La cancelación de Texcoco y lo que viene para Santa Lucía
Para el inicio de los 2000, la alternativa para un nuevo aeropuerto se debatió primero entre Tizayuca y Texcoco.
Aunque la administración de Vicente Fox se decidió por la segunda opción, la represión contra las manifestaciones que desde 2001 se mantuvieron de ejidatarios de poblaciones como Tocuila, Nexquipayac y San Salvador Atenco, terminaron por enterrar el proyecto, pues en un operativo policial por orden del presidente Enrique Peña Nieto contra los pobladores en 2006 se registró la comisión de delitos como abuso sexual, tortura y allanamientos de morada, entre otros. Esto derivó en un estancamiento de la obra.
El proyecto de Texcoco fue revivido por la administración de Felipe Calderón y concretado por la de Peña Nieto, quien en 2014 presentó el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). Sin embargo, luego de que Andrés Manuel López Obrador asumiera el mandato en 2018, y ante las acusaciones de atrasos y corrupción sobre el NAIM, que databan desde su campaña, se realizó una consulta popular que derivó en la cancelación del proyecto en 2018, un proceso que costó más de 113,000 millones de pesos, según una estimación ajustada de la Auditoría Superior de la Federación (ASF).
Aquí es donde entra el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), que inicialmente proyecta una operación con tres pistas –dos civiles y una militar–, una capacidad de 19.5 millones de pasajeros anuales y más de 119,000 operaciones anuales, y que para su etapa máxima en 2052, busca atender hasta 84.9 millones de pasajeros con cuatro pistas y más de 484,000 operaciones anuales.
Para Salazar Eguiluz, el proyecto resulta insuficiente al compararse con el NAIM por su capacidad de pasajeros , pues el proyecto de Texcoco contaría con una capacidad máxima de 130 millones de pasajeros, además de poder albergar más de 1 millón de operaciones anuales, lo cual el AIFA busca superar de la mano del AICM y del Aeropuerto Internacional de Toluca.
“Aún cerrando el AICM y mandando todos los vuelos a Santa Lucía, no es ni la mitad de lo que iba a ser Texcoco en número de operaciones”, refiere.
A la fecha, Aeroméxico, Viva Aerobus y Volaris han confirmado su operación en el AIFA con dos rutas cada una, a Mérida y Villahermosa; Guadalajara y Monterrey, y Cancún y Tijuana, respectivamente.
Para Gerardo Herrera, académico de la Universidad Iberoamericana, el AIFA tendrá dos retos principales en su arranque: la atracción de líneas aéreas –que, a su vez, atraigan pasajeros– e inspirar confianza entre un público usuario dividido por usar el aeropuerto. Y al momento, su estrategia parece una apuesta por algunos segmentos que podrían no dar los volúmenes necesarios para hacer rentables las operaciones.
“Las aerolíneas están poniendo rutas de mucho tráfico (como Cancún y Guadalajara) esperando que parte de lo que tienen en el AICM lo puedan desviar hacia este aeropuerto, y la otra es que están apostando a un segmento de bajo precio, a aquel usuario que esté dispuesto a echarse dos horas o hasta tres para llegar a un aeropuerto porque le cuesta menos”, explica.
Aunado a ello, el presidente del Colegio de Pilotos ve retos más particulares como la falta de confirmación de instrumentos para operaciones de baja visibilidad.
“En el AIFA hay mucha más niebla que en México. Las aproximaciones no están publicadas; yo no sé si funcionan sus luces de baja visibilidad, porque las pedimos por escrito y jamás nos contestaron. Si el lunes tuviera la mala suerte que hubiera niebla, no despega el vuelo, y si hay baja visibilidad en una aproximación te mandan a un aeropuerto alterno, que no puede ser el AICM según los manuales de la propia AFAC”, asevera.
Para José Pacheco, el AIFA tiene un reto adicional: dividirse el mercado con el AICM, que podría mantenerlo con una demanda muy limitada, a lo cual el Gobierno podría responder con acciones para trasladar operaciones del AICM al AIFA, tal como lo han sugerido el subsecretario de transporte de la SICT, Rogelio Jiménez Pons, y el propio presidente López Obrador.
“Tiene que ser atractivo para la demanda, y eso es resultado de muchos factores: la distancia, la tarifa, la calidad, etcétera. El mayor reto de Santa Lucía es comeptirle al AICM, porque mientras éste siga siendo una opción, es difícil que se justifique comercialmente”, concluye.