La energía y la sostenibilidad como nuevos ejes de competitividad
A la tensión en seguridad se suma otra presión estructural: la energía. El auge manufacturero y logístico del norte multiplicó la demanda eléctrica, pero la infraestructura disponible no ha crecido al mismo ritmo. Para muchas empresas, la incertidumbre energética pesa tanto como la inseguridad o la congestión fronteriza.
“La energía es el cuello de botella en las distintas zonas del país, especialmente en el norte, donde hemos crecido tanto. La infraestructura eléctrica es lo que hace falta”, advirtió María José Treviño, Country Manager de Acclaim Energy México. Su observación coincide con uno de los diagnósticos más repetidos entre los inversionistas que llegan a la región.
Treviño recordó que en los últimos seis años se frenó de manera importante el otorgamiento de permisos de generación eléctrica, un rezago que inhibió la capacidad de atender la demanda creciente. En un momento de expansión industrial impulsada por el nearshoring, ese limitante se vuelve especialmente crítico.
El boom de comercio electrónico durante la pandemia agravó la presión. El crecimiento de 80% en las ventas digitales no solo transformó los hábitos de consumo: detonó la demanda de centros de distribución más grandes, más automatizados y más conectados con los puertos y cruces fronterizos. Esa expansión acelerada dejó en evidencia las carencias estructurales del sistema logístico.
A esa dinámica se agrega una exigencia que ya no admite excepciones: la sostenibilidad. Las grandes cadenas globales piden energía limpia, transporte más eficiente y operaciones con menor huella ambiental. Para muchos, cumplir estos estándares dejó de ser una ventaja competitiva y se convirtió en un requisito para permanecer en ciertos mercados.
“Se vuelve un reto que las empresas entiendan que la energía no solo es un costo operativo. Tenemos que dejar de ser reactivos y ser proactivos en la planificación, integrar la energía como parte de nuestro modelo de negocio”, insistió Treviño. En otras palabras, la sostenibilidad comienza a migrar del discurso a la contabilidad.
La directiva advirtió que no invertir en esta transición puede tener un costo comercial. “Las empresas solo toman decisiones si hay dinero de por medio. Hay que convencer y explicar el caso de negocio de que si un cliente te lo está pidiendo y no llegas con energía renovable, te va a costar el cliente”, aseguró. La energía limpia, más que un atributo ambiental, se convierte en garantía de competitividad.
En los parques industriales, esa cultura empieza a consolidarse. Leal afirmó que “prácticamente el 100% de los desarrolladores industriales en México ya tiene definido sus objetivos en materia de ambiental, social y de gobernanza”. Es un giro que responde tanto a presiones regulatorias como a la búsqueda de atraer inversiones de mayor valor agregado.
FINSA, uno de los principales actores del mercado, incorporó plantas recuperadoras de agua en sus parques industriales, lo que permite a las empresas reducir hasta 70% su consumo hídrico. En estados norteños donde el agua es un recurso limitado, esta eficiencia se convierte en un valor estratégico.
El ferrocarril también suma a esta agenda. Hernández recordó que mover mercancías en tren reduce 75% las emisiones de efecto invernadero frente al transporte por camión. Por ello, CPKC ya opera locomotoras diésel-eléctricas y experimenta con nuevas tecnologías de cero emisiones. “Nuestras locomotoras actualmente son diesel/eléctrica, ya no carbón. Tenemos tres locomotoras que trabajan con hidrógeno, dos en Canadá y una en Estados Unidos”, dijo. “El futuro que vemos es en la materia de hidrógeno”.
Al final, los retos del norte —seguridad, energía, infraestructura y sostenibilidad— forman parte de una misma ecuación. Todos condicionan la competitividad de México en un momento decisivo, marcado por la relocalización de inversiones y la reconfiguración del comercio en Norteamérica.
Para la logística, esto implica reinventarse sin perder el ritmo. La región tiene oportunidades inéditas, pero también enfrenta presiones que exigen coordinación, inversión y una visión de largo plazo. La historia que hoy se escribe en la frontera no es solo la de tráileres, trenes y aduanas: es la de un país que compite por un lugar central en la economía de Norteamérica, mientras resuelve sus propias vulnerabilidades.