En boca cerrada...
Waldo Cervantes, dueño de una pequeña agencia de publicidad, se queja de que su campaña de ropa interior ha sido “censurada” por la acción de grupos feministas. En 10 carteles espectaculares sobre vías rápidas de la Ciudad de México, las modelos eran acompañadas por refranes “picantes”, como “más vale pájaro en mano” o “en arca abierta hasta el justo peca”. Tienen doble sentido, reconoce Cervantes, pero quien lo entienda “también está pensando mal”.
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Según Cervantes, antes de lanzar la campaña de Vicky Form, su agencia, W Comunicación, hizo un estudio entre consumidoras, que “la encontraron muy simpática”. Gabriela Delgado, coordinadora del programa para la participación equitativa de la mujer en el gobierno del Distrito Federal (Promujer), no está de acuerdo. La funcionaria considera que la campaña era denigrante. “No es un asunto moralista. El problema es que se presentan imágenes y dichos en un plan sexista, discriminatorio e indigno para las mujeres”, argumenta.
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La idea de actuar contra la campaña se originó en el consejo consultivo de atención y prevención de la violencia intrafamiliar. Promujer recolectó firmas y llevó el caso al Consejo de Autorregulación y Ética Publicitaria (Conar).
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Sergio del Villar, director de Conar, habló con Cervantes para convencerlo de que modificara los anuncios. “Estuvimos de acuerdo en retirar tres de los refranes, pero no los demás, porque no quisimos cambiar toda la campaña”, recuerda Cervantes. “Como no nos tomaban en cuenta, recurrimos a la Procuraduría del Consumidor (Profeco), que dio la orden de que se modificaran los espectaculares, por tratarse de publicidad engañosa –dice del Villar–. El argumento es que se vende sexo y no ropa interior, y creo que tienen razón”.
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Cervantes considera que Conar no tenía autoridad para pedirle que cambiara su campaña: “si mi agencia no pertenece a Conar, lo que hacen es censurarme”. Y tampoco Promujer: “me parece inaudito que unas señoras mochas gasten el dinero de los contribuyentes en una campaña publicitaria. Les agradezco el esfuerzo, porque han hecho que esta campaña haga más ruido de lo normal”.
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Delgado explica que Promujer sólo copió de Internet los textos y “si acaso” habrá gastado en dos fotocopias.
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Según del Villar, Conar sí tiene autoridad moral, porque está formado por “los más importantes hacedores de publicidad en el país”: 43 agencias, 147 anunciantes –con 85% de la inversión publicitaria– y representantes de medios de comunicación.
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Cervantes dice que la campaña es atacada por una pequeña elite, a la que “le molesta el doble sentido que entiende la mayoría del pueblo mexicano”. En cambio, advierte que no ha recibido igual atención la campaña de una tienda de departamentos, en la que “se presenta a la mujer con capacidades intelectuales mínimas”, lo que podría ser una prueba de que se trata de una actitud “clasista”. “Corremos un grave riesgo cuando se ataca la libertad de expresión”.
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La campaña de Vicky Form había sido una historia de éxito. El anunciante, Grupo Industrial Zaga, reaccionó hace dos años ante el embate de la campaña de Wonder Bra, del competidor Sara Lee. Primero lanzó una serie de anuncios con los textos de señales viales, como “paradas continuas”, “curvas peligrosas” o “topes”. Pero el mayor avance en ventas se logró con los refranes. “El resultado lo veo en la caja registradora, las mujeres están comprando la marca, se vende más Vicky Form”, dice Cervantes.
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La respuesta también será agresiva. Profeco ordenó que se cambiara la campaña –o de lo contrario habría una multa por cada día que continuara–, pero no dijo cómo. Cervantes decidió poner una enorme cruz en los carteles. “Es una manera de demostrar que lo que hacen es censurarnos”. El publicista recuerda que hace algunos años, en Guadalajara y Monterrey se atrajo la atención sobre la campaña de Wonder Bra, porque algunos grupos protestaron. “Parece que en la capital no se dieron cuenta, porque sabrían que así hacen que se vean más las cosas. No nos castigaron con el látigo de su desprecio”.