Laura Tamayo, la voz de los transgénicos
Laura Tamayo lleva más de una década defendiendo, a capa y espada, las semillas transgénicas, un producto muy impopular entre algunos sectores de la población y de los agricultores.
Ésta fue parte de su labor, de 2004 a 2010, como directora de Asuntos Corporativos en México de Cargill, uno de los más grandes distribuidores de productos agrícolas del mundo. Y ahora sigue en ello en ese mismo cargo en Monsanto de América Latina del Norte.
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“Nosotros, como Monsanto, salimos con los transgénicos (organismos genéticamente modificados) hace unos 20 años, e hicimos un buen trabajo para comunicárselo a nuestros agricultores, pero no al consumidor final. Sabemos que cometimos un error, como empresa, de no comunicar”, admite Tamayo en las oficinas de esta multinacional estadounidense en Santa Fe, en la Ciudad de México. “Un día nos despertamos y nos dimos cuenta de que nuestra reputación estaba por los suelos”, agrega.
Desde entonces, ha sido una batalla cuesta arriba. Monsanto es una de las compañías con la peor reputación del mundo, según estudios de firmas como Bloomberg, y está continuamente en el punto de mira de grupos como Greenpeace, de organizaciones campesinas e, incluso, de la sociedad en general: el 23 de mayo de 2016, hubo una manifestación global en su contra en más de 400 ciudades del mundo. Estos grupos argumentan que el consumo de productos transgénicos puede provocar enfermedades y afecta las cosechas, y que las patentes de la empresa crean un monopolio que mantiene los precios altos.
En este contexto, la estrategia de Tamayo, de 43 años, es evitar la confrontación y promover puntos de entendimiento. Desde su otro cargo como vicepresidenta de Comunicación del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), busca que la gente conozca detalles sobre el sector en México, y no únicamente sobre Monsanto, ya que sólo es una “pequeña parte del mundo de la agricultura”, dice.
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“Mi vicepresidencia no existía cuando llegué. Bosco de la Vega, actual presidente del CNA, estaba haciendo su campaña, y yo fui a hablar con él y le dije: ‘Tengo una inquietud importante de que nuestro sector se conozca, que lo conozca el consumidor, el sector empresarial, el sector gubernamental; porque si bien entre nosotros nos comunicamos muy bien, hay un cierto desconocimiento allá afuera de lo que significa la agricultura en nuestro país”, cuenta Tamayo, quien apenas lleva un año desempeñando ese papel en la asociación del sector.
Por ello, la directiva ha desarrollado un plan de comunicación interno y externo para dimensionar la importancia de ese sector en el desarrollo del país. Es un papel que, en plena renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá, tomó mayor relevancia.
“Laura se ha encargado de organizar y generar toda la estrategia de comunicación respecto de las seis rondas de la renegociación, así como en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) a nivel nacional e internacional”, comenta Bosco de la Vega, del CNA, que representa a cerca de un millón de agricultores que conforman 80% de la producción alimentaria de México.
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Nuevas recetas
El reto para esta directiva sigue siendo defender los productos que elabora Monsanto y mejorar su reputación. En México, la siembra de maíz transgénico aún no está permitida, y la población es reticente a este tipo de productos, incluso aunque en 2016, más de 100 premios Nobel publicaron una carta para defender que no hay pruebas científicas en su contra.
Tamayo se ha acostumbrado a los ataques contra la empresa, pero también le emociona el futuro, sobre todo, por el desarrollo de tecnología para el campo. “Hay grandes oportunidades en investigación para las dos compañías (Monsanto prepara su fusión con la agroquímica Bayer), y va a ser interesante lo que podamos ofrecer a los agricultores. Imagínate que, como agricultor, puedas entrar a tu iPad, que te lea el satélite y los sensores del campo te digan que te toca regar hoy o poner fertilizante”, detalla.
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Otro de sus objetivos, añade, es impulsar a la mujer en el campo mexicano, donde su participación aún es pequeña en comparación con países como Estados Unidos, en los que representa entre 40 y 60% de la fuerza laboral. “En México, tú vas a una reunión de ganaderos o de productores y somos dos mujeres, de 40 personas. Es un negocio que, normalmente, está liderado por hombres, pero eso no significa que no haya grandes emprendedoras agrícolas, o que las empresas de la agroindustria no tengamos una responsabilidad con la diversidad”, señala.
Tamayo, acostumbrada a promover causas difíciles, mantiene el optimismo. Al comienzo de su carrera profesional, ‘cabildeando’ en instituciones gubernamentales, aprendió cualidades como “pensar fuera de la caja”, “poseer agilidad” y “trabajar en equipo”, destaca. Son las características que aplica en sus tareas actuales, añade. “Yo creo que éste es el resultado de una carrera que, en mi caso, ha sido incremental. Yo no soy producto de una sorpresa, ni siquiera, de la suerte. Mi posición en Monsanto ha sido el resultado de trabajar todos los días y de entregar lo que más puedas al trabajo que estás haciendo”.