Un tope rebasado por el mercado
Con un mercado donde casi nada cuesta menos de 300,000 pesos y donde la mayoría de los modelos se concentran entre 400,000 y 600,000 pesos, el subsidio se volvió simbólico. En la práctica dejó de incentivar la compra de autos nuevos registrados en la capital y, al contrario, alimentó la migración de contribuyentes hacia estados con esquemas más generosos o topes actualizados.
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La propuesta para elevar el límite a 550,000 pesos en 2026 busca corregir esa desconexión. El objetivo es volver a alinear la política de tenencia con el tipo de vehículos que realmente adquiere la clase media motorizada, desde sedanes compactos hasta SUV subcompactas, que hoy representan buena parte del volumen del mercado urbano.
La actualización del tope también apunta a detener la fuga fiscal que se consolidó durante años. El incentivo dejó de ser atractivo y miles de compradores optaron por emplacar fuera de la capital. Para alcanzar los más de 4,500 millones de pesos proyectados por tenencia y uso vehicular en 2026, la ciudad necesita recuperar a esos contribuyentes y reconfigurar un esquema que se había quedado sin impacto financiero.
La presión sobre los precios no se limita a factores locales. Durante la pospandemia, la falta de chips en 2021 paralizó líneas completas, provocó retrasos y elevó los precios globalmente. Según datos de J.D. Power, entre 2021 y 2023, los autos nuevos subieron cerca de 25%, el salto más pronunciado en una década. Antes de ese periodo, los ajustes anuales rondaban entre el 5% y 8% anual.
La inflación automotriz alcanzó 16.2% en 2023, según J.D. Power, impulsada por costos de producción más altos, cadenas de suministro tensas y un mercado global en reacomodo.
Los factores que dispararon los precios de los autos
El año pasado, las marcas chinas ayudaron a contener los precios. Con vehículos hasta 100,000 pesos por debajo del promedio de sus segmentos y un nivel de equipamiento superior, se convirtieron en la válvula de escape de consumidores que buscaban opciones bajo presión inflacionaria. Pero ese contrapeso enfrenta su propio riesgo.
La suma de inflación, costos logísticos y presiones arancelarias reduce la capacidad de las armadoras para absorber choques adicionales sin trasladarlos al consumidor.
En el piso de venta, esa tensión se traduce en compras anticipadas. Asesores en corredores como Avenida Universidad reportan que muchos clientes buscan cerrar operaciones antes de diciembre ante el temor de nuevos ajustes. Para los consumidores, adelantar la compra se volvió una estrategia para evitar que un vehículo de 500,000 pesos se convierta en uno de 530,000 en cuestión de semanas.
La realidad es que los precios de los autos se triplicaron en dos décadas: de 161,000 pesos en 2005 a más de 516,000 en 2024. La propuesta de elevar el tope a 550,000 pesos busca cerrar ese abismo y devolverle relevancia a un instrumento fiscal que quedó atrapado en el tiempo.
Con información de Ivet Rodríguez y Tzuara de Luna.