¿Cómo fueron tus comienzos?
Yo empecé desde muy niño a hacer deporte. Mi primer deporte fue natación a los tres años. Después me metí a un club y practiqué varios deportes, como fútbol, basquetbol, ajedrez, béisbol. Y entre ellos, los clavados. Después de haber probado todo, lo que más me gustó fueron los clavados, y a los siete años empecé a practicarlos más en serio. De ahí fueron pasando los años, me fui creando una idea y un sueño de ir a los Juegos Olímpicos a competir.
Tuve que venirme aquí a la Ciudad de México a los 11 años, lejos de mi familia, para estar concentrado en ello. En Mérida no contaba ni con el entrenador ni con las instalaciones adecuadas, y si quería perseguir mi sueño y no sólo hacerlo como hobby, sino buscando ir a los Juegos Olímpicos, tenía que venir aquí a la Ciudad de México. Entonces, yo me vine a los 11 años, mi familia se quedó en Mérida, y así se fue dando mi carrera: fui compitiendo y ganando en competencias de mi categoría, infantiles y juveniles, luego ya en torneos centroamericanos, panamericanos, campeonatos mundiales... Hasta llegar al día de hoy. Llevo más de dos décadas en este deporte, muy contento y satisfecho de todos los resultados que he tenido.
¿Cómo pagaste tu carrera? ¿Tuviste becas o apoyos?
Había un proyecto de talentos del que formé parte desde muy niño. Al ser parte de los primeros lugares a nivel nacional, en mi categoría te hacías acreedor a una pequeña beca. Mi primera beca fue como a los 10 años, y eran alrededor de 300 o 500 pesos al mes. Te daban una mochila y una playera. Principalmente, era algo simbólico. Cuando yo empecé a hacer deporte, nunca fue pensando en el dinero. Fue porque me gustaba, y a pesar de que la beca era muy poquita, yo estaba muy feliz porque era algo que me ganaba con mi esfuerzo, era algo mío. Luego las becas fueron aumentando según el nivel y el resultado que iba obteniendo.
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¿Cómo funciona esto ya cuando se entra a competir profesionalmente?
A pesar de que entrenamos a diario, nosotros seguimos siendo considerados amateurs. No entramos como profesionales. Porque el deporte olímpico es amateur, o sea, no es que sea un hobby, pero su nombre específico es amateur, es como el box olímpico. Y nosotros en sí no recibimos... no es un sueldo, sino una beca por parte de la Conade (Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte). Y dentro de la Conade hay un programa de élite que se llama CIMA, y los que tenemos los mejores resultados pertenecemos a él. Ahí estás tabulado según tu ranking mundial, que varía de acuerdo a tus resultados de cada año. Te fijan metas y las tienes que cumplir. Si no las cumples, baja tu beca, y si las superas, puede aumentar. Una de mis metas, por ejemplo, fue el resultado en la Copa del Mundo. Yo tenía que estar dentro de los seis primeros, y fui oro, entonces ahí superé la meta (risas).
En general, ¿cuánto cuesta competir por una medalla olímpica?
La verdad, no te puedo decir cuánto cuesta una medalla, pero sí es una inversión grande. Formas parte de un equipo, y no es que la inversión sea en específico para la medalla, pero son muchos años de entrenamiento, es el doctor que está en el equipo, la entrenadora, el equipamiento, los traslados... Al principio, los papás son los que tienen que pagar muchas cosas. Cuando eres niño, son los viajes a las diferentes competencias fuera del estado, el hospedaje, la alimentación, ver cómo conseguir los boletos, todo eso. Hace años, cuando yo empecé, era un poquito más complicado, ahorita ya apoyan más los institutos de cada estado a los niños a salir a competir.
¿Cómo ves la situación de los apoyos al deporte, más allá del fútbol?
Hay más ayudas. Yo creo que nosotros fuimos parteaguas. Ahora, con la Conade, con la Olimpiada infantil y juvenil, mucho del deporte está enfocado hacia esos resultados. Entonces, los institutos deportivos invierten para lograr resultados en la Olimpiada nacional, y ahí se detectan los talentos.