Ingresos públicos se ponen en riesgo si México crece menos
La desaceleración de la economía mexicana que pronostican diversos bancos y organismos financieros internacionales para este año pondría en entredicho los fundamentos con los que se construyó la ley de ingresos y el presupuesto de egresos para 2019.
En principio, los criterios generales de política económica prevén que el crecimiento del PIB sería de entre 1.5% a 2.5% respecto a 2018, y con base en la dinámica económica que este generaría el gobierno federal espera obtener ingresos por 5.8 billones de pesos para cubrir gastos obligatorios como el pago de la deuda y las pensiones, además de echar a andar megaproyectos y programas sociales, como becas para jóvenes, para adultos mayores, y financiamiento para el campo.
Pero un menor impulso económico traería consigo una menor generación de ingresos. “La posible desaceleración económica pondría en aprietos al nuevo gobierno. La principal fuente de ingresos del presupuesto proviene del dinamismo económico”, señaló Mariana Campos, coordinadora del programa de gasto público y rendición de cuentas de México Evalúa.
Una baja en la recaudación fiscal (sobre todo a través del IVA e ISR), pondría en riesgo el gasto en programas sociales y, al no haber inyección de este dinero al mercado interno impactaría en consumo general de la población en bienes duraderos en los que podría gastar los recursos.
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El margen fiscal del gobierno es reducido, pues se comprometió a lograr un superávit primario sin tener que incrementar impuestos ni generar mayor deuda.
Uno de los factores que aplaudieron analistas y grupos financieros del paquete económico de este gobierno fue su prudencia fiscal. “Incluye un fuerte recorte de gastos administrativos a favor de la inversión pública y el gasto social”, dijo Jaime Reusche, analista de riesgo soberano de la calificadora Moody’s.
“Quizás otro escenario sería en este momento si hubiera habido una reforma fiscal”, señaló Gabriel Pérez del Peral, investigador de la Escuela de Gobierno y Economía de la Universidad Panamericana (UP).
Más allá de los pronósticos que dicen que México no alcanzará un crecimiento de 2% este año, ciertos indicadores económicos del último trimestre de 2018 sugieren ya una desaceleración en la actividad económica.
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Las importaciones mexicanas, componente importante para la producción industrial mexicana, registraron una baja en diciembre pasado de 0.8% a tasa anual y el crecimiento del PIB del país los últimos tres meses del año de 0.3%, según las estimación oportuna de Inegi, son signos de una desaceleración, según lo comentado por el subgobernador del Banco de México Jonathan Heath.
Lo que afirman los expertos es que una menor actividad económica, que implica un menor intercambio de bienes y servicios, traería consigo menor recaudación. Los ingresos del gobierno dependen de esa actividad en un 83.7% (44.2% ISR, IVA 25.2%, 7.5% IEPS de combustibles, 6.9% otros impuestos como el de bebidas alcohólicas y azucaradas).
Otro componente que afectará al crecimiento es la contracción de la inversión privada que ya se observa en el cuarto trimestre 2018 y que probablemente no se recuperará en 2019, señalan en un reporte de la agencia Moody’s los analistas Jaime Reusche y Anna Snyder.
“El crecimiento económico (mexicano) con probabilidad acelerará en 2020 impulsado por un mayor gasto social del gobierno y la inversión pública mas no por un repunte de la inversión privada”, advierten.
Vale recordar que esta desaceleración de la inversión privada inició desde 2018, derivado de la incertidumbre que generó la larga negociación del nuevo acuerdo de libre comercio de América del Norte, hoy T-MEC. Y según distintos reportes de la banca privada la tendencia continuará por la desaceleración de la economía de Estados Unidos y la guerra comercial de esta nación con China.