La mayor parte de este incremento ocurrió en México (alrededor de 16 millones de toneladas). La gráfica incluida en el informe destaca que estas importaciones ya representan 45% del mercado mexicano.
México y Canadá aún no toman las medidas adecuadas para frenar el aumento repentino de la sobrecapacidad mundial de acero, principalmente de China, en sus respectivos mercados nacionales.
Sostiene que este flujo de producto externo tiene efectos directos sobre la industria estadounidense. Argumenta que el acero importado por México se utiliza en sectores intensivos como el automotriz, lo que reduce oportunidades de exportación para los fabricantes norteamericanos y debilita los incentivos creados por el T-MEC para fortalecer el contenido regional.
El AISI recuerda que el tratado exige que 70% del acero comprado por cada ensambladora sea de origen norteamericano, pero advierte que esta regla no se ha implementado por completo, especialmente la parte relacionada con la norma de melt and pour.
Explica que el origen real del acero se determina en el punto donde se funde y se vierte por primera vez en su forma sólida, una etapa que concentra la mayor parte del valor económico, la inversión y el empleo del sector. Sin esta regla, el acero fundido y colado fuera de Norteamérica puede transformarse de manera superficial en México o Canadá y obtener trato preferencial bajo el T-MEC, lo que abre espacios para el desvío de comercio.
También advierte que parte de ese material llega a México, recibe procesos mínimos y después cruza la frontera como mercancía mexicana o canadiense para evadir los aranceles estadounidenses establecidos bajo la Sección 232.
Para corregir estas distorsiones, AISI propone que México adopte una política comercial idéntica a la de Estados Unidos bajo la Sección 232. La recomendación consiste en establecer un arancel de 50% a todas las importaciones de acero de origen no norteamericano, sin excepciones por acuerdos comerciales. Esta medida permitiría crear un “muro tarifario” común que frene el desvío de comercio y evite que el acero externo entre por el eslabón más abierto de la región.
También solicita cambios internos en México. Señala que programas como IMMEX, PROSEC y la Regla 8 facilitan la entrada temporal o con tarifas reducidas de insumos que después pueden enviarse a Estados Unidos sin enfrentar la carga arancelaria que fue diseñada para proteger la industria regional. AISI pide que estos mecanismos sean revisados para evitar que se conviertan en rutas de evasión.
La transparencia es otro punto central. El instituto afirma que México no publica siempre los datos completos sobre importaciones de acero y urge a que el país libere información detallada sobre todos los flujos, incluido el origen melt and pour, con el fin de detectar transbordos, subvaluación y errores de clasificación.
Estados Unidos y Canadá ya recaban esta información, por lo que AISI considera que México debe equiparar sus prácticas. Con la revisión del T-MEC en el horizonte, la industria del acero estadounidense presiona para que la región adopte un frente común ante la crisis global de sobrecapacidad.
La visión de México
La Cámara Nacional del Acero (Canacero) en México también envió sus comentarios a la USTR. En 2024, Norteamérica produjo 106 millones de toneladas de acero, muy por debajo de las 130 millones que consumió.
La brecha muestra que Estados Unidos, México y Canadá no tienen capacidad suficiente para abastecer su propio mercado. La organización afirma que, ante una emergencia, México y Canadá serían los únicos proveedores confiables para Estados Unidos. Por eso, señala, la aplicación de aranceles bajo la Sección 232 a productos mexicanos debilita la capacidad regional en lugar de fortalecerla.
En marzo de este año, Donald Trump impuso un arancel de 25% al acero y meses después lo elevó a 50%. El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, afirma que una de sus prioridades es lograr una ventaja para el sector antes de la revisión del T-MEC en 2026.
La Canacero indica que, para cerrar el déficit, Norteamérica necesita inversiones masivas y una transición que permita importar temporalmente acero semiterminado sin afectar el comercio dentro de la región. Esta flexibilidad, afirma, debe servir para garantizar insumos mientras se incrementa la capacidad productiva.
Propone un concepto que coloca en el centro del debate: Fortress North America. La idea busca que los tres países actúen como bloque, alineen sus políticas industriales y adopten una defensa común frente a las distorsiones comerciales de terceros países. El principio incluye trato igual en medidas contra prácticas desleales, coordinación aduanera estricta, digitalización completa del comercio y eliminación de barreras internas que frenen el intercambio regional.