López Chávez adoptó el sistema de banda utilizado en la industria Ford para aumentar la productividad y consolidar la fabricación en serie. A diferencia de otros talleres, su compañía integró desde temprano áreas de insumos como huleras, pegamentos y maquinaria, además de un departamento de publicidad. “Tenía un afán constante por conocer, era lector asiduo de Mecánica Popular y cuando tenía una duda no vacilaba en investigar”, señala un documento del Gobierno de Jalisco.
Ese ímpetu innovador le permitió dar pasos adelantados para la época. La empresa llegó a contar con instalaciones propias de gran escala y un esquema de distribución nacional. Las zapaterías Canadá se multiplicaron en el occidente y posteriormente en todo el país, convirtiéndose en un referente para la clase media.
En los años de mayor auge, la empresa diversificó su portafolio con marcas como Vagabundo, Exorcista y los botines Perestroika, tan populares que sus anuncios fueron grabados en la entonces Unión Soviética. La ambición no se limitó al mercado interno: los zapatos México-Canadá se vendieron también en Los Ángeles, California.
La compañía incluso alcanzó acuerdos de manufactura con grandes nombres. Durante los Juegos Olímpicos de 1968, fabricó un modelo de tenis para Phil Knight, fundador de Nike, y también estableció colaboraciones con Adidas. Eran tiempos de expansión en los que el calzado mexicano todavía dominaba en los hogares nacionales.
De la gloria al ocaso del calzado tapatío
El golpe más duro llegó en 1976 con la muerte de Salvador López Chávez. Con él se extinguió el liderazgo de quien no solo era el timonel de la compañía, sino también el principal diseñador de calzado y el responsable del modelo operativo. La sucesión empresarial no logró mantener el ritmo de crecimiento.
En los años siguientes, el entorno internacional jugó en contra. La apertura comercial permitió la entrada de calzado asiático, más barato y con diseños atractivos. “La empresa hizo una fuerte campaña en las Olimpiadas del 68, cuando no había tanta competencia, y eso le dio gran aceptación en la cultura mexicana, pero con la apertura de fronteras y la llegada de otros productos innovadores, se vio obligada a venderse”, explica Ángel Méndez, consultor de negocios y académico de la EBC.
La firma enfrentó entonces una competencia inédita. En los noventa, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la crisis de 1994 debilitaron todavía más sus finanzas. “Canadá se estancó en innovación en los 90, se limitó a vestir el pie, mientras que las marcas importadas llegaron a ganar el mercado con comodidad y diseño. Además, lo importado generaba revuelo”, apunta Méndez.
Para inicios de la década de 2000, la empresa arrastraba cierres de tiendas y la reducción de su presencia en plazas clave. La familia fundadora decidió vender, y en 2002 Coppel adquirió la cadena por un monto no revelado.
Coppel encontró en Canadá la llave para expandirse
La operación representó un movimiento estratégico para la firma sinaloense, que en ese momento tenía presencia sobre todo en el norte del país. Con la compra de Canadá, Coppel ganó acceso rápido a la Ciudad de México y reforzó su posición en el segmento popular de calzado y moda.
“La zapaterías Canadá tenían mucho prestigio y, al comprarlas, Coppel vio una oportunidad estratégica por el conocimiento que se tenía de la marca, una base de clientes sólida y una red de tiendas establecida en puntos que se volvieron relevantes para el público”, explica Méndez.
El proceso de transición tomó cerca de dos años. Las tradicionales marquesinas azules con letras rojas fueron sustituidas por el amarillo característico de Coppel, aunque durante un tiempo las nuevas tiendas llevaron el nombre Coppel Canadá.
La fábrica de Guadalajara, que alguna vez empleó a miles de trabajadores y concentraba una cadena de insumos completos, terminó cerrando. Desde entonces, el calzado Coppel Canadá se comercializa en las tiendas de la cadena, pero ya no proviene de la producción original.
Hoy, Grupo Coppel se ha consolidado como una de las principales departamentales del país, con una oferta que va más allá del calzado: moda, electrónica, motocicletas y servicios financieros forman parte de su portafolio. En el rubro de zapatos, mantiene presencia con marcas propias y colaboraciones exclusivas, como la línea de Shaquille O’Neal, además de vender Nike y Adidas, firmas que en su momento fabricaron en Guadalajara bajo el sello de Canadá.