conclusiones de su reporte fueron la guía para que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos generara el reporte ‘How’s life?’, que mide la actividad económica a través de varios indicadores, como calidad de vida, educación, libertades, entre otros.
El INEGI ha realizado cálculos enfocados en el bienestar. Entre otros, destacan el PIB ecológico, que mide el deterioro en el medio ambiente que surge de la actividad económica.
También, el emisor dinámico del bienestar, que incluye indicadores como vivienda, PIB per cápita, trabajo, educación, salud, bienestar subjetivo y arroja datos por entidad federativa.
“Estaría muy complicado en las cuentas nacionales cambiar el PIB. Necesitamos complementarlo. No debemos casarnos con ese indicador y definir todo respecto a él, hay que tener más información y datos para generar políticas más efectivas”, señala Gabriela Ramos, directora de Gabinete de la OCDE, Sherpa ante el G20 y consejera especial para el secretario general.
Los especialistas indican que los gobiernos necesitan acompañar el PIB con mediciones del bienestar para que las políticas públicas terminen por reflejarse en mayores niveles de progreso e igualdad, pero esto también requiere de un mayor crecimiento económico.
“Tenemos que usar un panel de indicadores, en el que esté ese número (PIB) y varios. Incorporar elementos distributivo s para saber no sólo si se produce más, sino si eso que se produce está llegando a toda la gente por igual o solo a algunos, si la gente vive su vida de manera que le resulte grata y que estén en condiciones de heredarle a la siguiente generación los acervos de capital”, dice Leyva.
La aplicación del PIB para saber el valor de los bienes y servicios que produce una economía ha funcionado con éxito en todo el orbe. Sin embargo, los especialistas indican que el mundo es distinto del de la primera mitad del siglo XX, cuando se creó el PIB. Eso impone retos considerables para no sólo medir el valor que generan los cambios tecnológicos, sino para conocer si las personas tienen una buena calidad de vida.
Además, las oficinas de estadísticas enfrentan el reto de calcular los efectos nocivos de la contaminación y el desgaste de los recursos naturales como resultado de las actividades económicas.
“Supongamos que una economía funciona a base de gastar sus recursos finitos naturales y éstos, en algún punto, se agotan. Así está acabando con su propio motor de bienestar, pero esto no se mide hasta que se acaba ese recurso”, dice Seyfferth.
Nota del editor: este texto se publicó originalmente en la edición 1195 de la revista Expansión del 15 de agosto de 2016.