Las historias de #Expansión500: Deacero hace negocio con el reciclaje
“¡¡¡Se compran... colchones, tambores, refrigeradores, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que venda!!!”. Es el pregón popular que se oye por las calles de cualquier localidad de México, y que tiene como fin vender lo recolectado para que sea reciclado y pueda formar parte de algún nuevo producto.
“Eso que se escucha es muy importante en nuestro negocio”, afirma Juan Antonio Rebouda, director de Relaciones Institucionales de DeAcero, al referirse al pregón del pepenador que se oye fuera de su oficina. Lo dice porque esta empresa es una de las mayores productoras de acero en el país, y la totalidad de su materia prima proviene del reciclaje. “Toda nuestra producción está basada en el reciclaje de acero que se desecha de electrodomésticos, de automóviles y de diversas industrias”, explica el directivo.
Por ello, la firma regiomontana tiene 19 centros de acopio de chatarra –18 en México y uno en Estados Unidos–, desde donde se transporta por ferrocarril a una de las tres acerías con las que cuenta el grupo, en la que se funde y procesa el material. De este tratamiento se derivan los 3,800 productos que ofrece la compañía.
Esos centros de acopio también reciben diversos materiales ferrosos y no ferrosos, que son triturados, compactados y exportados a países como China, que es el mayor consumidor de cobre del mundo, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
El acero es el material que más se recicla en el mundo: dos de cada tres toneladas producidas provienen del reciclaje, según la Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero). Además, es uno de los sectores que más aportan a las compañías constructoras y automotrices, que demandan casi dos tercios de la producción.
La instauración de esta economía circular le permitió a DeAcero disminuir costos y acelerar su crecimiento. En menos de 20 años, la empresa duplicó su tamaño: ahora exporta sus productos a 20 países y cuenta con 7,490 empleados.
DeAcero presume de ser la principal recicladora de acero en México, un país que se encuentra por encima del promedio mundial en esta materia.
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Según datos de la Cámara Nacional del Acero (Canacero), de los 19 millones de toneladas que se producen en el país, 34% viene de material reciclado, frente al 22% que se maneja en promedio a escala mundial. El reciclaje hace más eficientes los negocios, y también tiene un beneficio para el medio ambiente, pues permite menores emisiones contaminantes en la producción. De acuerdo con la Canacero, el promedio mexicano de emisiones de dióxido de carbono por tonelada de acero líquido es menor al mundial.
El proceso de reciclaje de acero toma cada vez más importancia en México, pero hay un tema que resolver: “No existe el marco legal e institucional adecuado para llevar a su máximo potencial a la industria del reciclaje en México. La gran mayoría de este sector se encuentra en la informalidad”, acusa Rebouda.
La empresa, en conjunto con el Instituto Nacional de Recicladores, gestiona la formalización del sector, pues los pepenadores de chatarra son parte importante en su proceso. Por ahora, las pláticas con la Secretaría de Hacienda están en la mesa, y aunque aún no se llega a un acuerdo, tratarán de que haya garantías laborales para los trabajadores.
Inicio modesto
Esta empresa comenzó su historia hace 65 años al final de la cadena de producción, elaborando y vendiendo el producto al consumidor final. Todo empezó en 1952 en Monterrey, Nuevo León, en un taller con 12 personas que ‘tejían’ e instalaban malla ciclónica. La expansión inmobiliaria que tuvo esa ciudad apoyó el crecimiento de la firma, que, a principios de los sesenta, inauguró su primera fábrica de alambre.
“Nosotros comprábamos el alambre de segunda, tejíamos y hacíamos el alambre de púas. Después creamos la primera planta y ahí producíamos nuestro propio alambre. En la década de los ochenta empezamos a producir alambrón, lo que implicó la creación de nuestra primera acería”, cuenta Rebouda.
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Esa primera acería en Saltillo, Coahuila, es la base de lo que hoy se conoce como DeAcero. Una década después, la firma adquirió las compañías Aceros Nacionales y Alprosa, lo que le permitió aumentar la producción e incursionar en Estados Unidos con una bodega en Laredo, Texas, desde la que exporta. Más tarde, creció con el lanzamiento de productos para el sector agropecuario, con una marca llamada Range Master.
DeAcero cuenta con una capacidad de producción instalada de 4.5 millones de toneladas de acero anuales, equivalentes a 474 veces el acero usado en la torre Bancomer, en la Ciudad de México. Desde sus 11 plantas de productos terminados en México y dos en Estados Unidos, abastece a 10,000 clientes activos (los de constante compraventa) de los sectores de infraestructura, agropecuario, industrial y doméstico, con productos como clavos y cables especializados para la industria petrolera.
“Una de nuestras fortalezas es la red de distribución, que es muy robusta, porque trae más de 70 años de servicio”, señala el directivo de la empresa.
Y ahora, el enfoque es impulsar la importancia del reciclaje en el proceso.
No hay desperdicio
En el proceso de producción de DeAcero todo se aprovecha. Cuando el acero se encuentra en estado líquido, se producen algunos subproductos, como la llamada escoria, que no es otra cosa que la ‘nata’ que queda de la fundición del metal. Ese líquido se aparta del resto para formar uno de los productos estrella de la compañía: un aditivo que se inyecta en el cemento para duplicar la resistencia del concreto, y que se utiliza, sobre todo, en la construcción carretera.
La empresa es la tercera acerera más grande del país por ingresos, pero aún cuenta con el 40% de su capacidad de producción ociosa (sin aprovechar), debido a la crisis que sufre el sector en el mundo.
Por un lado, los países asiáticos mantienen una sobreoferta en el mercado de acero; y por el otro, la debilidad de la economía y el consecuente freno a la inversión en infraestructura reducen la demanda de materiales para construcción.
Para defender a la industria siderúrgica, el gobierno mexicano implementó cuotas contra las importaciones de acero provenientes de países con los que no existe acuerdo comercial, como China. Aunque esas medidas de defensa del mercado interno han ayudado, “la competitividad debe empezar por cada empresa”, dice Rafael Rubio, director general de la Alacero. El representante agrega que los participantes de la industria deben preocuparse por tener la mejor tecnología disponible, una fuerza laboral técnicamente preparada y productiva, una estructura administrativa eficiente y una logística que permite entregar los productos a tiempo, explica.
Pero las empresas insisten en que, sin esos aranceles frente a los productos asiáticos, la situación sería muy mala. “Es una medida que para la industria ha sido una tabla de salvación en medio del hundimiento del barco. No nos va a salvar la vida por completo, pero si nos la quitan ahorita, nos ahogamos”, afirma Rebouda.
DeAcero sigue navegando contra las dificultades y en 2012 realizó la inversión más grande de su historia, por 750 millones de dólares, en la planta de Ramos Arizpe, Coahuila, que tiene una capacidad de producción de 3 millones de toneladas al año.
La firma regiomontana también continúa creando productos para ingresar a nuevos mercados. Por ejemplo, trabaja en una nueva línea de producción: vigas y canales de acero para el sector de infraestructura. Además, la empresa innova en los procesos: ahora consolida su cadena productiva de forma vertical, de tal modo que, gracias al reciclaje, ellos mismos son productores y proveedores. “Lo que originalmente fue la búsqueda de un mecanismo de acopio de acero para nuestra materia prima, se ha convertido en un negocio muy interesante”, comenta Rebouda.
Este reportaje se publicó originalmente en la edición de 'Las 500' de Expansión, que salió a la venta el 15 de junio de 2017.