Cristina Pacheco, una incansable navegante de un 'mar de historias'
En un país con más de 100 millones de habitantes hay un sinfín de historias que muy difícilmente llegan a la letra impresa, pero desde hace más de 40 años, una mujer se ha dedicado a compilar y trazar las vidas de aquellos mexicanos que no tienen cargo público ni presencia mediática
Aquellas historias de vida son las que enriquecen las crónicas que semana a semana la periodista y escritora mexicana Cristina Pacheco entrega en su programa de televisión Aquí nos tocó vivir y en su columna Mar de historias, que se publica en el diario La Jornada.
Pacheco, quien este martes será homenajeada en la edición 25 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, rescata esos relatos de lo cotidiano en los distintos rincones del país, en especial en la capital mexicana, y que a lo largo de tres décadas han contribuido a alimentar la “memoria del mundo”, tal como consideró la Unesco el año pasado a la colección de videogramas del programa que transmite desde 1979 el Canal Once, del Instituto Politécnico Nacional.
“Yo quiero escribir sobre la gente, verla cómo es, o imaginar cómo es, a partir de nada, de datos que me da la realidad; a veces es una frase, la visión de una ventana, de una puerta, que siempre me llaman muchísimo la atención; un encuentro casual, un comentario que escucho por la ventana, eso me sugiere escribir historias”, dijo la periodista a CNNMéxico.
La mayoría de las historias que Cristina Pacheco abarca, retratan vidas de personajes en situaciones difíciles y que forman parte del día a día del mexicano, como son el desempleo y la pobreza.
“Coincide con una realidad que lamentablemente padecen millones de personas en este país. Yo trato simplemente de individualizar las circunstancias por las que atraviesan (…) sentir como si la persona nos estuviera pidiendo ayuda”, puntualizó.
Para esta periodista nacida en 1941 en el pueblo de San Felipe Torresmochas, en Guanajuato, su colección de crónicas e historias representa “un mural” que proyecta las circunstancias que se han vivido en el México moderno y de las cuales ha sido testigo, como son la lucha de las mujeres por avanzar en la sociedad y la inseguridad que afecta al país.
“Mis personajes son totalmente ficticios, pero tienen un pie en la realidad, la están mirando, la están midiendo, la están padeciendo”, apuntó.
Escuchar las vivencias de otros es una fascinación para Cristina Pacheco, quien aseguró que esas historias le dan sentido a su vida y la ponen a prueba.
“No soy indiferente (a las historias), no permanezco indiferente, me afectan mucho, pero cuando me siento débil frente a la realidad, pienso que nada más lo estoy viendo, no lo estoy viviendo y, sin embargo, la persona que lo vive, se siente fuerte, lo está soportando y es algo que me obliga a permanecer de pie”.
Una historia como la de un niño que se queda encerrado en su casa cuando sus papás salen a trabajar es de las vivencias que maravilla escuchar a la periodista mexicana.
“Yo no sé qué habrá pasado con ese niño, pero esa historia tiene que estar en algún lugar. No puedo dejarla pasar inadvertida porque me duele tan solo imaginar lo que a un niño le puede pasar en esas condiciones, desde sentirse aislado, paralizado por el miedo, por una parte, pero que también, por otro lado, puede pasar un desastre”, comentó a CNNMéxico.
Lo inagotable de esas historias hace que la profesión de entrevistadora la viva con una pasión desbordada, con una dedicación que Pacheco compara con la de un artesano que tiene que entregar su trabajo cada semana.
“Así como a un artesano se le pide entregar una silla cada semana, o una mesa, o un alebrije, así también lo entrego cada semana, y esa continuidad me encanta porque asocia mi trabajo con el otro trabajo que hacen las otras personas que son mis personajes”, señaló.
Una ciudad, un mar de historias
Cristina Pacheco tomó prestada la frase Aquí nos tocó vivir del libro La región más transparente del escritor Carlos Fuentes. Palabras que lleva muy presentes en su vida tras su llegada a la Ciudad de México en su infancia, junto con su familia, obligados a emigrar por la sequía severa que azotó al campo guanajuatense y que al arribar a la capital mexicana, en la antigua estación de ferrocarriles de Buenavista, ante la incertidumbre en la gran urbe, su padre les dijo que habría que seguir adelante.
“Aquella frase la asocio con la primera visión de Insurgentes Norte (la avenida donde se ubicaba la estación de trenes), ahí comenzó ese encanto que esta ciudad ejerce sobre mí, no lo puedo evitar”, aseguró la periodista a CNNMéxico.
El idilio con la Ciudad de México y la periodista es un aspecto muy marcado en su vida y en su carrera profesional. Es ahí donde Cristina Pacheco encontró sus escondites y es donde vive en “un estado de constante asombro”.
“Uno se mete en un lugar y descubre mundos que en la vida se hubiera imaginado… como una casa donde no había ni una sola ventana, nada más una escalera de caracol y puertas, y ahí hay vida, hay niños, personas, yo los vi”.
El rescate de esos mundos ha permitido construir la memoria de una ciudad que continúa en creciendo y cambiando su rostro. El trabajo de Cristina Pacheco ha trastocado incluso la memoria de cada familia, como sucede con Aquí nos tocó vivir.
“Hay personas que me dicen 'yo estoy enferma, hace mucho que no voy al centro, pero acabo de ver el programa que usted hizo y me acordé de toda mi experiencia ahí'. Para otras personas es como un álbum de familia, porque dicen: usted entrevistó a mi abuelo que ya no vive pero nosotros guardamos el video como un recuerdo. Es también una memoria muy dolorosa de la ciudad, porque mucho de los lugares donde he grabado el programa ya no existen, y lo bonito de este testimonio es una cápsula de tiempo cerrada que nadie ha alterado”.
Aquellos personajes que Cristina Pacheco encuentra en cada ventana y puerta, así como los escenarios en los que se sitúan los aterriza en sus cuentos, como en su más reciente libro Humo en tus ojos, un título que tomó de un bolero mexicano.
“Como ya no vivo esa vida, escribo una historia que tenga que ver con ese patio, con la gota de agua, con la radio encendida, en el teléfono libre y que cantan los Panchos o los Hermanos Martínez Gil”.
La amante de la conversación
Para Cristina Pacheco su trabajo es un constante proceso de aprendizaje que vive como una aventura: “un viaje fantástico a otro mundo, a otra época, a otro lenguaje”, y en el cual asegura no hay fórmulas para una buena entrevista, sólo el interés genuino, imaginación y libertad.
“Nunca hago una entrevista si no me interesa, porque no sé fingir, no tengo capacidad para actuar el interés (…) si no lo siento no lo hago”, aseguró la periodista.
La conversación es el ingrediente principal para Cristina Pacheco para sumergirse en su mar de historias, y sin duda, la plática que disfruta más es la que sostiene con su compañero de toda la vida, el también escritor José Emilio Pacheco, a quien llama su “maestro”.
“Una de las cosas más bonitas de vivir con él (José Emilio) es la conversación (…) está tan llena de referencias que es el viaje más fascinante que hago todos los días”, señaló Cristina sobre su esposo, autor de libros como Las batallas en el desierto y ganador del premio Alfonso Reyes 2011 que entrega el Colegio de México .
Ahora que este martes recibe el homenaje en Guadalajara, el segundo en el año después del evento celebrado en su honor en el Palacio de las Bellas Artes en la Ciudad de México a principios de noviembre, dedica el reconocimiento a su familia.
“Este trabajo es muy demandante y muchas veces uno tiene que romper el esquema de la vida familiar, o ausentarse en eventos que son muy importantes también para la familia, porque el trabajo periodístico es muy exigente, hay que hacerlo en el lugar y en la hora que es necesario”, indicó.
Dos veces ganadora del Premio Nacional del Periodismo, Cristina Pacheco aseguró a CNNMéxico que el mayor reconocimiento que ha recibido en su trayectoria es el que la gente le da en las calles.
“Lo mejor para mí es poder salir a la calle y que la gente me salude, como si fueran mis amigos… el hecho de que aún me acepten, de que me vean como su amiga o que me abran la puerta de su casa, es para mí el mayor reconocimiento”.