“Se trata de unos problemas en las coquizadoras y al parecer ya no alcanza, ni siquiera para dar la calidad de combustóleo”, aseguran fuentes con conocimiento directo de las operaciones de Pemex. En otras palabras, el deterioro es tal que las plantas no logran ni siquiera producir un combustible de bajo valor.
Una coquizadora es el corazón de cualquier refinería moderna. Convierte residuos de bajo valor —el fondo del barril— en productos de mayor calidad como diésel o gasolina. Si falla, la planta entera pierde capacidad de transformación y los desperdicios se acumulan.
En Pemex, estos equipos son esenciales para dejar atrás la dependencia del combustóleo, un subproducto con alto contenido de azufre y poca demanda en los mercados internacionales. Durante años, la petrolera ha batallado para colocar ese combustible que, en varios periodos recientes, ha llegado a representar más del 30% del total de productos refinados, un indicador de bajo desempeño en los procesos de conversión profunda.
El caso de Madero no es aislado. En Minatitlán, otra refinería del sistema nacional, la producción de combustóleo también se desplomó de 22,814 barriles diarios en mayo a entre 1,000 y 4,000 barriles diarios en los tres meses posteriores. Ambas cifras contrastan con el comportamiento registrado en 2024, cuando la elaboración de combustóleo superaba incluso la de gasolinas magna y premium entre junio y septiembre.
Gonzalo Monroy, socio director de la consultora GMEC, analizó los datos reportados por Pemex y concluyó que los números “no tienen sentido”. Según el especialista, la caída abrupta carece de sustento técnico, pues ninguna de las dos plantas ha recibido inversiones que justifiquen semejante mejora en eficiencia.
“En los últimos tres meses, las refinerías de Madero y Minatitlán de pronto y sin inversión nueva ni reportes de cambios sustantivos en las plantas, muestran variaciones en sus coquizadoras que parecerían ocurrir por arte de magia”, aseguró Monroy.
Madero, en particular, ha sido por más de una década la refinería con peor rendimiento operativo del país. Sus paros frecuentes y las fallas estructurales en las plantas de proceso son conocidos entre los técnicos del sector. En ese contexto, una reducción a cero barriles no parece una señal de eficiencia, sino de colapso.
Las coquizadoras, instaladas originalmente para modernizar la capacidad del sistema, hoy operan en condiciones críticas. En algunos casos, los equipos no han recibido mantenimiento mayor en años, pese a los múltiples programas de rehabilitación anunciados por la petrolera.
El resultado es un efecto dominó: sin coquización, los residuos pesados se acumulan o quedan sin tratamiento, afectando no solo la producción, sino también la seguridad operativa de las plantas. A largo plazo, esto compromete la rentabilidad y eleva el riesgo ambiental.
El combustóleo que logra salir de las refinerías enfrenta otro problema, cada vez es de menor calidad y con un mercado cada vez más limitado. Su contenido de azufre rebasa los estándares internacionales y, dentro del país, apenas encuentra salida en algunas plantas de la Comisión Federal de Electricidad.
Pese a la gravedad técnica, Pemex no ha informado públicamente sobre fallas en Madero ni en Minatitlán. En sus reportes solo aparece la cifra en ceros, sin nota explicativa ni justificación. Tampoco hay registros de paros programados o de mantenimiento extraordinario en los últimos meses.
El especialista explicó que la actual administración, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, al igual que la anterior con el expresidente Andrés Manuel López Obrador, ha mostrado una gran opacidad en cifras y estadísticas del gobierno.
Esa falta de transparencia genera incertidumbre entre analistas y organismos financieros. Las cifras de producción son la base para calcular la eficiencia operativa y las metas de refinación, pero también determinan la capacidad real de Pemex para cumplir con su objetivo de autosuficiencia energética.
El colapso técnico de las coquizadoras llega en un momento clave. Con la nueva refinería de Dos Bocas todavía en proceso de estabilización y el resto del sistema trabajando a menos del 50% de su capacidad, cualquier falla adicional reduce las expectativas de autosuficiencia en combustibles.