Montoya, director del Clúster Automotriz de Nuevo León, advirtió que la lógica arancelaria reciente contradice el espíritu del acuerdo, pues Estados Unidos mantiene tarifas de 10% para Europa y Japón, pero cobra 25% a México, su socio. El incentivo resultante ha obligado a las transnacionales a reconsiderar su estrategia. Empresas que evitaron durante décadas integrar proveedores norteamericanos ahora pagan más y regresan a buscarlos.
Ese giro acelera la regionalización. El contenido regional en el sector automotriz aumentó 30% entre 2019 y 2024 en México y Estados Unidos. La transición dejó atrás el viejo modelo del TLCAN, donde era posible importar casi todo, ensamblarlo en México y exportarlo como producto continental.
Montoya subrayó que el T-MEC corrigió esa distorsión y que el país se beneficia directamente de esa presión, siempre que pueda expandir su base de proveeduría y competir sin subsidios que distorsionen precios, como ocurre con China. En su visión, la región necesita aranceles que igualen condiciones para evitar un desbordamiento de productos con incentivos ocultos.
Los frenos internos
Luis Javier Cendeja, presidente de COMCE Noreste, recordó que Nuevo León, Tamaulipas y Durango generan más de la mitad de las exportaciones nacionales y concentran gran parte del nearshoring. Sin embargo, el potencial convive con riesgos profundos. Para él, el comercio dejó de ser un asunto técnico y se convirtió en un instrumento político. Migración y seguridad son hoy variables que determinan decisiones arancelarias y presiones diplomáticas.
Cendeja sostuvo que la dependencia extrema de Estados Unidos, 83% de las exportaciones mexicanas, limita la capacidad de maniobra del país. Aunque México posee una de las redes de tratados más amplias del mundo, el comercio con Brasil, Europa o Latinoamérica es marginal. En un contexto de bloques, insistió, la región requiere diversificación real y un rediseño logístico que acompañe al T-MEC.
Uno de los mayores riesgos proviene de la nueva Ley Aduanera. La iniciativa parte del supuesto de que los importadores buscarán evadir regulaciones y endurece revisiones, multas y trámites.
Para las empresas estadounidenses, afirmó, eso eleva costos y amenaza su competitividad. Los tiempos de despacho ilustran el problema. Mientras en puertos asiáticos un contenedor puede ser liberado en minutos, en Manzanillo el proceso puede durar semanas. Si esta tendencia se mantiene, los obstáculos internos reducirán cualquier ventaja derivada del acuerdo comercial.
Aun así, Cendeja destacó fortalezas: México es el décimo exportador del mundo, el quinto en automotriz y el noreste concentra una de las bases industriales más sólidas del continente. La región, dijo, requiere coordinación interempresarial y un compromiso explícito con infraestructura, energía y movilidad, sin esperar que el Estado resuelva sus propios rezagos.
Integración, inversión y un reloj político que avanza
Luis Porras, socio de Twocap, situó el debate en perspectiva histórica. Durante los años ochenta, México enfrentaba inflación alta, aranceles prohibitivos y una economía cerrada. La integración con Norteamérica permitió estabilizar precios, atraer inversión y profesionalizar industrias. Para él, esa convergencia no desaparecerá, pero sí enfrenta presiones inéditas.
Porras señaló que 2024 fue un año de freno en inversiones de largo plazo. Las amenazas arancelarias de Washington y la falta de certeza regulatoria redujeron proyectos que, en condiciones normales, ya estarían en marcha. La escasez de agua y energía en centros industriales como Monterrey complica aún más la expansión. A eso se suman trámites que pueden extenderse más de un año y costos logísticos crecientes.
El vacío más crítico está en el financiamiento. La cadena automotriz opera con márgenes estrechos y sus proveedores —en especial pymes— no pueden asumir tasas elevadas. Sin un sistema de crédito sectorial que mitigue riesgos y ofrezca condiciones razonables, México difícilmente ampliará su base industrial. La banca de desarrollo, afirmó, dejó de cumplir su función y actúa como un banco comercial más.
Porras también destacó que la inteligencia artificial representa el cambio tecnológico más profundo desde la masificación de internet. Regiones rezagadas pueden actualizarse rápido si adoptan estas herramientas. México tiene talento, universidades y vínculos corporativos para competir, pero necesita resolver lo básico: certidumbre, energía, agua y reglas claras.
Su conclusión fue directa. Incluso con un T-MEC óptimo en 2025, México no crecerá más de 1% o 2% si no invierte en infraestructura y confianza. La evidencia, dijo, está en que muchos empresarios mexicanos prefieren invertir fuera del país.
Las tres voces coincidieron en un punto: el T-MEC no está en riesgo inmediato, pero su estabilidad ya no es automática. La revisión de 2025 exigirá una región coordinada, con reglas claras y capacidad de respuesta industrial. México tiene ventajas que no tenía hace una década, pero también enfrenta rezagos que pueden diluirlas.