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Película retrata nostalgia por migrantes

Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman codirigen “Los que se quedan”, un homenaje a los mexicanos; los creadores del multipremiado documental dicen a Quo que trataron de equilibrar el tema político.
lun 21 septiembre 2009 06:00 AM
Juan Carlos Rulfo ha dirigido también “En el hoyo” (2006) y “Del olvido al no me acuerdo” (1999), entre otras películas. (Foto: Luis Delfín/ Producción: Max Olvera)
juan carlos rulfo (Foto: Luis Delfín/ Producción: Max Olvera)

En el salón de clases de una escuela primaria de Jalisco -que bien podría ser en cualquier otro pueblo de México-, la maestra pregunta "¿Quién tiene familiares en Estados Unidos", casi todos levantan la mano. "¿Quién se quiere ir a vivir a Estados Unidos?", ahora todos levantan la mano. "¿Pues qué hay en Estados Unidos?" "Dinero", "regalos", "cadenas de oro", son las respuestas de los niños. Así empieza ésta aventura cinematográfica de Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman, compadres, amigos, vecinos, socios y ahora codirectores de Los que se quedan, una película sobre lo que quizá es el tema más importante de la agenda mundial: la migración.

Alejada de los datos duros, las cifras sin rostro e incluso la violencia del cruce en la frontera, este documental es una exploración emocional de este fenómeno humano de la migración. A través de una serie de historias íntimas, de retratos de la familia, podemos ver las variaciones del sentimiento de extrañar a alguien.

Los directores descubrieron en el camino que la frontera de esta historia era justo el Río Bravo, es una historia de México contada desde México. Desde el punto de vista de las familias de los migrantes, para las que Estados Unidos es un espejismo, fantasía y también un fantasma.

No sabría explicar bien qué pasa con Los que se quedan; pero todos los que la vemos, de una forma u otra, la hacemos nuestra. Quizá por eso Margarita Zalava se la regaló a Michelle Obama y las otras primeras damas del G-8. Porque la película es sobre la migración pero que habla de los sentimientos y de las personas. Una película que habla de México, de quiénes somos, de la generosidad de la gente del campo, de la fiesta;  más allá de las tristes noticias de la corrupción, el narcotráfico o la violencia. Es un homenaje a todo lo que hay que celebrar en este país de contrastes.

¿Cómo fue el proceso de hacer esta película?

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 Carlos Hagerman: La película trata del día a día de las familias mexicanas. Durante once meses seguimos a nueve familias en seis estados de la República.  Estuvimos en las primeras comuniones, en el momento del nacimiento, en el momento de la siembra, de la cosecha, estuvimos con los viejos que estaban esperando a los hijos, con los bebés que iban a nacer, con los adolescentes que tenían que recibir a un padre que conocieron hace siete años. Al hacer la película estábamos intentando mostrar un abanico de experiencias de lo que se siente quedarse en México y extrañar a alguien.

Es una película en la que decidimos contar la historia de Penélope, no las aventuras de Ulises, que ya se han contado mucho, sino que nos enfocamos en el sentimiento de Penélope, que es la que teje y espera.

¿Cómo nace este proyecto?

Juan Carlos Rulfo: Cuando Nicolás (Nicolás Vale, el productor ejecutivo) y Carlos me invitaron, yo tenía muchas dudas sobre si entrarle o no a este proyecto. Me daba francamente terror hacer un documental sobre la migración y también me daba flojera porque no me llevo mucho con la violencia de lo que sé que puede ocurrir en la frontera, con el tema de las cifras, de los muertos. Entonces decidimos hacerlo de una forma más amigable, contarlo desde el punto de vista de la vida cotidiana de la gente, más allá del tema migratorio. Pensar en que podíamos entrar a la casa de la gente y buscar personajes atractivos y que ellos nos hablaran de esa sensación de tener alguien fuera.

En esta historia hablando de las raíces, de lo que vale la pena del lugar en el que estás, y aparte, de la vida cotidiana de las familias de los migrantes, que es divertida, que no es necesariamente trágica. No partimos del lugar común que nos dice que la historia del migrante es necesariamente trágica, sino que en el proceso descubrimos que hay muchas posibilidades y es una historia muy rica. Es una cultura, tal cual. No es un problema en el sentido más estricto, está causado por una situación política, diplomática pero es un hecho que los dos países están unidos ya.

En este close up de México y el fenómeno migratorio. ¿Toman alguna una postura política?

JCR: Yo creo que no hay un acto político de mayor valor que darle la palabra a la gente. Que la gente hable y diga lo que piensa es de ponerse a temblar.

CH: Además pensamos que conocernos es el primer paso para entendernos. Es el primer muro que hay que quitar, la primera frontera que hay que cruzar. Estamos acostumbrados a que la información nos llegue como análisis estadístico, pero si bien los porcentajes y los datos duros intentan dimensionar el fenómeno de la migración, no nos acercan al sentir de las familias mexicanas que viven esta realidad.

En cambio, vivir a través del cine la situación de los personajes le da al espectador la oportunidad de que le ponga rostro y voz a lo que antes eran números. Esto nos ayuda a ponernos en los zapatos del otro, a reconocer los sacrificios de la separación y a acercarnos a entender el sentimiento de la nostalgia y el deseo de estar juntos.

Este sería el mensaje político de la película. Conozcámonos, para poder entendernos. Conozcámonos, para poder solucionar los problemas desde una expectativa más amable, más cercana.

¿Por qué un documental?

CH: Creíamos que era muy importante pasarle el micrófono a la gente. Darles un lugar a ellos para que pudieran platicar lo que desde hacía tanto tiempo les hubiera gustado que alguien escuchara. En una película de ficción estás tú como director diciendo algo, armando una historia tuya de cómo tú ves las cosas y representándola por medio de actores.

Además este tipo de narrativa es el resultado de un estilo que ha evolucionado en el cine de Juan Carlos y que yo ahora que colaboro con él he aprendido y he llegado a admirar desde sus primeras películas...

Mmmmm, Interrumpe Juan Carlos

Y en este teoría de los cebollazos y los guayabazos (su compañía se llama La sombra del Guayabo), siempre he pensado que en México hay tantas cosas qué contar y que es difícil imaginar qué guión escribir. En este caso los que hablan son ellos, los que los que tienen la palabra son ellos, los que hablan de su tiempo, ritmo y espacio son ellos.

Claro que los manipulas un poco con la edición, con la musiquita, pero nosotros no estábamos dirigiendo la entrevista hacia cierto lugar. Sí, quiero que me hablen de ciertas cosas y por eso estamos ahí con ellos, pero ellos están hablando de algo de lo que quieren hablar. Es decir las respuestas de la gente no son respuestas a preguntas dirigidas, sino que son respuestas a esa espera, porque nosotros estamos en espera a que pasen las cosas.

Contar México, como has dicho, Juan Carlos

JCR: Lo que queríamos hacer con la película era hablar de ese otro México que no es necesariamente el que sale en los noticieros. Siempre estamos recibiendo información de un México corrupto, violento... unas historias realmente terroríficas. Y nosotros queríamos hablar de lo que nadie habla, de la gente que vive en México y que hace de este país un lugar tan increíble, un país tan lleno de vida, de emociones, de carcajadas, de familias que luchan por estar juntas a pesar de estar lejos. ¿Dónde están las historias de ése país?

CH: Sí, queríamos hablar de ese otro México, de la generosidad de su gente, porque todas las familias que visitamos nos recibieron con una generosidad impresionante. No sólo nos abrieron sus casas, nos dieron de comer, a veces un lugar para dormir, y nos abrieron sus corazones y la puerta a sus secretos. Y eso es lo que hace tan increíble a México.

¿Había un guión?

JCR: Las rayitas de la carretera. 

¿Cómo seleccionaron a las familias?

JCR: Tiene que ver mucho con la suerte de ir andando por ahí, con una vacación que se tomó Carlos, unos amigos que yo tenía, Carlos conocía a Maricela, yo conocía a Gloria y Gerardo, juntos conocimos a Yaremí y Rodolfo. Los papás de Carlos han trabajado muchos años en esas comunidades y eso nos ayudó muchísimo. Pero además por dónde le toques hay gente que tiene que ver con la migración. Además de las casualidades de que preguntando en la calle te dicen que el papá de fulanita de tal acaba de llegar de Estados Unidos después de siete años y resulta que ahora no la deja salir a las fiestas. Entonces vamos a verla y resulta que es una guapa y decimos, sí, la cosa ha de estar buena y nos encontramos con una historia que merece ser contada.

Claro que también hay muchas cosas que se quedaron fuera y esas son las historias que ustedes se tienen que contar a sí mismos, sabiendo que vale la pena contarse.

Un poco el chiste de la película es que reconozca que la gente existe y que vale la pena eso que les pasa, que no es nada más un tema que hay que esconder. Un poco lo que decía Carlos que las historias del México oscuro que todos los medios del mundo están contando, pues puede ser cierto hasta cierto punto. Pero también existe otro México, y ese es otro México que todos sabemos que existe y que no lo vemos. Hay que también sacarlo, esas historias merecen ser contadas.

¿Por qué no está la ciudad de México?

JCR: Tenemos que aceptar que sí faltó la parte urbana. Ahí sí nos fuimos por el cliché de que las cosas ocurren fuera de la ciudad, pero curiosamente también funciona porque mucha gente de la ciudad dice ‘ah, yo no sabía que México era así' es decir, no conozco el campo. Entonces sí está visto sin darnos cuenta, lo acepto, desde el punto de vista urbano. Porque yo voy afuera y veo esto. No habría mucha diferencia tal vez desde el punto de vista urbano, pero tal vez habría otro tipo de paisajes extras que tal vez le haría bien a la película. Pero ahora es así.

¿Qué se quedó fuera?

CH: Decidimos no utilizar lo que habíamos filmado en EUA por que nos dimos cuenta de la fuerza que tenía la película  si solo nos quedábamos con lo que sucedía en México. Quedarnos con este punto de vista era ser congruente con la visión que tuvimos desde el principio. Para ‘los que se quedan', EUA es un fantasma. Es un horizonte al que se sueña llegar, pero también es un horizonte al que se mira con la esperanza de que alguien regrese.

¿Se pensó en algún momento en el tema político de la película?

CH: Durante la preparación, la producción  y la edición de la película, siempre intentamos de cuidar que fuera lo más equilibrada posible. Valentina Leduc (editora y esposa de Juan Carlos Rulfo) fue indispensable para que esto ocurriera. No sólo se estaba pensando en el ritmo, o el equilibrio entre las historias, sino en evitar generar un mensaje que juzgara las decisiones de las familias retratadas.

Porque la migración sobre todo es un fenómeno que separa a las familias. Cada familia que participa en la película, hace lo mejor que puede para intentar vivir esa separación con la mejor cara. Unos porque se van, otros porque regresan, otros porque no pueden recuperar el tiempo que se llevó la ausencia. Pero todos quieren lo mismo: estar juntos.

Este equilibrio es muy importante porque así el espectador puede hacerse preguntas como ¿yo que haría en ese caso? Haciendo estas preguntas, estaremos un paso más cerca de la empatía, dejando de juzgar este fenómeno que es tan complejo.

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