Esta última, la petrolera estatal de Noruega, incluso cambió su nombre después de 45 años de Statoil a Equinor porque su administración consideró debía mostrar su decisión por evolucionar de una compañía de petróleo y gas a una empresa también especializada en energía eólica, solar y geotérmica.
Saudi Aramco, la mayor productora de crudo, ha puesto en marcha una serie de inversiones en prometedoras compañías especializadas en energías renovables. Ecopetrol ya posee un parque solar e YPF busca convertirse en la principal compañía de electricidad vía métodos renovables en Argentina.
Las petroleras privadas han iniciado un camino similar. La estadounidense ExxonMobil, uno de los mayores productores de combustibles del mundo y una de las que más se resistía al cambio, anunció hace unos meses una inversión de 3,000 millones de dólares durante los próximos cinco años para desarrollar una nueva unidad de negocio centrada en combustibles.
La británica BP también ha hecho lo propio, es dueña del 43% de Lightsource, el mayor desarrollador de proyectos de energía solar en Europa y gastado cerca de 200 millones de dólares en inversiones en compañías emergentes relacionadas con el proceso de carga de vehículos eléctricos.
BP también anunció a finales de octubre el cierre definitivo de su refinería en Kwinana, una ciudad al occidente de Australia. La empresa explicó que este complejo ya no era financieramente viable y los movimientos en el mercado internacional aceleraron el cese de las operaciones.
La crisis de coronavirus está acelerando el proceso que ya habían iniciado algunas petroleras a nivel mundial en víspera de la transición energética, el mayor uso de energías provenientes de fuentes renovables y la probabilidad de que la demanda de petróleo e hidrocarburos toque su punto máximo en los próximos 20 años.
La baja en la demanda de gasolinas y combustibles ocasionada por el distanciamiento social derivado de la emergencia sanitaria llevó a una decena de empresas a cerrar las operaciones de algunas de sus refinerías de manera anticipada. Mientras la construcción de la refinería Dos Bocas avanzaba, otros complejos de refinación a nivel mundial interrumpieron sus operaciones de manera temporal o permanente.
La estadounidense Marathon Petroleum cerró de manera definitiva dos de sus plantas en Estados Unidos, en California y otra en Nuevo México, como parte de la estrategia de la compañía para aumentar su rentabilidad tras los estragos sufridos por la pandemia. Y Phillips 66, otra gran compañía dedicada a la refinación, planea para 2023 cerrar una de sus refinerías ubicadas en Santa María California.
La consultora Wood Mackenzie estima que casi el 10% de las refinerías en Europa –que implica cerca de 1.4 millones de barriles de capacidad diaria– podrían finiquitar sus operaciones durante los próximos tres años, como parte del rápido movimiento hacia las energías renovables y combustibles menos contaminantes.
Todas las petroleras con cambios recientes coinciden en un punto: han decidido optimizar su cartera de activos como una medida de resiliencia financiera y como parte de la estrategia para permanecer dentro del negocio en un mundo que avanza de manera casi en sincronía en un proceso de transición energética.
Pero Pemex, la petrolera mas endeudada a nivel mundial, ha decidido, al menos por ahora, no sumarse a la tendencia que está cambiando a la industria petrolera a nivel global.