En busca del nuevo feminismo
Cuando se habla de mujeres empresarias o ejecutivas, casi siempre surge el tema de cómo hacen ellas para balancear sus obligaciones en el trabajo con sus responsabilidades en la casa. ¿Por qué nadie pregunta lo mismo cuando se trata de hombres? En gran medida porque ellas sí se exigen altas metas en los dos campos, pero también en gran parte por la fuerza del lugar común.
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Al entender que no pueden quedarse sin el talento femenino, las compañías ya no consideran que las mujeres serán menos productivas porque además tienen que atender a su familia. El cambio en la sociedad también puede ayudar: si ya no son ellas las únicas responsables de la vida doméstica, entonces pueden tener más elementos para entrar de lleno a la competencia laboral.
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Aun con la igualdad en el trabajo, surge ahora una corriente que considera que puede haber un estilo femenino de liderazgo. En el informe de Las 20 mujeres más influyentes de México, que se publica en esta edición, se incluye un reportaje sobre la manera en que perciben su papel en el trabajo. María Asunción Aramburuzabala, que encabeza la lista, es de las que opinan que aun-que la capacidad, la inteligencia y el ejercicio del poder son asexuados, sí hay ciertas características del liderazgo femenino que últimamente se empiezan a resaltar y aprovechar. La empresaria sintetiza una de las primeras conclusiones del análisis: “La mujer se sienta a hablar con la gente con quien trabaja y eso crea más lealtad.” Con ella están de acuerdo otras de las participantes en el reportaje: las damas han demostrado más habilidad para motivar a los empleados a obtener buenos resultados en equipo.
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Si hay un estilo especial que puede mejorar la manera de trabajar, y si ya pocos tienen prejuicios sobre la capacidad de las mujeres, entonces ¿por qué no hay más en las altas esferas de los negocios en México? De las 500 empresas más destacadas del país, según la lista de Expansión, sólo en 12 hay directoras y apenas 10% de los puestos ejecutivos son ocupados por personas de sexo femenino. Y eso que no hay nada que temer del estilo diferente. Como dice Aramburuzabala, las maneras podrán ser distintas, pero los resultados tienen que ser los mismos. Las decisiones de negocio son eso y se miden en pesos y centavos.
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Las mujeres más influyentes de México están en puestos altamente competitivos. En esta lista hay directivas y presidentas de compañías con ventas que van desde $50 hasta $9,000 millones de pesos anuales.
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Ninguna de ellas se queja de que tenga que hacer un esfuerzo extra por su calidad de mujer. Ninguna cree ser discriminada, ahora que está en ese puesto. Pero muchas sí reconocen que antes de convertirse en una mujer influyente tuvieron que saltar los obstáculos que todavía pone la sociedad mexicana. ¿Quién gana con esas barreras? Nadie.
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–Los editores
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