La industria automotriz global enfrenta desde hace años una tormenta perfecta. Primero fue la pandemia de covid-19, que interrumpió cadenas de suministro; luego vino la crisis de semiconductores, que detuvo líneas de producción en distintos continentes; y ahora, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca genera nuevas tensiones en las cadenas de proveeduría internacionales.
En medio de esa incertidumbre, los acuerdos de producción compartida han ganado terreno. Una misma línea de ensamble puede producir miles de unidades que después se comercializan bajo diferentes marcas, con cambios puntuales en tren motriz, equipamiento o diseño exterior.
Desde la óptica de los consultores, se trata de un movimiento lógico. “Ante las situaciones actuales, con mayor incertidumbre, las inversiones son mucho más cautelosas, y todas las marcas están buscando hacer sus inversiones de manera correcta”, explica Gerardo Gómez, director senior y gerente general de J.D. Power México.
La lógica inicial era clara: una marca podía comercializar un modelo en mercados donde el fabricante original no tenía presencia, evitando así la canibalización. Pero esa línea se ha ido difuminando y hoy es común ver coexistir dos productos prácticamente idénticos en un mismo país.
El caso de Isuzu y Mazda es ilustrativo. “Vamos a traer nuestro producto, que se llama D-MAX con el badge de Isuzu. Esa es la idea. (…) Estamos analizando cómo puede ser la estrategia más adecuada para nuestros clientes, así como para nosotros y nuestros concesionarios”, afirma Hiroshi Ikegawa, director comercial y presidente de Isuzu Motors México.
El directivo aclara que, aunque se trata de acuerdos de proveeduría, cada marca busca imprimir su sello. “Puede tener alguna similitud, obviamente, pero sí este va a ser es un producto, bueno, este desarrollado bajo nuestra estrategia como Isuzu. (…) En otros países también Mazda vende BT-50 con la marca de Mazda, pero o sea, sigue siendo una camioneta D-MAX en realidad”, añade.
El atractivo del esquema está en los tiempos y costos. Desarrollar desde cero un nuevo modelo puede tomar al menos cinco años y requerir miles de millones de dólares. Frente a ello, aprovechar plataformas existentes se convierte en una opción más rentable.
“La estrategia es maximizar volumen vendiéndolo a través de diferentes marcas y con eso mejorar la rentabilidad, porque el desarrollo de un nuevo producto son miles de millones de dólares. Entonces, tienen que maximizar del volumen para hacer un payback mucho más rápido de lo que todo lo que fue la inversión. Esa es la estrategia en general, en todo el mundo”, comenta Eric Ramírez, director de Urban Science para América Latina y el Caribe.