Carlos Trouyet. El gran vendedor (1903-1
Como algunos empresarios de su generación de principios de siglo, Carlos Trouyet conoció la necesidad antes que el éxito. En una casa muy modesta en la capital mexicana, vivió con su madre, mujer “de una gran inteligencia natural”, aunque analfabeta y pobre, según refiere su nieto Francisco Trouyet. Prueba de ello es que, ayudándose de un contacto, aseguró la formación de Carlos en el Colegio Alemán, en donde estudió hasta la preparatoria. Gracias a su tesón, el joven Trouyet ahí aprendió cuatro idiomas. Pero entonces, a los 14 años de edad, tuvo que truncar su formación académica. Comenzó a trabajar y ya no paró más.
- El empresario Julio Lacaud fue una persona clave en esos primeros pasos. En 1917, Carlos se inició como office boy en Banca Lacaud, un banco muy pequeño que poco tiempo después quebró con el agravante de una acusación de fraude que pesó sobre el señor Lacaud. “Mi padre –cuenta Francisco Trouyet–, muy joven todavía, se dedicó en cuerpo y alma a limpiar el nombre de Julio” y, cuando todo se aclaró, ambos se asociaron y abrieron un despacho, Sociedad en Comandita Casa Lacaud, en la calle de Venustiano Carranza, en el centro de la capital. El negocio se dedicaba a la actividad bursátil y en pequeña escala a la banca de inversión.
- Aún asociado con Lacaud (trabajaron juntos hasta que don Julio murió, en 1968), Trouyet sentía que la Bolsa de Valores se le hacía pequeña (“en esa época era muy raquítica”, explica Francisco) y empezó a promover empresas o a comprar nuevas. Así surgió el primer gran proyecto de Carlos Trouyet en 1953, junto con Eloy Vallina (presidente del Banco Comercial Mexicano, hoy Inverlat). Con el dinero que aportó Vallina fundaron la primera empresa de celulosa de América Latina, Celulosa de Chihuahua. “Fue una hazaña –rememora Francisco, el hijo–, crearon una comunidad más que una empresa.” Ahí los trabajadores contaban con unidades habitacionales, escuelas, talleres, centro médico.
- Y de la celulosa volvió a su inicio laboral, la banca, también en mancuerna con Vallina. Fue miembro del consejo de administración del Banco Comercial Mexicano y, tras la muerte de don Eloy –asesinado el 16 de mayo de 1960– Trouyet fue nombrado presidente.
- Trouyet, habiendo ya probado las mieles del éxito, se montó en el caballo de los negocios arriesgados pero promisorios. Así fue como llegó a ser protagonista de la mexicanización de Teléfonos de México. El tercero de los seis hijos del matrimonio de Carlos Trouyet y Milly Hauss, Francisco, considera que Gunnar Beckman, director de la telefónica en aquel entonces, tuvo que ver mucho en la mexicanización de la empresa de telecomunicaciones. Él fue quien convenció a Ericsson y a ITT, entonces dueños de la compañía, de que la tendencia era la mexicanización de las empresas, pues existía cierta antipatía por que una empresa de interés público estuviese en manos extranjeras.
- “Beckman fue un visionario –juzga Trouyet hijo–. Tarde o temprano iba a ocurrir. Después de la nacionalización eléctrica le hubiera tocado a los teléfonos”. El directivo se puso en contacto con Vallina (“gozaba de un gran prestigio en el mundo financiero”, señala Francisco) y Trouyet (“apasionado y arrebatado”, continúa su hijo) y juntos conformaron un trío perfecto.
- “La característica más resaltable de mi papá –abunda Francisco– es que era negado como administrador, pero como vendedor y promotor era genial. Él organizaba grupos de inversionistas para salvar empresas en problemas o comprar nuevas.”
- Por estas cualidades algunos le llaman el “Slim de los años 60”. Trouyet tenía 56 años cuando empezó a meter el cuello en la telefonía. Corría 1958 cuando iniciaron las pláticas sobre la mexicanización de Telmex, en Suecia. En agosto de ese año, tras medio siglo de presencia en México, Ericsson dejó de operar en el país, y en 1960 Trouyet ocupó la presidencia del consejo de Telmex.
- “Desplegó todo su talento y habilidad de persuasión –comenta su hijo– para hacer frente a los pagos escalonados previstos en el contrato. Pagaron anticipadamente y colocaron en el mercado tal cantidad de acciones que pudieron liquidar a los accionistas extranjeros enseguida.”
- Manuel Senderos, amigo y socio de Trouyet, destaca la contribución del empresario en la mexicanización: “Aportó en forma muy importante, tanto como promotor e inversionista directo, los recursos y la capacidad para que las empresas pasaran a ser propiedad de México, ya que eran casi en su totalidad propiedad de extranjeros.”
- Desde entonces Telmex es mexicana. Tal vez parezca una extraña coincidencia que el actual presidente de Grupo Carso, accionista mayor de Telmex, también se llame Carlos y haya sido amigo de Trouyet. “Carlos Slim y mi padre se parecen hasta físicamente. Los dos gordos, fachosos, con personalidad parecida. Aunque al principio Slim no simpatizaba con él, cuando se conocieron hubo mucha química. Se parecían bastante, aunque Slim es un hombre mucho mejor formado profesionalmente”, reflexiona Francisco.
- Quienes lo conocieron coinciden en que las características que lo definían eran su sensibilidad, su sentido del humor y su personalidad polémica. “A todo le sacaba chiste. Toda la vida se divirtió. Tenía algo de infantil, tal vez porque fue adulto muy pronto”, recuerda su hijo, y justifica: “Era polémico porque tenía una personalidad fortísima; le gustaba ser vedette. La gente hecha a sí misma está orgullosa de lo que ha hecho y cuando hay dos protagonistas en el mismo teatro, hay chispas.”
- Relata un detalle de su lado extravagante: “Una vez, la fiesta de fin de año de la oficina fue en un circo. Nadie lo localizaba, hasta que salió montado en un elefante.”
- Trouyet, quien falleció de cáncer en 1971 fue “criticado por rojo. Lo acusaban de ser igual que Lenin y no sé qué”, ríe Francisco, y añade: “Mi padre era progresista, hacía cosas que no eran propias de un empresario. Por eso lo criticaban, sobre todo a partir de sus 49 años, cuando empezó a destacar.”
- Las Lomas
Su último proyecto, que compartió con Manuel Senderos, fue el fraccionamiento residencial Bosques de las Lomas, pero jamás lo vio terminado, pues hubo que esperar 18 años a que el gobierno otorgara los permisos de construcción, debido a que no había la infraestructura necesaria. Carlos Trouyet murió en 1971. Unos años antes sus dos hijos mayores perdieron la vida a causa de un avionazo, lo que urgió el regreso de Francisco, quien estudiaba música en Viena. A la postre, éste se hizo cargo de las empresas familiares. Carlos se casó en 1936 con Milly Hauss y tuvo seis hijos (Carlos, Jorge, Francisco, Roberto, María Teresa y Milly María del Lourdes).
- Si bien Trouyet tuvo una vida intensa y feliz, según su hijo Francisco, en los últimos años se enfrentó a una dura enfermedad que le causó la muerte. Fue amigo de artistas y toreros, más que de empresarios. Creó el fideicomiso y patronato para la construcción de la Universidad Iberoamericana, “la mayor aportación de mi padre al mundo empresarial”, según Francisco. También fue vicepresidente del patronato del Museo Nacional de San Carlos, ayudó a la Orquesta Sinfónica Nacional de México, apoyó la construcción del hospital ABC, y perteneció a la Asociación de Banqueros. Entre tanto ajetreo, disfrutaba muchísimo leyendo novelas policiacas.
- Con todo, Carlos Trouyet no se entregó a ningún negocio en particular. “Se dedicó mucho a promover y vender. No se clavó en un solo negocio. Él sabía que era un pésimo administrador, pues no tenía paciencia. Pero era promotor, le gustaba salir a la calle, invitar a gente a comer. Le gustaba vender”, relata su hijo.
- Don Carlos también construyó el fraccionamiento Las Brisas, en Acapulco. Tras la muerte de sus dos hijos mayores, Carlos y Jorge, la pareja Trouyet Hauss decidió construir allí la capilla de La Paz, que hoy se ha convertido en el camposanto de la familia. Descansan en ese sitio los restos de dos de sus hijos, Milly y Carlos, y su nieto, Fred Mc Phil, asesinado en un intento de secuestro en 1998. “Decidieron que la capilla fuera ecuménica, para que pudieran entrar creyentes de cualquier religión”, explica Francisco.
- Humano, pintoresco. Así define Francisco Trouyet a su padre. ¿Y sus cualidades como empresario? “Arrojo, trabajo y honestidad”.
- Para darle solidez a la opinión que tiene sobre su padre, Francisco abre un libro de piel con varias páginas manuscritas. Es el legado del empresario mexicano y su esposa Milly a sus hijos, en el cual se lee: “Sean buenos ciudadanos, sirvan a su país, a su patria, sin egoísmos, con entrega, y nunca antepongan sus intereses personales. (…) Cooperen a crear un mundo de estabilidad social. (…) Sólo el trabajo planeado perdura y fructifica.”
- Trouyet dejó constancia de una voluntad que no se amilanó al momento de enfrentar serias adversidades. Desde muy joven venció obstáculos y consiguió templar el carácter que a la larga le permitió contribuir a la transformación del mapa empresarial y de los negocios en México. La muerte, que le siguió durante muchos momentos de su vida –atacó a seres que le eran muy cercanos, y luego se le presentó en forma de cáncer– no logró impedirle dejar ese legado.