Desde 2020 las importaciones procedentes de Asia comenzaron a acortar distancia y para 2024 la brecha ya era inocultable. Ese año, México adquirió en Asia 253,686 millones de dólares frente a los 274,477 millones que provinieron de Canadá y Estados Unidos. Las compras a Norteamérica crecieron apenas 0.13%, las asiáticas avanzaron 12.7%, de acuerdo con datos de Banxico.
El punto de quiebre llegó este 2025. En los primeros siete meses del año, las importaciones asiáticas sumaron 157,026 millones de dólares, mientras las norteamericanas se ubicaron en 152,305 millones. Por primera vez, en cuanto al valor total, el eje del comercio exterior mexicano se inclina de manera decisiva hacia el Pacífico.
El gobierno de Claudia Sheinbaum quiere revertir esa curva con el Plan México. La apuesta es sustituir una parte de las compras asiáticas con producción nacional o regional. La Secretaría de Economía asegura que entre México, Estados Unidos y Canadá es posible reemplazar hasta 30% de lo que hoy se adquiere en Asia, sobre todo en China.
Entre las tres economías compran alrededor de 500,000 millones de dólares a la región asiática. Un reemplazo de esa proporción equivaldría a redirigir 150,000 millones hacia proveedores en Norteamérica, según los cálculos de Marcelo Ebrard.
El Secretario de Hacienda también lo plantea en términos de impacto económico. Si México sustituye tan solo 10% de los insumos importados con producción nacional, el PIB potencial podría elevarse entre 1.7% y 1.8%. Además se crearían miles de empleos adicionales cada año, con efectos en sectores clave como la industria automotriz.
Una de las acciones para apoyar ese cambio ya está en el Congreso y parte del Plan México. Se trata de la iniciativa de la presidenta Claudia Sheinbaum enviada al Congreso para reformar la Ley de los Impuestos Generales de Importación y Exportación. Propone elevar aranceles a 1,463 fracciones de 19 industrias, con un valor de 52,000 millones de dólares, dirigida a países sin tratado comercial, incluidos China, Corea del Sur, India y Tailandia. El objetivo es frenar la dependencia para abrir espacio a la sustitución y la reducción del déficit comercial.
Estados Unidos y Canadá también buscan depender menos de Asia, en especial de China, y reforzar sus cadenas de valor. Para México, la oportunidad es clara. Puede ganar presencia en el mercado estadounidense, atraer inversión y subir de nivel en manufactura. Pero el diagnóstico de especialistas reconoce un límite. Aun con mayores exportaciones, México seguirá necesitando insumos asiáticos, especialmente de los chinos.
La razón está en la composición del comercio. De acuerdo con Liu Xuedong, profesor de economía de la UNAM, México compra de China principalmente bienes intermedios y de capital, no de consumo final. En los 90, los productos de consumo representaban 19% de las importaciones mexicanas desde ese país. En 2022 bajaron a 10.5%. Ahora, casi 90% son insumos industriales.
En las 20 fracciones más importadas desde China, los bienes de alta tecnología alcanzan más de 93%. Con este perfil, desvincularse de Asia en el corto plazo es poco realista.
El déficit comercial lo confirma. Con Asia, México acumula un saldo negativo de 223,349 millones de dólares en 2024, China representa más de 119,000 millones.
La brecha se amplió tras la crisis financiera de 2007, la guerra comercial entre Washington y Beijing en 2018 y la pandemia de 2020. Cada evento reforzó la dependencia de insumos asiáticos, indica un análisis de la Universidad de Colima.
México se especializa en sectores de transporte y manufactura para su vecino del norte. Con Asia, la relación sigue siendo complementaria pero desequilibrada.
Especialistas coinciden en que el reto de México en la sustitución importaciones es hacerlo sin poner riesgo su competitividad. El desafío es sostener la integración regional y al mismo tiempo reconocer que Asia seguirá siendo indispensable.