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Twitter, ¿estupidez o genialidad?

Luis Miguel González, director editorial de El Economista, analiza el fenómeno del famoso microblog; señala que lo importante de la herramienta es su capacidad de explotar el concepto de comunidad.
sáb 06 febrero 2010 06:00 AM
El éxito profesional de la mujer está influenciado por elementos externos al trabajo, de acuerdo con estudios realizados por el IPADE. (Foto: Jupiter Images)
mujer-computadora-pagina-internet-JI.jpg (Foto: Jupiter Images)

La red social de los pajaritos y la ballena se ha vuelto un tema de conversación ineludible. Es el juguete favorito de algunos comunicadores y políticos; la nueva apuesta de algunas empresas y un instrumento de socialización para miles de personas que se sienten más cómodas buceando en internet que en la selva de la comunicación cara a cara.

Twitter es la red social con más crecimiento en la web y, además, un mundo raro. En el planeta Twitter, la reina de México es Anahí, la ex integrante del Grupo RBD. El rey del mundo es Ashton Kutcher, actor y esposo de Demi Moore. La escuálida ojiverde tiene más de 150,000 seguidores, según el ranking de twitterholic.com. Kutcher ha rebasado el millón e incorpora miles de seguidores cada semana.

Twitter es un éxito, a pesar de ser diferente a lo que imaginaron sus creadores, Jack Dorsey y Evan Williams. Tenían en mente un vehículo para poner en movimiento la información más relevante y fresca. Algo pasó en el camino: la mayoría de las comunicaciones en Twitter cabe en la categoría de pointless babble (balbuceos sin objeto), dice un estudio de Pear Analytics, de San Antonio. Los balbuceos sin objeto superan en una proporción de 10 a uno la información noticiosa en Twitter.

Es una red social que acomoda a personas que apuestan por comunicarse en cápsulas de 140 caracteres. Son millones que siguen la máxima del escritor español Baltazar Gracián, “Lo bueno, si es breve, dos veces bueno”… o su versión incorrecta: para decir tonterías, mejor ahorrarse el rollo. Fue un instrumento clave en la campaña de Barack Obama y en la realización de las protestas poselectorales en Irán, pero casi siempre su papel es menos épico.

“Es un reflejo del narcisismo contemporáneo”, dice Clive Thompson, el escritor que inventó el término ‘blogósfera’. “Cómo entender el gusto por contar tantos detalles insignificantes de la vida cotidiana”. Sirve para amplificar la obsesión contemporánea con la vida de las celebridades.

Lo utilizan la Casa Blanca y Los Pinos; la Femexfut y la NFL. Corporativos, como Microsoft y TV Azteca. Julieta Venegas y Prince. Larry King y Adela Micha.

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Twittear es un verbo en uso creciente y el twitteo bien cabe en la definición de literatura telefónica que acuñó Hugo Hiriart: es aquella suscitada por el uso del teléfono y transmitida por él. Los twitteros son un fenómeno que lo mismo entrega crónicas de marchas que descripciones del menú de un desayuno. En México muchos se enteraron de su existencia cuando protagonizaron una campaña contra el cobro de los impuestos a los servicios de internet, a fines de 2009. Se manifestaron en la red, se mostraron en el Parque Hundido, de la Ciudad de México, asistieron al Congreso y lograron su objetivo.

Nada mal para un grupo que, en tamaño es comparable a la población de San Miguel El Alto, en Jalisco. Eran 32,000 en agosto de 2009, según el estudio de Mente Digital. Es el principio de una nueva forma de hacer política, celebran algunos. Podemos decir, también, que es la persistencia de una tradición de las élites mexicanas. El mensaje fue eficaz porque entre los mensajeros estaban algunos comunicadores influyentes de México, entre ellos, Raymundo Riva Palacio y Roy Campos.

¿Es Twitter una estupidez o una genialidad? Los analistas financieros y algunos pensadores contemporáneos se lo preguntan. Lo importante no son las tonterías que se comunican a través de él, sino las cosas que se pueden hacer con él, dice el tecnólogo Stephen Baker: lo importante es su capacidad de explotar el concepto de comunidad. Lo valioso es escuchar a una voz colectiva que está conectada, dice David Carr, del NYT. Cualquier cosa que sirva para las protestas en Irán y Martha Stewart… vale la pena, afirma Clay Shirky: tiene tanto potencial como el email.

El modelo de negocio es un enigma, a pesar de que la empresa se fundó en 2006. No cobra por suscripciones ni recibe ingresos por publicidad. Ha recibido capital por 57 millones de dólares y tuvo ingresos de 400,000 dólares en el tercer trimestre de 2009. El experto en tecnología David Smith les otorga el beneficio de la duda: han demostrado su eficacia en el e-commerce, para firmas como Dell, y es una veta riquísima para el datamining (extracción de datos). Con ello intentarán monetizar su tráfico que crece a tasas de tres dígitos por mes. Han firmado acuerdos con Bing, de Microsoft, y con Google. No pasa un mes sin que haya rumores de adquisición. Es difícil fijar el precio de una burbuja, sobre todo cuando ésta desafía las leyes de la probabilidad y la supervivencia.

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